¿Qué misterios y tesoros esconden los palacios escuela de la Ciudad de Buenos Aires?
Construidos hace más un siglo, monumentales espacios educativos encierran secretos en su mayoría desconocidos. Aquí los detalles.
La escuela es otro hogar, lugar de aprendizajes, preparación inicial para enfrentar el mundo incierto y futuro. Hay escuelas aisladas en regiones montañosas, selváticas o desérticas, o las que se aposentan en pueblos y ciudades; todas radiantes en su dignidad; y, las menos, prominentes en su arquitectura, verdaderos palacios escuelas.
En la Ciudad de Buenos Aires tenemos un gran ejemplo de palacio escuela: el Instituto Bernasconi, entre las calles Cátulo Castillo, Catamarca, Rondeau y Esteban De Luca, erigido sobre una lomada, en Parque Patricios, edificación gigantesca con paredes sólidas y altas, recintos amplios y majestuosos.
Llegamos al Instituto Bernasconi en una tarde soleada. Su presencia imponente no deja de sorprendernos. Con mucha amabilidad nos reciben Anabella Montero, coordinadora del Museo Bernasconi, el Sr. Julio Ledesma, coordinador general del Instituto Bernasconi, y la Sra. Violeta Uriarte, secretaria de la coordinación general del Instituto.
La historia del gran establecimiento educativo empieza con Félix Fernando Bernasconi, hombre de fortuna, empresario del calzado, fallecido en Suiza, en 1914. Antes de su partida, imagina un gran edificio para el que hace una gran donación, una importante suma, asentada en su testamento, en el que nombra beneficiario al Consejo Nacional de Educación. Todos sus bienes deben destinarse a "la edificación de un palacio para escuela en la ciudad de Buenos Aires". No solo se preocupa por la educación de los niños sanos sino también por los que padecen dolencias; por eso su ayuda se extiende al “Hospital de Niños”, al “Asilo de Huérfanos” y al “Asilo de Niños Desvalidos” de la capital argentina.
El lugar en el que se levanta el palacio escuela fue el casco de la estancia “El edén” del perito Francisco Pascasio Moreno (el perito en el conflicto de frontera entre Argentina y Chile, en 1901). El perito plantó un hermoso aguaribay, hoy patrimonio vegetal declarado árbol histórico nacional en 1940. El Perito decía: “Donde el trabajo y la escuela reinan, la cárcel se cierra”. Y en el otro extremo, también sobre la calle Cátulo Castillo, una estatua de Sarmiento recuerda el valor de la educación que el sanjuanino siempre defendió.
El 26 de septiembre de 1921 se coloca la piedra fundamental del palacio escuela. El Instituto es inaugurado el 22 de octubre de 1929. El edificio es diseñado por el arquitecto Juan Waldrorp (hijo), con estilo neorrenacentista de inspiración clásica, de maciza y perfecta armonía y simetría.
Dos esculturas de Alberto Lagos, de dinámicas proporciones y con visos de mitología griega, flanquean la entrada principal en la calle Catamarca. En lo alto, “el reloj de la torre”, un carillón que, otrora, supo despertar a los pobladores de Parque Patricios.
Puente a la gran educación
La gigantez del edificio no es pura ostentación. En su origen, representa la importancia de la educación en un entorno de humildad barrial que, de forma coloquial, era llamado el “barrio de las latas”. Desde su inauguración, la escuela palacio brilla como puente hacia una mejor vida, lo que el estudiante percibe al subir por escaleras de mármol de Carrara, entre pasillos con columnas, y al acceder a espaciosas aulas y una gran biblioteca con atriles y luz para cada lector, y un auditorio con butacas aterciopeladas para la placentera escucha de música de concierto, o piletas para el deporte y el esparcimiento.
En el palacio escuela viven cuatro escuelas primarias con jornada simple y completa, una matrícula de más de 3600 alumnos; dos jardines de infantes, también con jornadas simple y completa y más de 580 alumnos; una escuela de coro y orquesta, un departamento especial de educación y perfeccionamiento docente (destinado a supervisores, directores y maestros de la Capital e interior del país); dos piletas de natación con agua caliente; sala de computación, gabinete de medios audiovisuales, pinacoteca; un gran auditorio con 400 butacas. Y las amplias aulas. La biblioteca. Y el museo, al que luego nos referiremos en particular.
La biblioteca recibe el nombre del historiador, educador, escritor y gobernador de La Rioja, Joaquín V. González, de fuerte participación en la fundación de la Universidad Nacional de La Plata en 1905.
La biblioteca contiene el llamado Archivo Láinez que preserva la historia de las escuelas nacionales, y sus anaqueles recibieron los casi 10 mil volúmenes de la Biblioteca Enrique Banchs (1888-1968), el poeta argentino, estimado por Borges, de refinados versos líricos de herencia clásica y romántica.
En el Museo del Palacio
Y un día, al palacio escuela llega Rosario Vera Peñaloza (1872-1950), educadora y pedagoga argentina, nativa de La Rioja, fundadora del primer jardín de infantes del país. En 1939, crea el Museo Argentino en el Instituto Félix F. Bernasconi, el primer museo para la Escuela Primaria.
A este respecto, Anabella Montero, coordinadora del museo, nos comenta que “el Museo del Instituto Bernasconi se destaca principalmente por ser un museo escolar único en su género en la Argentina. A diferencia de otros museos, su patrimonio fue creado o incorporado específicamente para la enseñanza, lo que lo convierte en un espacio intrínsecamente escolar y pedagógico”.
Al museo, Rosario Peñaloza le dedica 17 años, con pasión y altruismo. El día de su muerte, un 28 de mayo, se conmemora el "Día de la Maestra Jardinera" y el "Día de los Jardines de Infantes".
Y nos dirigimos al Museo. Vemos primero uno de los grandes patios interiores dentro de la gran edificación. El sol remarca su amplitud de pilastras y ventanas pintadas de beige y blanco. Subimos después por una gran escalera, un busto del gran donante Bernasconi nos da la bienvenida junto a columnas, lisos revestimientos de mármol, pinturas de Belgrano y San Martín, una sala de reuniones con cuadros de diversos motivos, y el Gabinete de Ciencias Naturales que asoma con sus aves disecadas. “El museo alberga una valiosa colección de animales autóctonos de Argentina, preservados mediante métodos de taxidermización, embalsamamiento y disecado, lo que permite a los visitantes experimentar de manera única el contacto con la fauna nacional”, afirma Anabella.
Y, cerca, la estatua de un minero, y el acceso a otras escaleras que suben entre ventanales en los que se enmarca un cielo de nubes, azul y araucarias, junto a anchos ascensores. Y deambulamos por un pasillo flanqueado por los recintos del museo con numerosas maquetas perfectamente restauradas, de Argentina y sus distintas regiones. Este aspecto del museo, nos asegura Anabella, “no solo cumple un fin didáctico, sino que también tiene un valor artístico”.
Y vemos una gran lámina con círculos concéntricos, protegida por una plancha de vidrio con un título que exalta la enseñanza de la geografía "como centro de la instrucción primaria, secundaria y universitaria, en su carácter de ciencia de los fenómenos físicos, biológicos y sociales”. Es decir: bajo la influencia de Joaquín V. González, Rosario Peñaloza pondera la geografía como ciencia que involucra a otras ciencias en una estrategia de enseñanza que mueve al estudio del mundo real y físico en sus diversos perfiles.
En esta dirección, Anabella nos informa que “a través de una enseñanza sensorial y vivencial, sus métodos -los de Rosario Peñaloza- buscaban que los niños no solo aprendieran sobre el medio físico y biológico, sino que lo tocaran, lo vivieran y establecieran una relación directa con su entorno”.
Principio educativo especialmente importante hoy, agreguemos, como valorización del mundo externo y sus fenómenos, en contra de cierta tendencia a la desmaterialización de nuestra cultura por el exceso de tiempo online en pantalla.
La importancia de la geografía explica los viajes de Rosario Peñaloza por el país para conocer sus paisajes y también sus hábitats humanos, un modo de la mirada inquieta e investigadora que también concede su valor a la tradición criolla y los pueblos originarios.
Y para Rosario Peñaloza “la innovación y la creatividad jugaban un papel central en la formación de los niños-afirma Anabella Montero-. Además, el museo entrelaza las ideas y las personas que, como Rosario, colaboraron en la construcción de una educación distinta y renovadora, destacándose por su enfoque progresista y vanguardista”.
Y entre los espacios que recorremos damos con la sala dedicada a las obras de Aurelio Víctor Cincioni (1904 -1985), pintor argentino, profesor de dibujo de la Academia Nacional de Bellas Artes, discípulo de Pío Collivadino, de estilo naturalista y pincelada impresionista.
En 1971, Cincioni dona 22 obras al Instituto Bernasconi; paisajes pintados al aire libre, con pintura de caballete para documentar la geografía y costumbres argentinas en aras de complementar el legado pedagógico de Rosario Peñaloza, cuya “principal contribución-nos asegura Anabella- fue el desarrollo de una didáctica centrada en la experiencia, en la que se destacaba la importancia de que los niños pudieran aprender a través de la observación y la vivencia directa. Mucho del patrimonio del museo fue ideado y creado manualmente por Rosario y su equipo”; como la riqueza de los mapas en relieve, maquetas y xilografías (grabados de madera), en un espacio destinado a la comunidad educativa de distintos niveles, y para un público general; un legado que es parte de “la construcción de una identidad nacional y multicultural”, y que “es un testimonio histórico y al mismo tiempo sigue siendo un espacio de exploración activa de los niños”, nos agrega Anabella Montero.
El gran museo del palacio escuela que recibe alrededor de 500 visitas escolares en el año y que, a veces, incluye el paso por el portentoso foyer del Instituto.
Otros palacios escuelas
Encontramos otros ejemplos en la Ciudad de Buenos Aires de establecimientos educativos que impresionan por la especial amplitud y majestuosidad de sus instalaciones.
Así, en una mañana barrida por susurrantes corrientes de frío volvemos a prestarle atención a la Escuela Nº 3 D.E 7 frente al Parque Rivadavia, en Caballito, Av. Rivadavia 4817. Otra escuela monumental. Luego de su creación en 1909, y sus pasos por diversas direcciones, se asienta, aquí, finalmente, en 1983. Antes, en el siglo XIX, fue parte de la quinta de Wanklin. En 1882, la Congregación de Hermanas Católicas de la Santa Unión de Los Sagrados Corazones arriban al país procedentes de Gran Bretaña, y adquieren el lugar para darle vida a su convento y a un internado primario. A un lado se edifica la capilla, lo que hoy es la Parroquia de Nuestra Señora de Caacupé.
La vieja casona de antaño es remodelada, adquiere nueva energía e imponencia, con estilo francés y techumbre de pizarra. En 1908 es inaugurada con la marca de excelencia del arquitecto Alejandro Cristophersen. El edificio irradia su sólido encanto rodeado por jardines al estilo francés, con numerosas especies arboladas. En 1937, el Presidente Justo lo declara de utilidad pública y el establecimiento es expropiado y ocupado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El colegio de la Santa Unión de los Sagrados Corazones se traslada entonces a las cercanías de Parque Irlanda, en la calle Gaona.
Allí, en 1899, se funda el Colegio Santa Brígida, en lo que es un edificio con toda la fisonomía de un castillo o fortaleza, en estilo tudor inglés, con pináculos almenados y numerosos ventanales. El edificio castillo es originalmente concebido como orfanato financiado por la comunidad irlandesa.
Y en la Avenida del Libertador 8635, en el barrio de Núñez, junto a la avenida General Paz, se alza la Escuela Técnica Raggio, otra arquitectura monumental para la enseñanza pública. Inaugurada en 1924, con arcos románicos y un estilo preponderantemente neoclásico.
Demostración de la importancia atribuida a la educación como política de Estado es que, en la inauguración de la Escuela Raggio, participa el entonces Presidente de la Nación Dr. Marcelo T. de Alvear.
A un lado del Parque Centenario, se erige la Escuela Presidente Uriburu, en Av. Ángel Gallardo 246, ícono del barrio de Caballito, inaugurado en 1916, otro sitio educativo y monumental; tipología que repite la Escuela Presidente Roca, del año 1903, obra del arquitecto Carlos Morra, frente a Plaza Lavalle, en Libertad y Tucumán. Concebido como un “templo del saber”, con un lenguaje grecorromano que reluce en su pórtico con pilastras y columnas de orden jónico.
También, en el ámbito barrial de Liniers, sabemos de otro modelo de escuela con su propia especial amplitud, la Escuela Primaria N° 9 Distrito Escolar 20 "José María Torres", en Larrazábal y García de Cossio, inaugurada en 1928. La conocemos desde el propio recuerdo, cuando de niños y con guardapolvos la recorrimos largamente, en sus espaciosos patios y sala de reuniones, su escalera de peldaños de mármol hacia un primer piso con sus anchas aulas, y una biblioteca con sólidos atriles de madera para la lectura en lo más alto del edificio con una fachada en la que se empotran numerosas ventanas que reciben todos los días la generosa luz del sol.
Educación sin privilegios
En Suiza, el Instituto Le Rosey es una escuela de internado, de gran arquitectura y extensión, pero su monumentalidad siempre fue riqueza disfrutada por la aristocracia. En los palacios escuelas que mencionamos dentro de la “Reina del Plata”, y volviendo al Instituto Bernasconi como su ejemplo arquetípico, la unión de grandeza arquitectónica y propuesta educativa de excelencia se orienta a quienes desconocen especiales privilegios.
La modernidad y la cultura secular contribuyen de forma decisiva a la democratización de la educación. Pero esto no siempre fue así como recuerdan Carla Baredes y Pablo Pineau precisamente en “La escuela no fue siempre así” (2008). En un comienzo solo la nobleza o una casta sacerdotal accede a las primeras escuelas en el Summer, el Antiguo Egipto o Mesoamérica. Las personas discriminadas por ser pobres, esclavos, mujeres, o adherentes a religiones perseguidas, son privadas del beneficio de estudiar.
En París, ya dentro de la modernidad en curso, se funda la primera “escuela normal”, en 1794, con sus aprendizajes para ser maestro. Y el gran vuelo de la enseñanza pública gana más brío cuando, a principios del siglo XX, las mujeres empiezan a ejercer el derecho a enseñar.
Y, hoy, el camino hacia la enseñanza, a veces, en escuelas de presencia monumental. Y regresamos a Parque Patricios, y en un día de atmósfera neblinosa e íntima contemplamos de nuevo el palacio escuela Instituto Bernasconi que estimula a reflexionar en la educación no solo como una etapa necesaria u obligada de la niñez, sino como parte de la vida misma. Una presencia imponente y enérgica que subraya el derecho a educarse, a estudiar, y aprender a respetar, pensar, mejorar. La educación, en un gran edificio, como una oportunidad de crecer.
*Esteban Ierardo es filósofo, escritor, docente, su último libro es La red de las redes, Ed. Continente; su página cultural, La mirada de Linceo: www.estebanierardo.com
También te puede interesar
-
La UBA distinguirá al Indio Solari con el título de Doctor Honoris Causa por su aporte a la cultura
-
Martín Kohan: “La chatura aplastante de Milei hace recordar a la mediocridad de Videla”
-
Duki con su show 60 del año se consolidó como el trapero más importante de Argentina
-
San Urbano V, el papa que intentó devolver la Iglesia a Roma en tiempos de crisis
-
Día Internacional del emo: su origen musical en los 80s, la explosión cultural de los 2000 y el valor de la expresión emocional juvenil
-
Cinco River, guitarras al rojo vivo y un pogo eterno: Airbag cerró su año con rock en estado puro
-
El Premio GCH anunció a los artistas ganadores que intervendrán el vallado de Aura Núñez
-
El famoso centro cultural Kennedy Center, en Washington, fue rebautizado como "Trump-Kennedy Center"
-
Día Internacional del Migrante: cuáles son los destinos que lideran la migración global en 2025 y por qué son tan elegidos
-
A 60 años de la Resolución 2065 y las Malvinas: la ONU, la política de Illia y el inicio del diálogo con Reino Unido