Durante décadas, el edificio de Balcarce 139 pasó desapercibido para muchos porteños. La sede original del Congreso Nacional, inaugurada en 1864, hoy alberga a la Academia Nacional de la Historia, pero su importancia va mucho más allá de la institución que ocupa sus salas. ¿Qué decisiones políticas se tomaron allí? ¿Qué debates definieron la organización del país? ¿Es posible reconstruir la historia de la Argentina del siglo XIX observando la arquitectura y el mobiliario de un edificio histórico?
Estos interrogantes cobran sentido cuando se analiza de cerca un caso concreto. El antiguo Congreso de la Nación no solo fue un escenario de actividad legislativa sino que fue un espacio donde se definieron leyes fundamentales, se presentaron mensajes presidenciales y se organizaron debates que todavía forman parte del marco institucional argentino.
El proyecto del edificio fue encargado por Bartolomé Mitre, presidente desde 1862, para contar con un recinto adecuado a las necesidades de un Congreso Nacional.
El arquitecto Jonás Larguía diseñó una estructura con elementos clásicos y detalles coloniales que se mantienen en ventanas, molduras y fachadas laterales.
La inauguración, en 1864, atrajo a miles de personas a la plaza frente al edificio, reflejando el interés social por la política de la época.

Entre 1864 y 1905, el recinto original albergó debates parlamentarios que definieron la organización del Estado. Sarmiento protagonizó sesiones conflictivas, y Julio A. Roca ingresó al Congreso con la frente vendada tras un atentado para dar lectura a su último mensaje presidencial (1880-1886).
La presencia de rifleros durante días agitados y la intensidad de los debates muestran que la política del siglo XIX se desarrollaba en contextos de alta tensión.
Por primera vez en su historia, reparan las ventanas de la cúpula del Congreso
El salón conserva el estrado, las bancas y las lámparas originales. La distribución del espacio permite comprender cómo se organizaban las sesiones y cómo se ejercía el poder.
La ubicación de los estrados y la circulación de legisladores y autoridades indican una planificación pensada para la funcionalidad legislativa, no solo para la estética.
Tras la mudanza del Congreso en 1905 al Palacio Legislativo actual, el edificio fue ocupado primero por el Archivo General de la Nación y luego por la Junta de Historia y Numismática, precursora de la Academia Nacional de la Historia, que se instaló allí en 1971.
Durante esos años se preservaron tanto el mobiliario como los registros documentales que permiten reconstruir los debates y decisiones ocurridos en el siglo XIX.
La pintura de Manuel Blanes que reproduce a Roca con la frente vendada sirve como ejemplo de cómo los hechos políticos se vinculan con el espacio físico.
La obra se conserva en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso actual, pero la reproducción en Balcarce 139 permite contextualizar el lugar donde ocurrió la escena.
El edificio refleja además la evolución de la arquitectura pública argentina. Combina elementos clásicos con detalles coloniales y evidencia decisiones de diseño orientadas a la actividad legislativa.
El antiguo Congreso es una fuente directa de investigación sobre la Argentina del siglo XIX"
La estructura permite reconstruir cómo se distribuían las sesiones, cómo se organizaban los legisladores y cómo se recibía al público, ofreciendo información que los documentos escritos por sí solos no pueden brindar.
Entre las leyes debatidas aquí se encuentran normas que marcaron la organización administrativa, la estructura del Estado y la consolidación de la institucionalidad republicana.
La documentación histórica asociada al edificio permite rastrear nombres de legisladores, fechas de aprobación y contexto político, convirtiendo al antiguo Congreso en una fuente directa de investigación sobre la Argentina del siglo XIX.
La continuidad de la función pública del edificio, primero como archivo y luego como sede de la Academia, garantizó la preservación de la memoria legislativa.
Hoy, las salas conservan el mobiliario original, los detalles arquitectónicos y una distribución que permite comprender cómo se desarrollaban los procesos legislativos. Visitar Balcarce 139 confirma que la historia política argentina se puede reconstruir observando el espacio físico y los registros que conserva.