una crisis determinante

Un modelo agotado que causó una debacle económica

Comercio. La vida cotidiana se vio afectada por la falta de combustible, la inflación y la devaluación del boliviano. Foto: afp

Bolivia atraviesa una compleja situación económica. La escasez de dólares fue una constante durante más de dos años, llevando al surgimiento de un mercado paralelo de divisas. Aunque el tipo de cambio oficial se mantiene fijo en 6,96 bolivianos por dólar, en el mercado paralelo esta cifra ha fluctuado significativamente, llegando a alcanzar entre 14 y 20 bolivianos por divisa.

La disparidad, aunque no reconocida oficialmente como una devaluación, funciona como tal en la práctica. La situación obliga a los importadores a adquirir divisas en el mercado negro, lo que incrementa los costos de los productos y repercute directamente en la cadena de suministro, afectando la disponibilidad y el precio de bienes esenciales.

En cuanto a la inflación y el costo de vida, las cifras son preocupantes. La inflación anual llegó en julio pasado a 24,8%, superando ampliamente las proyecciones iniciales del gobierno del 7.5%.

Modelo agotado. La economía boliviana creció significativamente entre el 2006 y el 2013 impulsada por la nacionalización de hidrocarburos y el aumento de los precios internacionales de las materias primas, especialmente el gas natural.

Gracias a esos ingresos el Estado se agrandó y pudo financiar programas sociales y obras de infraestructura. Los subsidios redujeron la pobreza y la desigualdad. Pero el modelo se agotó en los últimos años. Hubo una caída en la producción de gas y su preció bajó considerablemente a nivel internacional.

El presidente Luis Arce, un economista que le dio ímpetu al gobierno de Evo Morales, no supo cambiar a tiempo. Mantuvo los enormes gastos del Estado, provocando un fuerte déficit y un desequilibrio en la balanza comercial.

El país sufrió un desplome de las reservas internacionales netas, que pasaron de un pico de 15 mil millones de dólares en 2014 a 2 mil millones en 2023.

La exploración y explotación de nuevas reservas de gas no fueron suficientes para reemplazar los campos que están agotándose. Esto ha transformado al país. Bolivia, que en el pasado se destacaba por ser un exportador de hidrocarburos, ahora importa casi el 90% de su diésel y el 56% de sus naftas.

Esos productos, además, son fuertemente subsidiados por el Estado, lo que debilita aún más la economía y drena las ya escasas reservas fiscales. La falta de diésel ha provocado largas filas de camiones y micros en varias regiones. El sector de transporte pesado opera a solo el 30% de su capacidad.

Sin pan. El gobierno de Arce no sólo gasta sus reservas en importar naftas y diésel, también en comprar en el exterior algunos insumos como el trigo para hacer la harina de pan y la vende a menor precio en el mercado interno.

Pero sin divisas para estas compras internacionales, la disponibilidad de estos bienes se ha vuelto inconstante y se generan largas filas.