Flexibilidad psicológica

Por más vida

. Foto: Cedoc Perfil

La vida debería ser cada vez más fácil, pero no es así. Ésta es la paradoja del mundo moderno. En un momento en el que la ciencia y la tecnología nos ofrecen longevidad, salud e interacciones sociales inimaginables hasta hace muy poco, demasiados de nosotros tenemos dificultades para llevar una vida significativa y llena de amor y de contribución a los demás.

Durante los últimos cincuenta años, hemos experimentado un progreso increíble; eso es incuestionable. La computadora que lleva en el bolsillo y a la que llama teléfono es 120 millones de veces más potente que la computadora de navegación del Apolo, el primer cohete que llevó personas a la Luna. La tecnología sanitaria ha vivido un progreso similar.

Hace cincuenta años, el 86% de los niños que contraían leucemia morían de la enfermedad. Ahora, muere menos de la mitad de esa proporción.

Durante los últimos veinticinco años, la mortalidad infantil, la mortalidad materna y las muertes por malaria han descendido entre un 40 y un 50%. Si la cuestión fuera la salud y la seguridad físicas y pudiéramos elegir un momento para nacer en el mundo, pero no a nuestros padres, no podríamos elegir un momento mejor que el actual.

La ciencia conductual es harina de otro costal. Sí, vivimos más tiempo, pero cuesta afirmar que llevemos una vida más feliz y más exitosa. Nunca antes habíamos dispuesto de tanta información acerca de enfermedades que, en su mayoría, son consecuencia del estilo de vida. Sin embargo, y a pesar de los miles de millones de dólares que se invierten en investigación, nuestros sistemas sanitarios se están hundiendo por el drástico aumento de las tasas de obesidad, diabetes y dolor crónico. Las enfermedades mentales se están convirtiendo rápidamente en un problema cada vez más grande, no más pequeño. En 1990, la depresión era la cuarta enfermedad y causa de incapacidad de todo el mundo, por detrás de las infecciones respiratorias, las enfermedades diarreicas y las enfermedades congénitas. En el año 2000 ya era la tercera causa. En el año 2010, era la segunda. En 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la clasificó en el primer lugar. Aproximadamente, cuarenta millones de estadounidenses mayores de dieciséis años han sido diagnosticados con un trastorno de ansiedad y casi el 10% de los estadounidenses informan de “malestar mental frecuente”. Nos parece que no tenemos tiempo suficiente. No nos cuidamos como nos gustaría. Nuestra salud se resiente. Muchos de nosotros ponemos un pie delante del otro sin tener una sensación real de propósito o vitalidad. Cada día, alguien que parecía tener una buena vida decide tragar un frasco de pastillas antes que seguir viviendo un solo día más.

¿Cómo es posible? En mi opinión, creo que esto sucede porque no hemos estado a la altura de los retos que plantea el ser humano en el mundo moderno, y son precisamente algunas de las cosas que hemos estado haciendo durante los últimos cien años las que han dado lugar al entuerto en el que nos encontramos ahora. Veamos, por ejemplo, la tecnología. (...)

Cuando el mundo exterior se transforma a tanta velocidad, es necesario que el mundo interior cambie también. Parece lógico, sí, pero cuesta saber qué pasos hay que dar.

La buena noticia es que la ciencia conductual ha desarrollado una respuesta plausible a cómo podemos mejorar. Durante los últimos treinta y cinco años, mis colegas y yo hemos estudiado un pequeño conjunto de habilidades que predicen cómo se desarrollará una vida humana mejor que ningún otro conjunto de procesos mentales o conductuales conocidos por la ciencia hasta ahora. No es una exageración. En más de mil estudios hemos descubierto que estas habilidades ayudan a determinar por qué algunas personas prosperan después de las dificultades y por qué otras no, o por qué hay personas que experimentan muchas emociones positivas (alegría, gratitud, compasión, curiosidad) y otras, muy pocas. Predicen quién desarrollará un problema de salud mental, como ansiedad, depresión, estrés postraumático o abuso de sustancias, y lo severo o duradero que será el problema. Estas habilidades predicen quién será efectivo en el trabajo, quién tendrá relaciones personales saludables, quién conseguirá hacer dieta o ejercicio físico, quién estará a la altura de los problemas de salud física, qué resultados obtendrá alguien en una competición deportiva y cuál será su desempeño en muchas otras empresas humanas.

Este conjunto de habilidades se combinan para ofrecernos flexibilidad psicológica. La flexibilidad psicológica es la capacidad de sentir y de pensar con apertura mental, de asistir voluntariamente a la experiencia del momento presente y de avanzar en las direcciones que son importantes para  nosotros, al tiempo que forjamos hábitos que nos permiten vivir de un modo congruente con nuestros valores y aspiraciones. Se trata de aprender a no evitar lo que nos resulta doloroso y a aproximarnos al sufrimiento, para poder vivir una vida llena de sentido y de propósito.

*Autor de Mente liberada, Paidós.

 (Fragmento).