Los asesinatos en México aumentaron a un nuevo récord en 2019, el primer año completo de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia, lo que supone un problema para la promesa de campaña del popular líder de reducir la violencia.
Los asesinatos, a menudo impulsados por los cárteles de la droga de la nación, aumentaron a 34.582, frente a los 33.743 del año anterior, según datos publicados por el sistema nacional de seguridad pública. El aumento del 2,5% representa el menor desde que los homicidios cayeron en 2014 y contrasta con los incrementos del 17% al 28% en los tres años anteriores.
“Lo relevante es que los homicidios continúan en un nivel extremadamente alto, y el único cambio es la cresta de la ola”, dijo Vidal Romero, profesor de ciencias políticas en el Instituto Autónomo de Tecnología de México (ITAM) y codirector del Centro de Estudios de Seguridad, Inteligencia y Gobernanza. “Las cosas no han cambiado, y no hay una política que esté llegando a la raíz del problema”.
Los narcotraficantes representan una amenaza tanto para Estados Unidos como México. Los asesinatos en la nación latinoamericana a menudo se llevan a cabo con armas de contrabando introducidas desde Estados Unidos. Por otra parte, las muertes por sobredosis en Estados Unidos, de drogas que con frecuencia proceden o atraviesan México, aumentaron a unas 70.000 anualmente en años recientes, según los Centros de Estados Unidos para el Control y la Prevención de Enfermedades.
López Obrador, conocido popularmente como AMLO, ha logrado mantener el índice de aprobación en 72%, según una encuesta del periódico El Financiero publicada a principios de este mes, pero los votantes probablemente responsabilizarían a su partido Morena por los malos resultados de la seguridad en las elecciones legislativas de mitad de período en 2021, dijo Romero.
Dos episodios de alto perfil a finales del año pasado centraron la atención en los problemas de seguridad de México. En octubre, el gabinete de seguridad de López Obrador decidió liberar al hijo capturado del líder del narcotráfico Joaquín “El Chapo” Guzmán para evitar un tiroteo y un derramamiento de sangre entre las autoridades y los delincuentes que el Gobierno temía que afectaría a civiles. En noviembre, nueve miembros de una familia mormona con doble ciudadanía estadounidense-mexicana fueron asesinados en un ataque por individuos armados pertencientes al crimen organizado.
El presidente Donald Trump ha presionado a México para que intensifique la lucha para combatir las bandas de narcotraficantes, y ha pedido que las naciones “emprendan la guerra” contra los cárteles conjuntamente. En noviembre, mencionó que podría designar los cárteles organizaciones terroristas. En diciembre, después de una visita a Ciudad de México del fiscal general de Estados Unidos, William Barr, Trump dijo que iba “temporalmente” la propuesta a solicitud de López Obrador.
Hasta ahora, México se ha resistido a un enfoque duro, deseando evitar el nivel de militarización que tuvo lugar cuando Felipe Calderón fue presidente de 2006 a 2012. Los esfuerzos de México se han centrado en desplegar a decenas de miles de miembros de su nueva Guardia Nacional, una fuerza que comenzó a trabajar oficialmente en julio y que aún no opera a plena capacidad.
La estrategia de López Obrador también incluye educación y subsidios para los jóvenes. Pero la frase que ha usado a veces para resumir su filosofía, “abrazos, no balazos”, ha sido criticada por muchos analistas de seguridad como ingenua e irrealista.
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