La cumbre Mercosur en Foz do Iguaçu llega en un momento de alta incertidumbre. Tras un nuevo aplazo de la Unión Europea, el bloque enfrenta la necesidad de redefinir su estrategia: mantener cohesión en medio de las fricciones entre los socios, explorar nuevas alianzas y proyectarse en un tablero global cada vez más fragmentado.
El próximo sábado 20 de diciembre, el anfitrión de la cumbre de jefes de estado del Mercosur, Lula da Silva, cederá la presidencia pro tempore a Paraguay sin poder coronar su mandato con la firma del acuerdo con la Unión Europea —que lleva 26 años en negociación—, y los líderes sudamericanos llaman a mirar más allá de Europa. En medio de la moda proteccionista (apuntalada por los anuncios del Liberation Day del presidente estadounidense Donald Trump), la tensión trascendió el Atlántico: los retrasos, las salvaguardas europeas en la última semana y los intereses domésticos de cada país demostraron que la integración no es solo un asunto económico, sino también político y diplomático.
"Acordamos posponer levemente la firma. Este acuerdo es de importancia crucial para Europa, económica, diplomática y geopolíticamente", sostuvo la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, poniendo punto final a la expectativa respecto a su viaje a Sudamérica. Sin embargo, se mostró confiada de que la firma del acuerdo podrá concretarse en enero. "Tras una negociación de 26 años, esperar tres semanas más es tolerable", bromeó.

Sin embargo, la demora europea evidencia que no basta con la buena voluntad de Bruselas: el acuerdo depende de que los 27 estados miembros encuentren consensos internos difíciles de lograr. Relanzado en diciembre de 2024 y aprobado por la Comisión Europea en septiembre de 2025, el acuerdo entre los dos mayores bloques regionales volvió a posponerse sin definición concreta. "El acuerdo Mercosur-UE es uno de los tratados más ambiciosos jamás negociados", sostuvo el medio francés Le Figaro en su editorial.
Italia, jugador clave en el escenario, pidió retrasar la firma del acuerdo apuntalado por Alemania y Bruselas; Francia y Polonia se sumaron a la negativa, con Emmanuel Macron a la cabeza, presionado por los lobbies agrícolas y tensiones domésticas. Consciente del peso de su firma, la premier italiana Giorgia Meloni condicionó su voto a nuevas salvaguardas para la agricultura y la industria italianas, y según indicaron medios locales, con el nuevo retraso ganó tiempo. "Meloni logra un doble resultado: complace a la comunidad agrícola italiana y se asegura margen político en casa", sostuvo el medio italiano Corriere della Sera.
Lula, que esperaba cerrar su presidencia pro tempore con la firma del tratado, se mostró frustrado. "Si no lo hacemos ahora, Brasil no firmará más acuerdos mientras yo sea presidente. Es bueno saberlo: llevamos 26 años de espera para este acuerdo. Es más favorable para ellos que para nosotros", señaló, tras rescindir el contrato con la eléctrica italiana Enel por los problemas en el suministro de San Pablo. El presidente brasileño, en tanto, fue quien postergó la cumbre del Mercosur a finales de diciembre para dar más aire a la posibilidad concreta de la firma, pese a la queja de Asunción. Pensando en su legado, el líder del Partido de los Trabadores debió lidiar paralelamente con otro frente interno: la iniciativa del Congreso para reducir la pena de Jair Bolsonaro, condenado por intento de golpismo, a cinco años de cárcel.
Lula insiste en la negociación como salida a la tensión entre EE.UU. y Venezuela
Por otro lado, la demora no solo refleja la complejidad europea (que debate su futuro entre la implosión del orden liberal y Ucrania), también pone en evidencia los cambios sociales dentro de los países del Mercosur y la falta de una estrategia común. "Si bien somos un bloque de países socios y hermanos, no podemos desconocer que las necesidades de cada Estado parte no siempre coinciden", dijo el canciller uruguayo, Mario Lubetkin, sintetizando la postura de Yamandú Orsi.
El aplazo europeo, en tanto, empuja al Mercosur a explorar nuevas opciones. China, que representaba menos del 10 % del comercio regional en 1999, es el mayor socio del bloque en la actualidad, mientras la UE cayó a casi la mitad de su participación. En tanto, los cancilleres del bloque se reunieron este viernes (incluido Pablo Quirno, en su debut ante el Mercosur como canciller) y ya buscan nuevas puertas: Canadá, Reino Unido, Japón, Malasia, Indonesia y Vietnam aparecen en la agenda. La región comienza a calibrar un Mercosur más flexible, que debe equilibrar cohesión interna, oportunidades económicas y proyección geopolítica frente a un tablero internacional inestable. "El Mercosur incumplió su objetivo original, cercenó libertades económicas y privó de oportunidades a los privados de la región. De mercado y de común, le quedó cada vez menos", fue una de las críticas de Javier Milei que más resonaron desde que asumió la presidencia.
En este contexto, el exembajador Diego Guelar advirtió que la cumbre será "un termómetro del rumbo común del bloque". "Sin un gran logro que exhibir, la falta de dirección se acentúa. Europa promete, pero rara vez cumple; China crece, Estados Unidos presiona. La decisión de la UE no es un detalle: definirá si Sudamérica sigue confiando en su socio tradicional o acelera la diversificación estratégica", opinó.
Por su parte, el politólogo Andrés Malamud anticipó a este escenario de parálisis (al menos hasta enero) en un encuentro virtual auspiciado por el Conejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y dio una lectura más amplia del escenario geopolítico. "Estamos viviendo una ficción: EE. UU. escribe estrategia, manda portaaviones y creemos que estamos creando una alternativa. Pero Europa se arrastra y América Latina se vende. El mundo que viene está basado en esferas de influencia: EE. UU. vuelve al hemisferio occidental, y somos su esfera". En esa línea, el retraso del acuerdo refleja que Europa "no puede mantener su palabra y sus reglas", por lo que el futuro del bloque -y el del propio Mercosur- queda tambaleando en función de la ausencia de la delegación europea el sábado en Foz do Iguazu. "Macron es el mayor obstáculo para la firma", opinó.
Mientras tanto Argentina, con Javier Milei presente en la cumbre, observa con pragmatismo. Su participación en acuerdos multilaterales, incluido el Acuerdo de París, adquiere valor estratégico frente a un bloque europeo que no siempre cumple lo que promete. La cumbre pondrá a prueba la habilidad del Mercosur de mantener su cohesión mientras navega entre intereses nacionales divergentes y presiones externas crecientes, particularmente por la competencia entre Estados Unidos y China, en función de sus recientes "doctrinas" para la región.
DCQ