Si algo define el mundo en estos días es el eje de relación que une Washington con Beijing, incluso allí donde los conflictos ofrecen protagonistas, raíces y motivaciones al parecer ajenas. Como otras veces en la Historia, en casi todas las coyunturas emergen los intereses en juego de la potencia vigente y los de la que la desafía.
Ciertamente, esta gran confrontación tiene sus diferencias con la de la Guerra Fría entre EEUU y la URSS, principalmente por el nivel de interdependencia que la etapa posterior de globalización terminó creando entre las economías estadounidense y china. No pueden “desacoplarse” fácilmente y levantar un muro que las separe.
“En la competencia entre China y Estados Unidos resurgen las potencias medias”
Muchos especialistas en relaciones internacionales con los que hemos dialogado en Efecto Mariposa (Canal E) describen esa relación de necesidad y a la vez de confrontación como de “competencia cooperativa”, o bien de “rivalidad interdependiente”. Por eso, EEUU sanciona con dureza a Brasil o a India, pero sigue negociando con China. Y por eso las “potencias medias” miden bien sus pasos.
Beijing, nos dice el embajador chino en Argentina, Wang Wei, propone “superar las diferencias históricas, culturales sociales e ideológicas y trabajar juntos para construir una comunidad de futuro compartido. China seguirá siendo defensora, constructora y contribuyente del actual sistema y orden internacional”.
Pero ni ese credo multilateral de Beijing, cuando Washington elige replegarse después de jugar ese rol por décadas y recostarse en su “America First”, evitará las tensiones bilaterales. Y ese juego obliga a todos los países a evitar alineamientos apresurados que provoquen a una de las partes, y a cuidar una equidistancia que proteja, primero, el interés nacional.
No importa si se negocian swaps, cooperación militar o acuerdos comerciales.
En momentos de crisis, como las económicas y financieras que conocemos en Argentina, urge todavía más tener en claro que jugar de apuro ignorando la dimensión de la competencia Washington-Beijing resulta más complicado que en la Guerra Fría, porque el blanco y negro de aquellos días hacía todo más claro.