A pesar de todo el reciente debate transatlántico sobre la creación de un Ejército conjunto europeo, Alemania –que tiene el segundo ejército más grande de la Unión Europea– tiene poco interés en crear cualquier tipo de fuerza supranacional bajo el mando de la UE. Esta renuencia es clave para comprender la ineficacia de todos los proyectos militares existentes en el bloque.
En una reciente columna de opinión publicada en el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, expuso su visión de "un ejército de los europeos" --observe el cambio de énfasis respecto del "Ejército europeo". Von der Leyen lo vislumbra como "fuerzas armadas bajo la responsabilidad nacional, estrechamente vinculadas, uniformemente equipadas, entrenadas para operaciones conjuntas y listas para actuar, como la Brigada Francoalemana y el Cuerpo Germano-Holandés". Las palabras clave aquí son "bajo responsabilidad nacional". Esto significa mantener vigentes los procedimientos existentes para desplegar tropas, una decisión que, en Europa, corresponde a cada estado miembro.
"Considero inteligente la institución alemana de control parlamentario", escribió Von der Leyen. "Nuestras tropas necesitan el amplio apoyo de la población para misiones difíciles y peligrosas".
Por supuesto, los procedimientos parlamentarios son lentos, especialmente dada la división de la actual política alemana (y europea). Von der Leyen quiere acelerar el proceso haciendo que legisladores nacionales que se especializan en defensa trabajen con colegas europeos en una agrupación especial que elabore directrices en beneficio de los responsables nacionales de la toma de decisiones. Pero sería difícil recordar una situación en la que un comité de la UE haya hecho algo más rápido que lento.
La necesidad de decidirlo todo por comité ya ha debilitado lo más cercano que tiene la UE a un Ejército común: los dos Grupos de Combate de la UE, cada uno compuesto por hasta 2.000 soldados. Desde 2007, una de estas fuerzas multinacionales de respuesta rápida ha estado en espera permanente. Nunca han sido desplegadas porque los miembros de la UE nunca han llegado a un acuerdo unánime para hacerlo. Lo más cerca que llegaron de hacerlo fue en 2013, cuando se discutió una intervención en la República Centroafricana, pero Francia terminó liderando una misión allí que no involucró a los Grupos de Batalla.
La UE tiene una capacidad infinita para establecer muchos mecanismos experimentales sin deshacerse completamente de proyectos antiguos, fallidos o no probados. Esto da lugar a un panorama de cooperación de defensa extremadamente complejo, en el que se desarrolla mucha capacitación conjunta y coordinación de bajo nivel, pero nunca se construye una estructura global. Nuevas propuestas, como la Iniciativa de Intervención Europea del presidente francés, Emmanuel Macron, simplemente se suman al revoltijo de acrónimos y solo parecen confirmar la disposición de los gobiernos a cooperar en defensa, hasta que llega la hora de enviar tropas a algún lugar lejano.
Francia, que cuenta con el Ejército más grande de la UE, tiene un sistema simple para tomar decisiones de despliegue: el presidente tiene la última palabra. También es relativamente fácil en Italia, donde el gobierno decide, y en Polonia, donde depende del presidente, pero, por ejemplo, en los Países Bajos, Suecia, Hungría y República Checa es necesaria una autorización parlamentaria previa, al igual que en Alemania. Un Ejército europeo requeriría la armonización de estos distintos procedimientos, lo que parece casi imposible porque involucraría enmiendas constitucionales, y dado que muchos países están gobernados por coaliciones inestables, renunciar a cualquier grado de soberanía en un asunto tan delicado como el de defensa sería imposible.
Von der Leyen y otros políticos europeos entienden esto perfectamente bien. Sus comentarios están dirigidos en gran medida a los oídos estadounidenses. Son una respuesta a las demandas de Estados Unidos de un aumento del gasto militar, que el presidente Donald Trump enmarca como aportes a la OTAN. Las naciones europeas más fuertes en términos militares están dispuestas a demostrarle a Washington que están invirtiendo en su propia defensa en lugar de, como Trump lo ha expresado con crudeza, pagar a EE.UU. por que las defienda.
EE.UU. se enfoca en exigir un mayor gasto militar a los países europeos, especialmente en equipos, al tiempo que ignora la ineficiencia de los sistemas de adquisición de los estados miembro, algo que la OTAN ha tolerado durante décadas. La entidad tiene parte de la culpa de la innecesaria variedad de equipo militar en los países de la UE, los que usan 178 sistemas de armas en comparación con los 30 de EE.UU., 17 tanques de batalla principales en comparación con solo uno de EE.UU., y 20 tipos de aviones de combate en comparación con los seis del país norteamericano.
Un mayor gasto no es la respuesta. En su lugar, los europeos se dan cuenta de que necesitan una mayor cooperación en la adquisición para reducir los costos e introducir una mayor uniformidad. Si eso no es lo que la OTAN, o fundamentalmente EE.UU., quiere de ellos, intentarán hacerlo fuera del Proceso de Planificación de la Defensa existente de la OTAN. Por lo tanto, la coordinación de los presupuestos a través de un proceso relativamente nuevo llamado Revisión anual coordinada de la defensa (CARD, por sus siglas en inglés), es probablemente la parte más importante de los planes de Europa sobre un Ejército.
EE.UU. debería alentarlo con la esperanza de que funcione mejor que la OTAN en cuanto a lograr eficiencia. Europa no está tratando de amenazar el dominio militar de EE.UU., sino más bien de solucionar problemas que también deberían preocupar a la alianza.
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