geopolítica y doctrina monroe

El interés real de Trump detrás de la ofensiva contra Maduro

Producción. Venezuela no solo cuenta con petróleo, sino también con minerales estratégico Foto: cedoc

Si uno pretende entender el interés en Venezuela del gobierno de Donald Trump, de carácter nacionalista y crudamente liberal, hay que correrse un poco de la narrativa tradicional del “petróleo como combustible”

El foco hay que ponerlo en su visión geopolítica de seguridad, que detenta como eje central el control de recursos estratégicos y hegemonía regional. Estados Unidos no necesita el petróleo venezolano para su consumo o para su explotación comercial. Hay otras razones fundamentales que explican por qué Venezuela sigue siendo una prioridad crítica para Washington, 

Un crudo poco atractivo. El petróleo venezolano, por ser pesado y caro de procesar, ha dejado de ser una necesidad de abastecimiento para convertirse en un arma de negociación.

El crudo extrapesado venezolano requiere refinerías complejas y altas inversiones, en un momento en que cae cada vez más el precio del barril. Incluso la OPEP, que agrupa a los principales países productores, tiene que regular la industria para evitar un derrumbe en su valor.

Hoy el valor del barril está por debajo de 60 dólares, con una tendencia a la baja. En ese contexto también influye la búsqueda a nivel internacional de energía no fósil.

Estados Unidos ha logrado la independencia energética gracias al shaleoil (fracking). Es más, está exportando gran parte de él. Así que no requiere un crudo en el que tiene que invertir fondos.

Su verdadero interés radica en el control de la reserva. Venezuela posee las mayores reservas probadas del mundo. En un escenario de inestabilidad global (conflictos en Oriente Medio o con Rusia), quien controla el grifo venezolano tiene la capacidad de estabilizar o desestabilizar el mercado energético mundial a largo plazo.

Bajo la visión de “América primero”, no se trata de comprar el petróleo, sino de asegurar que este no sea utilizado por potencias rivales como Rusia, China e Irán –socios de Maduro y quienes lo mantienen a flote– para financiar un eje antiestadounidense en el hemisferio occidental.

Tierras raras. En 2025, la verdadera guerra tecnológica y energética no es por el petróleo, sino por los minerales estratégicos necesarios para la transición energética y la industria militar: coltán, níquel, torio (material radiactivo natural), hierro y, potencialmente, tierras raras.

Venezuela posee depósitos masivos de estos minerales en el sur del país, en el llamado Arco Minero.

Para la administración Trump, permitir que China mantenga el monopolio sobre el procesamiento y la extracción de estos recursos en suelo venezolano representa una “amenaza existencial” para la seguridad nacional de EE.UU.

El objetivo es desplazar la influencia de Beijing y asegurar el suministro de estos materiales para la industria tecnológica estadounidense.

Amigo de sus enemigos. Washington ve a Venezuela como un “portaaviones terrestre” para adversarios extrarregionales. La presencia de inteligencia rusa y los vínculos comerciales con Irán son vistos como una brecha en la seguridad del flanco sur de Estados Unidos que Trump busca cerrar definitivamente.

Al declarar al Cartel de los Soles (presuntamente integrado por altos mandos militares venezolanos) como organización terrorista, Estados Unidos justifica el uso de su fuerza militar bajo leyes de seguridad nacional.

La narrativa de Trump ha evolucionado para tratar a Venezuela no como un Estado ideológico, sino como una empresa criminal transnacional. Hay un punto extra en esta ecuación que Trump expresó esta semana: la reclamación de activos estadounidenses expropiados por el chavismo.

Durante décadas de chavismo, empresas estadounidenses como ExxonMobil y ConocoPhillips (una de las mayores compañías independientes de exploración y producción de petróleo y gas del mundo) sufrieron expropiaciones masivas.

La estrategia de “máxima presión” busca forzar un cambio de régimen que reconozca estas deudas multimillonarias (estimadas en decenas de miles de millones de dólares en arbitrajes internacionales).

Trump ve en la privatización futura de la industria energética venezolana la única vía para que las corporaciones estadounidenses recuperen sus inversiones perdidas. Esta combinación de factores convierte a Venezuela en un objetivo de “seguridad nacional integrada”, donde el recurso natural es el escenario, pero el poder y el control geográfico son el verdadero premio.