El gran y nada hermoso desastre económico de Trump
A pesar de las promesas del presidente estadounidense Donald Trump de reducir la inflación, reducir los déficits y reactivar la manufactura, sus guerras arancelarias han impuesto elevados costes a aliados clave, provocado picos de precios y perjudicado a productores y agricultores estadounidenses. Sin embargo, hay pocas pruebas de que Trump esté dispuesto a cambiar de rumbo.
WASHINGTON, DC – Casi un año después de su regreso a la Casa Blanca, las consecuencias de las políticas económicas de Donald Trump son cada vez más evidentes. Desde el inicio de su primer mandato, la mayoría de los economistas advirtieron que muchas de sus políticas no solo eran fundamentalmente inconsistentes con sus objetivos declarados, sino que los socavarían activamente. A medida que los costos aumentan, muchos estadounidenses se preguntan cuánto daño más infligirá antes de decidir cambiar de rumbo.
Las políticas arancelarias de Trump son un claro ejemplo. A pesar de la evidencia de sus efectos nocivos y de varios retrocesos parciales, Trump sigue promocionando el proteccionismo. Incluso ha afirmado que los ingresos por aranceles eliminarían la necesidad del impuesto sobre la renta federal, una afirmación que carece de base aritmética.
En realidad, sus políticas comerciales han impuesto altos costos a aliados de larga data y han erosionado el poder blando estadounidense. Esa pérdida por sí sola justificaría el regreso a un sistema comercial abierto, incluso si las consecuencias económicas de sus aranceles fueran menos graves de lo que son.
Para que una economía funcione bien, debe operar dentro de un marco comercial estable, con respeto al estado de derecho. Los anuncios de política deben ser consistentes y predecibles, para que la incertidumbre sobre las condiciones futuras no suprima la inversión, la producción y el comercio.
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Las guerras arancelarias de Trump han generado precisamente esta clase de incertidumbre. Ha dicho repetidamente que sus metas son bajar la inflación, reducir los déficits de cuenta corriente y comercial, y crear "buenos" empleos manufactureros. Sin embargo, sus políticas comerciales no han logrado ninguno de estos objetivos, ya que las tasas arancelarias han subido, bajado, eliminado y reinstaurado de forma impredecible.
En muchos casos, sus anuncios han tenido poco que ver con la economía. Por ejemplo, en julio impuso un arancel del 50% a los productos brasileños motivado por su oposición al proceso judicial contra el expresidente Jair Bolsonaro, un aliado político. La incertidumbre resultante puede ser incluso más dañina económicamente que los propios aranceles.
Aunque las políticas de Trump han perjudicado a los socios comerciales de Estados Unidos, el mayor daño lo ha sufrido el propio país. Consideremos la agricultura: tras fracasar el acuerdo con China de 2017, anunció un nuevo pacto donde China compraría 12 millones de toneladas de soja en 2025. China, sin embargo, importó solo el 20% de esa cantidad, optando por comprar más a Argentina y otros países.
En un reconocimiento implícito del daño, Trump anunció recientemente un rescate de 12,000 millones de dólares para los agricultores para "suavizar el golpe arancelario". Pero incluso con ese dinero, los agricultores estarán peor y los contribuyentes pagarán el precio.
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Notablemente, el déficit comercial aumentó después de que Trump subiera los aranceles a las importaciones de alimentos en abril. El precio del café se disparó más del 40%, lo que obligó a rescindir el aumento. El precio de la carne de res subió más del 10%; ese arancel también fue retirado en noviembre, otra admisión tácita del fracaso.
Mientras que las exportaciones chinas a EE. UU. cayeron un 69% hasta septiembre, China simplemente redirigió sus productos a otros socios. Como resultado, se proyecta que las exportaciones de China aumenten un 8% en 2025, y su superávit comercial ha superado el billón de dólares por primera vez.
El esfuerzo por revivir empleos manufactureros ha producido resultados igualmente decepcionantes. Los aranceles a los insumos han elevado los costos para los productores locales. Aunque la producción de acero sumó unos 2,300 empleos, las industrias que consumen acero y aluminio perdieron 75,000 empleos.
Los principios macroeconómicos básicos explican estos resultados. Casi todos los economistas coinciden en que la balanza de cuenta corriente refleja la diferencia entre la demanda y la oferta agregadas. Con el tiempo, los aranceles no pueden reducir un déficit comercial a menos que el gasto total caiga respecto a la producción.
Trump no ha tomado medidas para reducir la demanda agregada. Al contrario, su proyecto de ley "One Big Beautiful Bill" casi con seguridad ampliará los déficits. En los primeros nueve meses de 2025, el déficit comercial de EE. UU. ya era un 17% mayor que en el mismo periodo de 2024.
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Trump también ha usado amenazas arancelarias para presionar a otros países a aumentar la inversión extranjera directa (IED) en EE. UU. Japón, por ejemplo, prometió 550,000 millones de dólares en IED a cambio de una tasa arancelaria base del 15%. Estas entradas de capital apreciarán el dólar, lo que desalentará las exportaciones y fomentará las importaciones, ampliando aún más el déficit.
Finalmente, a pesar de las afirmaciones de Trump, no hay evidencia de un aumento neto de "buenos" empleos. A medida que los resultados nefastos se acumulan, cabría esperar que la administración reconsidere su enfoque, pero eso sigue siendo dudoso.
(*) Anne O. Krueger, ex economista jefa del Banco Mundial y ex subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, es profesora de Economía Internacional en la Universidad Johns Hopkins e investigadora en la Universidad de Stanford.
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