Voto a voto con EEUU: una “convertibilidad diplomática”
“El presidente de Estados Unidos siempre ‘golpea para negociar’ en todos los terrenos, pero tiene una excepción y se llama China”, sostiene el autor. El total alineamiento nacional con la potencia norteamericana tiene riesgos: “la rigidez es el peor enemigo de las relaciones internacionales”, y Trump lo sabe.
En el arco de tiempo que va desde la guerra de tarifas que lanzó Donald Trump en abril 2025 al reciente y cálido anuncio de la visita que hará a Beijing en 2026, el mundo confirmó dos cosas: el presidente de Estados Unidos siempre “golpea para negociar” en todos los terrenos, pero tiene una excepción y se llama China.
El escenario internacional puede describirse como multipolar, pero Washington y Beijing siguen siendo los dos actores principales, si bien de un modo distinto a la Guerra Fría. Su interconexión general les impide “desacoplarse” del todo mientras libran su disputa. Trump tira de la cuerda hasta que Xi lo permite y negocian.
Todos los demás actores orbitan alrededor de esa gran puja. Europa busca amortiguar su súbita desprotección; Asia intenta no perder negocios sin resignar seguridad; África procura saciar su enorme sed de crecimiento; y Oceanía trata de capitalizar la competencia sinoestadounidense por el dominio del Indopacífico.
¿Y América Latina? ¿Tiene una estrategia común? ¿Desde qué lugar debería definirla? ¿Forma parte del Sur Global o de Occidente? El centro de poder occidental siempre vio a la región como “the rest of the West”, el resto de Occidente, y EE.UU. sólo le presta atención cuando irrumpe un actor extrarregional como China.
“Diversos gobiernos de Argentina han hecho grandes esfuerzos por ser reconocidos como occidentales. Hoy es un arma de doble filo, porque los países del BRICS y del Sur Global tienen cada vez un papel más importante en las negociaciones internacionales”, advierte Andrea Oelsner.
Nuestro país hizo uno de esos grandes esfuerzos en los años 90, cuando renunció a su autonomía monetaria y ancló su moneda a la divisa más poderosa del mundo, el dólar, símbolo del poder económico occidental. Aquel experimento debió abandonarse por rígido y ficticio, pero ahora parece revivir bajo otras formas.
Hace una semana, por primera vez, Argentina se negó a acompañar el comunicado final del G20 en Sudáfrica (como EE.UU.) y votó en la ONU contra la eliminación de la tortura (como EE.UU.). En distintos foros multilaterales, la Argentina está anclando su política exterior a la de Estados Unidos. El gobierno de Javier Milei está recreando una “convertibilidad diplomática” y autolimitando la manera en que nos vinculamos con el mundo.
Si ya intentamos ser convertibles una vez y no resultó, ¿por qué insistir? La mayoría de los países, frente a la disputa entre China y Estados Unidos, hace lo contrario.
Desde su posición relativa, cada uno se da toda la flexibilidad posible —incluso emergentes como India— para que su potencial pueda “convertirse” en vínculos con una u otra potencia. Cada día, esos países demuestran que la rigidez es el peor enemigo de las relaciones internacionales. Hasta Trump lo sabe, y por eso aceptó visitar a Xi Jinping el año próximo.
“Efecto Mariposa” es un ciclo de conversaciones sobre política internacional producido por Fundación Embajada Abierta y conducido por Jorge Argüello que se emite por Canal E los jueves a las 22 y los domingos a las 23.
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