A medida que el covid-19 se extendió por todo el mundo esta primavera, los vuelos se detuvieron, los desplazamientos diarios al trabajo se cancelaron y los petroleros flotaron en alta mar, a la espera de un aumento en la demanda.
El coronavirus ha reducido las emisiones globales de carbono más que cualquier otro evento en el último siglo. Pero la desaceleración inducida por la pandemia puede finalmente obstaculizar los esfuerzos de frenar el cambio climático.
“Si terminamos en una profunda recesión, eso reducirá las emisiones a corto plazo. Pero a largo plazo, el aumento de las emisiones por una menor inversión en energía limpia podría superar fácilmente esas reducciones a corto plazo”, asegura Kenneth Gillingham, profesor asociado de economía en Yale y autor principal de un nuevo estudio sobre posibles resultados climáticos del virus.
Las emisiones diarias de carbono en EE.UU. cayeron 15% en general desde marzo hasta principios de junio, según el nuevo estudio. El uso de energía del combustible para aviones se redujo a la mitad, mientras que la gasolina se redujo en un 30%, pero Gillingham señaló que hay formas más baratas de reducir las emisiones que una desaceleración económica.
Los investigadores modelan dos posibles caminos hacia adelante. En uno, el covid-19 se controla pronto y la economía se reabre completamente para fin de año (el mejor de los casos). En otro, el virus continúa propagándose, causando una recesión global (que los investigadores consideran más probable). En el último escenario, los investigadores estiman que se emitirán 2.500 millones de toneladas métricas de CO2 adicionales para 2035, o el equivalente a 6,8% de las emisiones de CO2 de 2019 provenientes de la energía. El IPCC se ha fijado el objetivo de reducir a la mitad las emisiones mundiales para 2030.
Si bien las emisiones caerían a corto plazo en el escenario probable, la economía de la situación conduciría a un aumento mayor a lo largo del tiempo. La inversión a largo plazo en el sector energético se retrasaría, y los bajos costos de electricidad podrían desviar los fondos de las energías renovables. Las ventas de vehículos eléctricos también se verían afectadas, y habría menos infraestructura nueva para cargarlos.
El equipo de investigación concluyó que el consumo de energía permanente debería reducirse en un 4% para compensar su retraso proyectado en las inversiones.
Sin embargo, la respuesta de los gobiernos es “el comodín que puede cambiar todo”, según el estudio. La aparición del virus inicialmente desvió la atención del mundo de los problemas climáticos. Ahora, a medida que los gobiernos inyectan dinero en sus economías, muchos se aseguran de que esos fondos tengan condiciones ecológicas. La Unión Europea, el Reino Unido, Japón y Corea del Sur están considerando leyes de estímulo que incluyan un enfoque en energía limpia, según Gillingham y sus coautores.
Hay un miríada de formas en que el gobierno de Estados Unidos podría respaldar iniciativas ecológicas con sus fondos de estímulo, pero la ley CARES de US$2,2 billones aprobada en marzo fue despojada de todo rastro ecológico. Las compañías petroleras aprovecharon casi US$2.000 millones en beneficios fiscales que proporcionó la ley.
Los investigadores utilizaron datos de la Administración de Información Energética de EE.UU., la Agencia de Protección Ambiental y la Administración Federal de Carreteras, entre otros, y analizaron los efectos de la recesión de 2008 para modelar los posibles efectos de la inversión y las emisiones de energía limpia retrasadas, centrándose en la economía del combustible de vehículos y la electricidad renovable.