Política en crisis

Mientras Jair Bolsonaro es presionado con un impeachment, Alberto Fernández se esconde en un acto

Argentina y Brasil son países muy distintos y parecidos a la vez. Es raro, pero en los peores aspectos siempre nos asemejamos.

Alberto Fernandez y Jair Bolsonaro Foto: CEDOC

Argentina y Brasil son países muy distintos y parecidos a la vez. Es raro, pero en los peores aspectos siempre nos asemejamos. Somos distintos, sí. Brasil tiene una superficie tres veces mayor y casi 4,7 veces la cantidad de habitantes de Argentina.

En Brasil, Jair Bolsonaro y en nuestro país, Alberto Fernández. Ambos populistas, quizás el primero más que el otro, pero en fin, lo son. Ambos países son de los más golpeados por la crisis del coronavirus en América. Veamos datos (al 27 de junio):

Brasil ya tuvo 2.443,40 muertos por millón de habitantes, Argentina tuvo 2.059,86. Pero Argentina está en alza en los muertos (nuevos), es decir, que mientras en Brasil baja la tendencia de fallecidos, en nuestro país aumenta. En Argentina, el 8,72% de la población está totalmente vacunada y en el país vecino, el 12,18%.Es muy probable que al final de la pandemia, los dos países cuenten con números similares.

Los dos países, como dije anteriormente, van más o menos de la mano. Teniendo en cuenta además que Argentina tiene un “delay” respecto a Brasil, es decir, todo lo que sucede en Brasil luego se replica aquí al mes. En definitiva, es el mismo infierno con distintos tiempos.

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¿Cuál es una de las diferencias? Jair Bolsonaro tomó una estrategia de estilo negacionista y Alberto Fernández algo así como crédulo. En otras palabras, Bolsonaro dijo que el coronavirus era 'una gripe' y Fernández “quedate en casa” -y otras cosas más-. Jair delegó la responsabilidad en cada Estado, Fernández tomó el mando de todo.

Jair Bolsonaro pensó más en frío e intentó alejarse lo más posible del coronavirus. Hoy cuenta con una gran presión social (se habla de un juicio político), una causa de corrupción en la adquisición de vacunas y la aparición de un candidato opositor que dice “volver mejor”, y aparenta estarlo porque la Justicia lo está absolviendo de casos importantes en su contra.

Alberto Fernández, queriendo ser el líder de todo y todos, alargó una cuarentena innecesaria logrando la insatisfacción de los argentinos. Cuando la Argentina debía restringir porque la cosa se ponía fea, la sociedad no respondió. Un dato: casi cuatro de cada diez argentinos que vuelven del exterior no realizan la cuarentena obligatoria.

Pero el presidente argentino, para evitar una oleada de presiones por los números que arroja la pandemia, encabezó un acto en homenaje a los muertos por coronavirus en nuestro país. Parece una broma pero no, es otra falta de respeto más. Así Alberto Fernández desactivó una posible bomba.

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Una cosa que debemos tener en cuenta: el grueso de los que no votan a Alberto Fernández son reacios a la cuarentena, mientras que el opositor de Jair Bolsonaro no. Se forma una amalgama con agentes refractarios pero que finalmente consiguieron lo mismo: nada.

El descontento social también es significativo en ambos países. En la Argentina se habla de un 60% y en Brasil prácticamente del 70%. Los dos países, maquillados por populismo hace añares están convergiendo o, mejor dicho, siempre fue así, pero este dato lo desenmascara más aún. Lamentablemente el dato son personas, es decir, que en estos dos países tuvo que morir gente para darnos cuenta que estamos erráticos.

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¿Cuál es la salida? Pues es una pregunta con respuestas sin ofertas. La oferta más llamativa en Argentina es volver al pasado y en Brasil también. Más de lo mismo. El cambio debe ser estructural y pensado en el futuro.

No voy a puntualizar con Brasil, pero en Argentina (por ejemplo) poco importan las legislativas, millares de argentinos desconocen quiénes son sus representantes cuando el Poder Legislativo debería ser el más importante de todos en lo que respecta elecciones.

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Fue inteligente la maniobra de Alberto Fernández con el homenaje, así se puso del lado de la “vida”, mientras Bolsonaro sigue firme creyendo que el virus es una estupidez temporal. La realidad en ambos países es un infierno y esto no es más que una demostración que el populismo -por más que se disfrace de izquierda o derecha- no está a la altura de las circunstancias.

CP