Se acumulan presiones para que la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, abandone el plan que elaboró para el brexit o enfrente una derrota catastrófica en el Parlamento.
Gran Bretaña y la Unión Europea vienen avanzando hacia un acuerdo tras 16 meses de negociaciones con el objetivo de firmar un convenio en la cumbre del mes de noviembre. Pero en tanto crece la oposición interna, parecería que se desvanece el impulso para concretar dicho acuerdo rápidamente. La libra cayó.
Se esperaba que el Gabinete se reuniera este mismo lunes para refrendar los planes de May, pero a última hora del domingo no había señales de mayores avances, según personas familiarizadas con el tema. Si May quiere ver sellado un acuerdo en noviembre -tal como esperan inversores y empresas-, esta semana probablemente sea la última chance de reunir a su dividido Gabinete.
Era evidente que conseguir un acuerdo de separación con un Parlamento fuertemente dividido iba a ser el mayor desafío para May. Pero dado que las diferentes facciones que se oponen al enfoque de May intensifican sus advertencias, parece más difícil aún de lo que probablemente calcularan sus jefes de grupos parlamentarios.
Los legisladores conservadores pro brexit aunaron fuerzas el domingo con el partido de Irlanda del Norte que apoya al gobierno minoritario de May. Amenazaron con rechazar el acuerdo que está elaborando aun cuando en los próximos días pueda persuadir al gabinete de que lo apruebe.
“Si el gobierno comete el error histórico de establecer como prioridad el apaciguar a la UE antes que establecer un Reino Unido integral e independiente, lamentablemente tendremos que votar en contra del acuerdo”, escribieron Steve Baker, exministro conservador, y Sammy Wilson, vocero del brexit para el Partido Unionista Democrático, en The Sunday Telegraph.
Los partidarios del brexit quieren una ruptura clara con la UE para que Gran Bretaña pueda establecer sus propios acuerdos comerciales en el mundo y recuperar el control de las regulaciones y la legislación. Temen que las garantías que ofrece May para evitar controles en la frontera con Irlanda puedan llegar a atar indefinidamente el Reino Unido a las normas europeas. Los legisladores de Irlanda del Norte temen que se termine tratando a la región de manera diferente que a Gran Bretaña.
Un nuevo frente
En el otro extremo del debate, crecen las críticas hacia May entre los conservadores pro UE, en tanto la renuncia sorpresiva de Jo Johnson como ministro de Transporte el viernes generó versiones de que otros podrían seguir su ejemplo. Johnson, el hermano favorable a la UE del exsecretario de Exteriores partidario del brexit, Boris Johnson, exhortó a realizar un segundo referéndum en tanto dijo que el manejo de las negociaciones por parte de May había dejado a Gran Bretaña ante la alternativa de ceder aún más soberanía de la que requería la pertenencia a la UE o aceptar el caos de no lograr un acuerdo.
La exsecretaria de Educación, Justine Greening, intervino este domingo para respaldar el gesto de Johnson y reiterar su exigencia de llevar a cabo otro plebiscito. Sigue sin haber una mayoría en el parlamento para una repetición de la votación de 2016, pero si más Tories pro UE se pronuncian a favor de llevarlo a cabo, a May le resultará aún más difícil conseguir que se apruebe su acuerdo. Los legisladores que hacen campaña por una repetición ven una oportunidad para impulsarla si el Parlamento rechaza el tratado de separación de May.
Los jefes de grupos parlamentarios de May suponen que muchos legisladores del Partido Laborista terminarán votando a favor de su acuerdo, sobre todo los que representan a electores partidarios del brexit. Pero Keir Starmer, vocero del laborismo para el brexit, reaccionó en contra de esa idea el domingo, diciendo que los miembros del Parlamento no están obligados a ceder a un mal arreglo por miedo a salir de la UE sin ninguno.