El debate sobre la vacunación en Estados Unidos, particularmente en estados republicanos, se ha convertido en un tema central de la polarización política, enfrentando la postura de la comunidad científica y médica con la de ciertos funcionarios gubernamentales, especialmente aquellos alineados con la ideología del presidente Donald Trump.
La polémica sobre la vacunación es un claro ejemplo de cómo la salud pública se transformó en un campo de batalla ideológico en la primera potencia mundial, donde los principios científicos se enfrentan a la desconfianza gubernamental y a la defensa de la libertad individual por sobre las pautas médicas establecidas.
La oposición a las vacunas ha crecido en los últimos años, alimentada por afirmaciones falsas que las vinculan con el autismo y otros problemas de salud. Los conservadores son más propensos a esta línea de pensamiento, y están eximiendo a sus hijos de las vacunas argumentando cuestiones religiosas.
El secretario de Salud, el polémico Robert F. Kennedy, es la principal figura de la política antivacuna del gobierno y la punta de lanza de esta tendencia, cuestionada por los especialistas.
Kennedy, un abogado ambientalista, surgió a mediados de la década de 2000 como un destacado activista antivacunas, con demandas contra el poderoso sector farmacéutico estadounidense.
Desde que asumió el cargo, restringió las dosis contra el Covid-19 a grupos más reducidos, cortó las subvenciones federales de investigación para la tecnología de ARNm a la que se atribuye haber salvado millones de vidas, y redirigió fondos para indagar pistas de investigación médica contestadas por sectores científicos.
En esta línea, despidió a la directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Susan Monarez, y a varios funcionarios de alto nivel, lo que sumió a la principal agencia de salud pública del país en una crisis interna.
Alarmante. La disputa tiene a Florida, un fuerte estado republicano, como caso emblemático. Las políticas del gobernador Ron DeSantis reflejaron una postura de desregulación y una fuerte desconfianza en las recomendaciones de las agencias federales de salud.
Actualmente, Florida está evaluando suspender el sistema de vacunación obligatorio. El Cirujano General del estado, Joseph A. Ladapo, se pronunció por la idea de poner fin a todas las disposiciones de vacunas en el estado, incluidos los requisitos para que los niños asistan a las escuelas públicas.
“El Departamento de Salud de Florida, en colaboración con el gobernador, trabajará para poner fin a todos los mandatos de vacunación en Florida: todos, todos, hasta el último de ellos”, afirmó en forma enfática Ladapo.
Esos “mandatos”, dijo respecto a las disposiciónes sanitarias, “están equivocados y rezuman desdén y esclavitud. ¿Quién soy yo, el hombre que está aquí ahora, para decirte qué debes ingerir? ¿Quién soy yo para decirte qué debe ingerir tu hijo? No tengo ese derecho. Tu cuerpo es un regalo de Dios”, remató Ladapo.
Si esta política propuesta es aprobada, Florida sería el primer estado en no tener un mandato de vacunas para los niños en edad escolar, con los peligros que esto acarrea.
La propuesta de Florida ha generado una fuerte oposición, incluyendo de la Asociación Médica Estadounidense (AMA), quien advirtió que esta medida podría “socavar décadas de progreso en la salud pública” y aumentar el riesgo de brotes de enfermedades como el sarampión, paperas, poliomielitis y varicela, erradicadas o controladas gracias a las campañas de vacunación.
Además del caso puntual de Florida, hay varios estados que permiten exenciones para las vacunas escolares debido a creencias religiosas y filosóficas, como Connecticut e Idaho.
Como contrapartida, estados demócratas están tomando posturas opuestas. Por ejemplo, California, Oregón y Washington han formado una nueva “Alianza de Salud de la Costa Oeste” para establecer sus propias pautas de vacunación y políticas de salud pública, en respuesta a la preocupación por la “politización de la salud pública”.