Gran parte de Caracas ahora está desierta y prácticamente nadie transita por las calles, salvo las fuerzas de seguridad que hacen cumplir la cuarentena por coranavirus. Sin embargo, no es igual en los barrios más pobres de la capital venezolana. Para sus habitantes no es una opción acatar la cuarentena pues deben abastecerse. La comida se acaba y los pobres deben arriesgarse al contagio y visitar mercados repletos para comprar arroz, huevos y harina de maíz.
En el mercado de Coche, en el suroeste de Caracas, una larga fila de compradores recibe mensajes por altoparlantes que les aconsejan que usen tapabocas y desinfectante para manos, y que mantengan una distancia de 1,5 metros entre sí. Antes de entrar, se les rocía con una mezcla de agua y alcohol.
Dentro del mercado, las reglas se olvidan pronto: cientos de personas se tropiezan entre sí en busca de los mejores precios en cebollas, sardinas o plátanos. Hace calor y hay moscas por todas partes. En medio del regateo, muchas personas se quitan sus máscaras viejas y sucias, y se limpian sus manos sudorosas sobre sus caras sudorosas. En medio de los puestos de frutas, un barbero montó un salón y le corta el cabello a un cliente.
Escenas similares se desarrollan en el mercado de Quinta Crespo, en el centro de la ciudad; en Catia, en el oeste; y en Petare, en el este. Algunas personas no tienen suficiente dinero para comprar alimentos para más de un día y vuelven a los mercados una y otra vez. A pesar de la pandemia, Alberto Silva, de 39 años, debe salir de su casa todos los días o su familia no puede comer. Camina por la calle principal de Catia con su único tapaboca y vende pan. Gasta lo que gana en la comida del día para su esposa y sus dos hijos.
En su casa, todo lo que tiene son dos paquetes de harina de maíz y tres bolsas de arroz, dice. Evita tocar a sus hijos por miedo a infectarlos: “Hoy solo pude cambiar una bolsa de pan por este paquete de arroz”, dice. “No puedo quedarme en casa”. Todos tienen miedo, especialmente los ancianos, y todos saben que el colapso del sistema de salud de Venezuela bajo ninguna circunstancia puede hacer frente a la pandemia.
El Gobierno de Nicolás Maduro dice que en Venezuela se han registrado 143 casos de coronavirus y tres muertes desde el 13 de marzo. El líder de la oposición, Juan Guaidó, asevera que el número real es mucho mayor. Mientras se aferra a una bolsa de tomates y zanahorias en el mercado de Coche, Mirtha Ley, de 71 años, dice que tiene que hacer sus propias compras porque vive sola. Las paga con dinero que su hijo le envía desde Perú.
“Me da miedo, está lleno de gente, pero encuentro mejores precios aquí”, explica. “Espero no enfermarne, pero no puedo dejar de comer “. Los vendedores de verduras como José Padilla, de 43 años, se quejan de que desde que comenzó la cuarentena el 17 de marzo, los precios han aumentado y están recibiendo menos mercadería debido a la grave escasez de gasolina.
El Gobierno permite que los mercados estén abiertos durante medio día. Después de las 11:00 am, soldados en motocicletas conducen por las calles de Petare mientras tocan sus bocinas y ordenan cerrar las tiendas. “Tenemos que buscar comida, tenemos hambre”, les grita una mujer enojada a las patrullas.