Los esfuerzos de las autoridades para detener la propagación del coronavirus han sumido a la economía estadounidense en una fuerte contracción, lo que ha llevado a algunos a argumentar que la cura podría ser peor que la enfermedad. Este pensamiento infundado ignora una consideración crucial: podemos mejorar los intercambios al reducir el costo de salvar vidas, como lo han demostrado el Congreso y la Reserva Federal.
Sin duda, las medidas para contener la pandemia reducirán drásticamente la actividad económica en las próximas semanas y meses. Los 3,28 millones de solicitudes iniciales de beneficios del seguro de desempleo para la última semana casi quintuplicó el récord anterior. En muchos sentidos, esta es una elección. El distanciamiento social y el resguardo en el hogar son esenciales para frenar la propagación, y la contracción económica es la consecuencia inevitable.
En este punto, también es difícil decir cuánto sacrificio se requerirá. No sabemos con certeza la magnitud de la expansión de la pandemia, o cuánto tiempo tomará frenar el número de casos nuevos para que los hospitales puedan manejar la embestida sin tener que elegir quién vive y muere. El distanciamiento social podría durar unas pocas semanas más o muchos meses más. El virus podría replegarse en verano y resurgir en otoño e invierno. Estamos buscando una solución intermedia entre las vidas y la economía, pero los términos precisos de esa compensación no se conocerán durante muchos meses.
De todas formas, tenemos el poder de mejorar los términos de la compensación. Esto es precisamente lo que está haciendo el Congreso al promulgar el mayor estímulo fiscal de la historia, destinado en parte a reemplazar los ingresos que las personas y las empresas han perdido. Y es por eso que la Fed ha respondido tan rápidamente con medidas extraordinarias, que incluyen reducir las tasas de interés a cero, comprar cantidades ilimitadas de bonos hipotecarios y bonos gubernamentales e introducir una amplia gama de servicios de préstamos de emergencia que van mucho más allá de lo que se hizo durante la última crisis financiera.
Estas medidas tienen dos beneficios importantes. Primero, al calmar los mercados, respaldar los ingresos de los hogares y garantizar que las empresas tengan el efectivo que necesitan para operar, limitan el daño económico y reducen los riesgos de una depresión prolongada. Si no se abordaran los déficits de ingresos y ganancias, la caída inicial de la actividad sería seguida por rondas posteriores de reducción de personal a medida que las empresas fracasen y los hogares se queden sin fondos para cumplir con sus obligaciones.
En segundo lugar, cambian la compensación. Es decir, al fortalecer la red de seguridad social y brindar apoyo a las empresas, reducen el costo que las medidas para detener la pandemia imponen a la economía. Esto, a su vez, debería hacer que las personas estén más dispuestas a aceptar el distanciamiento social y a refugiarse en sus casas. Debería ayudar a todo el país a hacer lo necesario para salvar vidas.
A pesar de la incertidumbre, hay ciertas cosas que sabemos. Relajar las restricciones demasiado pronto tendría graves consecuencias. Facilitaría la propagación del virus. Gravaría aún más los recursos del sistema de salud. Causaría que más personas se enfermaran y más de ellas murieran. Es por eso que el Congreso y la Fed deben seguir haciendo lo que sea necesario para reducir las consecuencias económicas de hacer lo correcto.