El secundario

Creer que “alguien antes ya hizo lo que debía” es parte del problema educativo argentino

“Dos tercios de los estudiantes están por debajo de los niveles de desempeño deseables”, sostiene el autor. Recuerda que en 1º del secundario debe conocerse la realidad de cada alumno, leer y escribir en cada materia, con seguimiento personal sostenido, y varias cosas más. Sólo así se comprenden textos y se producen otros con sentido.

Pruebas Aprender Foto: Cedoc

Mientras las redes sociales, a través de ciertos “influencers”, insisten en decirles a las y los jóvenes que no vale la pena leer, la realidad del sistema educativo nos muestra que buena parte de ellos simplemente no “saben” leer ni escribir de manera suficiente.

La alfabetización básica es uno de los objetivos primordiales del sistema educativo; idealmente, esta meta debería lograrse a lo largo de la escuela primaria. Sin embargo, la evidencia de los operativos de evaluaciones nacionales y de las voces de docentes, directivos y responsables de política educativa reunidas en el II Seminario Regional “Los desafíos en la lectura y escritura en el ingreso al nivel secundario” (UNICEF, UNESCO y ANEP) muestran otra cosa: la lectura y la escritura son un desafío vivo en el inicio de la educación media. Ignorarlo reproduce desigualdades, afecta las trayectorias educativas y reduce las posibilidades de ciudadanía efectiva, de tener una transición exitosa al mundo del trabajo y de poder aprender a lo largo de la vida.

En las escuelas argentinas, uno de cada diez chicos no sabe leer

Los datos compartidos en el seminario son elocuentes. A nivel regional -según el estudio ERCE de la UNESCO de 2019 (último disponible) -al finalizar la escuela primaria, alrededor de dos tercios de los estudiantes se ubican por debajo de los niveles de desempeño deseables; dicho de otro modo, una proporción muy amplia transita hacia la secundaria con bases frágiles. 

En Argentina, las evaluaciones Aprender (2024) muestran que cerca de un 34% del estudiantado que egresa de primaria se encuentra en niveles “por debajo del básico” o “básico” en Lengua. En Uruguay, los resultados de ARISTAS (2023) del INEED indican que alrededor del 20% se ubica en los niveles 1 y 2, los de mayor desventaja para comprender textos y producir escritos con sentido.

Lo crucial, subrayado por especialistas y equipos técnicos, es la heterogeneidad: detrás de esos resultados hay situaciones muy distintas. Convivimos con adolescentes que leen de forma autónoma; algunos comprenden, otros no, y con otros que comprenden, guiados por adultos, pero aún no logran una lectura independiente y fluida. 

En escritura, el panorama también es diverso: desde producciones no convencionales o de muy escasa extensión, hasta textos con problemas de segmentación, ortografía y puntuación que obstaculizan la comunicación del sentido. Esta diversidad obliga a superar la “ficción” del aula graduada: asumir que “alguien antes ya hizo lo que debía” es parte del problema.

Los alumnos deben escribir para aprender ciencias, historia o tecnología; evaluar la escritura como práctica disciplinar —no solo como 'corrección' ”

A ello se suma un patrón persistente: la fuerte asociación entre nivel socioeconómico y desempeño. Nuestros sistemas no logran amortiguar el peso de las condiciones sociales y la situación tiende a agravarse. 

¿Cuál es entonces la hoja de ruta?  Como norte compartido, y de manera transversal, se pueden observar las siguientes áreas de intervención para el fenómeno: 

  • Diagnóstico temprano y personalizado en 1º año de secundaria, con instrumentos breves, válidos y aplicables por docentes, para orientar apoyos heterogéneos sin estigmatizar.
  • Modelos de apoyo dentro de la escuela: talleres de lectura y escritura transversal, espacios de intensificación con materiales graduados, estrategias de co-enseñanza y acompañamiento entre pares docentes.
  • Formación y acompañamiento situado: en vez de “recetas” que cambian cada semestre, repertorios con evidencia coaching pedagógico sostenido.
  • Currículo y evaluación alineados: escribir para aprender ciencias, historia o tecnología; evaluar la escritura como práctica disciplinar —no solo como “corrección”—.
  • Uso inteligente de datos: tableros simples para directivos y equipos que permitan monitorear avances y ajustar estrategias.
  • Política intersectorial: asistencia, cuidado, alimentación escolar, salud mental y condiciones materiales son parte de la ecuación de la alfabetización.
  • Participación docente en el diseño: sin protagonismo del aula, ninguna política perdura ni mejora.

En el intercambio vivido en las últimas semanas queda claro que Argentina y Uruguay han hecho una apuesta histórica por la universalización de la secundaria. Esa apuesta exige ahora un salto cualitativo: la secundaria debe contar con dispositivos y herramientas para apoyar a aquellos estudiantes que ingresan sin las competencias deseadas en lectura y escritura.

Leer y escribir en la secundaria no es un lujo académico: es la condición de posibilidad de una vida digna, de un trabajo decente y de una ciudadanía plena en 2025. 

Si ponemos esta convicción en el centro, lograremos avanzar en la transformación del nivel para asegurar que todos los chicos y chicas se apropien de los saberes fundamentales y desarrollen habilidades claves para su vida sin dejar a nadie atrás.


* Director de la Oficina Regional de UNESCO en Montevideo (Uruguay)