Historia política

Sarmiento: audacia y energía para transformar

Cuando se dispone de la voluntad popular y de la posibilidad de hacer cambios que brinda un presupuesto público, se ponen a prueba las ideas y las capacidades. Sarmiento fue un buen ejemplo cuando le tocó ser presidente de la República.

Sarmiento Foto: Cedoc

La innovación y la capacidad de transformar realidades es la base de la acción política. Y cuando se dispone de la voluntad popular como respaldo y de la posibilidad de hacer cambios que brinda un presupuesto público, es donde se ponen a prueba las ideas y las capacidades de acción. Sarmiento fue un buen ejemplo de esto cuando le tocó ser presidente de la República.

El sanjuanino resultó ser el primer presidente que no fue jefe de uno de los bandos en disputa ni de una revolución triunfante. Al asumir, en el viejo Fuerte, antecesor de la Casa Rosada, Sarmiento dice que su gobierno se dedicará a “distribuir la mayor porción posible de felicidad sobre el mayor número posible de ciudadanos”. Anuncia que va a “hacer de toda la República una escuela” y una de las primeras acciones que realiza es visitar el pueblo bonaerense que usó como emblema de su política agraria, Chivilcoy, donde declara que pretende hacer “100 Chivilcoy” durante sus años de gobierno. Es decir, tierras para pequeños propietarios y educación para sus hijos es la fórmula de su gobierno. Lo acompañan 5 ministros: Dalmacio Vélez Sarsfield en Interior, Avellaneda en Justicia, Culto e Instrucción Pública, Mariano Varela en Relaciones Exteriores, José Gorostiaga en Hacienda, y Martín de Gainza en Guerra y Marina.

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Al recorrer los “Papeles del presidente” que supo juntar su nieto Augusto Belín Sarmiento, se puede reconstruir el tono y los dilemas de aquella gestión. El orden fue su máxima preocupación. El contexto en que tiene lugar su asunción del mando pinta a las claras las limitaciones para ejercer la autoridad en la época. Fue inédita la situación que se dio cuando Mitre le traspasó el poder: cientos de personas se metieron en el Fuerte y hasta en el despacho presidencial; el jefe de estado saliente tuvo que pararse en un escritorio y, a los gritos, pedir silencio y que se retiraran los que nada tenían que hacer en el lugar. Se calcula que en un salón para 100 personas había casi 1000.

En los papeles de la presidencia de sus primeros tiempos de gestión se repiten cuestiones comunes y permanentes a lo largo de su mandato, como inauguración de líneas telegráficas, ensayos de máquinas agrícolas, estímulo a la inmigración, creación de bibliotecas y subvenciones para levantar escuelas. Hay otras cuestiones significativas, como la compra por el estado, el 15 de septiembre de 1869, de la casa tucumana donde se juró la Independencia, o la designación de George Stearns, el 13 de abril de 1870, como director de la primera escuela normal en Paraná. En octubre de 1871 inaugura el Observatorio Astronómico de Córdoba, para el que trajo al país al científico graduado de Harvard Benjamín Gould, y en agosto de 1874 el cable submarino que significó un salto cualitativo en las comunicaciones.

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Su gestión transitó un tiempo de elevado crecimiento, incentivado por el expansionismo de gasto público que practicó como presidente. Contra lo que indica el estereotipo más común, en lo económico estuvo lejos de ser un conservador: desde un claro activismo estatal promovió obras para modernizar al país a través de la infraestructura y bajando los costos de transporte y producción. En el contexto de la época, logró robustecer la autoridad de un gobierno nacional que estaba recién naciendo y empezando a delimitar con mayor claridad las tareas con los estados provinciales.

El programa de Sarmiento tuvo algunas bases centrales: avanzar en inmigración, ferrocarriles, educación pública y colonización agrícola. En 1870 resumió a las necesidades de su época con tres conceptos: educación, tierras y poder eficaz. Parado en una posición contraria a la propiedad de la tierra en pocas manos (en todo el país había solo 8600 productores rurales), la consideró elemento de trabajo e interpeló a los terratenientes: “alambren, no sean bárbaros”. “Colonias quiere decir la rápida transformación de la tierra de ganado en tierra de labor”, define en carta a Posse desde Rosario, luego de recorrer los campos del interior en 1870. “La Pampa es transformable”, se entusiasma en carta a Avellaneda cuando recorre el campo colonizado entre Rosario y Córdoba gracias al ferrocarril Central Argentino: inspirado por lo que observa en Fraile Muerto (hoy Bell Ville), compara a esa pampa con una “inmensa hoja de papel”, porque en ella “va a escribirse todo un poema de prosperidad y cultura”.

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Crear una nueva sociedad requería una “revolución para destronar a la estancia”, esquema productivo que a su entender frenaba el progreso. Entre sus innovaciones, en 1871 creó el Ministerio de Agricultura e instauró un premio al mejor sistema de conservación de carnes. Para integrar el territorio y financiar la producción promovió los ferrocarriles (los llamaba “conductores de civilización”), los puertos y creó el Banco Nacional para tratar de balancear el poder con el dominante Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Una de sus decisiones fundacionales fue practicar el primer censo de la historia nacional, efectuado entre el 15 y el 17 de septiembre de 1869, en un país amplio pero casi desierto. La población total del país alcanzaba 1.877.490 personas, 413 mil eran niños y casi 212 mil eran extranjeros.

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El salto educativo en su gestión fue notable: en 1868 había en las escuelas del país 30 mil niños, cifra que subió a 100 mil cuando Sarmiento dejó el gobierno. No se trataba sólo de educar a los niños y jóvenes, sino de educar a los docentes: trajo entonces las escuelas normales para formar maestros, y transplantó docentes de Estados Unidos. La primera fue la escuela normal de Paraná, inaugurada en junio de 1869 y con la dirección de George Stearns. Para estimular a las provincias, dio premios a aquellas que hicieran mayor esfuerzo por la educación primaria.

En su “mensaje a los argentinos” de 1874, cuando lanza las sesiones del Congreso y hace un balance de su gobierno, Sarmiento mide el éxito de su gestión haciendo referencia a educación y publicaciones. Destaca el aumento en el consumo de papel, “que es la medida del movimiento intelectual”. Resalta que los niños en colegios nacionales, que eran 1006 en 1868, pasaron a 4000 en 1873. Menciona que en 1852 había 20 escuelas estatales en Buenos Aires, contra 1117 en 1874, “considerable parte de ellas en edificios adecuados y a veces suntuosos”.

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No es casual que Sarmiento haya puesto como medida de su gobierno a la difusión de escuelas y al uso de papel: educación y debate de ideas son terrenos en los que se construía la “civilización”. A pesar del contexto inestable en lo político, y de las enormes precariedades del momento, nunca paró de dar debates e innovar. En carta a Félix Frías, del 5 de enero de 1875, Sarmiento escribió: “Se han necesitado puños de Hércules para tener el timón de nave tan inmanejable”.