Voto Córdoba: Ni ruptura ni obediencia
Córdoba nunca vota en silencio. Con una coherencia que atraviesa gobiernos y liderazgos, el electorado cordobés ha sabido marcar matices y anticipar virajes que luego repercuten en todo el país.
La provincia de Córdoba es clave en el mapa político argentino. No porque vaya a definir la mayoría parlamentaria este domingo, sino porque suele anticipar los movimientos del electorado nacional. La provincia marca un andamiaje distinto en cada elección, desafiando alineamientos, incomodando a las cúpulas partidarias y poniendo a prueba el discurso dominante.
En esta elección de diputados nacionales, la disputa no es solo por bancas, sino por el sentido de una identidad política que Córdoba ha sabido conservar incluso en los momentos más polarizados. Lo notable es que las tres expresiones opositoras a La Libertad Avanza (Schiaretti, De la Sota y Mestre), pese a provenir de tradiciones partidarias distintas, comparten una misma zona ideológica; ese centro moderado, con una visión de Estado presente y una apuesta por la gestión.
El voto Córdoba
Ese rasgo es casi una marca de fábrica del votante cordobés. A diferencia de otros distritos, donde el voto se alinea por adhesión emocional o por castigo, en Córdoba prima esa lógica más racional donde se vota a quien parece más capaz de gobernar. No es casual que los liderazgos cordobeses —del peronismo o del radicalismo— hayan tendido siempre a construir autonomía respecto de sus partidos nacionales.
Schiaretti y Milei llegan mano a mano en una provincia clave para ambos
Si el resultado de este domingo muestra un triunfo de alguna de esas tres expresiones sobre el oficialismo libertario, el mensaje será claro y con proyección nacional. Córdoba estaría diciendo que la Argentina necesita salir de su bipolaridad autodestructiva. Que ni la confrontación permanente del kirchnerismo ni la demolición institucional de los libertarios ofrecen un futuro sostenible. El mensaje entonces será más práctico que ideológico, en el sentido de que el país necesita política de resultados, y no tanto consignas armadas.
Lo interesante es que no hay aquí un “modelo cordobés” para exportar, sino una forma de entender el poder. En tiempos de líderes que confunden redes sociales con gobierno, la política de la mesura puede sonar aburrida, pero es la única que todavía produce algún tipo de resultado.
¿Volverá Córdoba a marcar tendencia? Si así sucede, el domingo 26 no será una elección más, sino una señal de que el país puede empezar a correrse del ruido y volver a la política como herramienta de construcción.
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