Barcelona está dando al mundo imágenes de tensión política y conflicto tribal. Otra vez. Catorce meses después de que la capital de la región española de Cataluña atrajera la atención del mundo durante el intento fallido de declarar la independencia, manifestantes pro separatistas se enfrentaron con la policía. La situación se produjo mientras el primer ministro, Pedro Sánchez, celebraba una reunión de Gabinete como parte de su política para reparar las relaciones con el pueblo catalán.
Gran parte de la atención del viernes se centra en los autodenominados Comités para la Defensa de la República, grupos que encabezaron las protestas, cerraron más de 20 autopistas en Cataluña y exhortaron a sus partidarios a que intenten atrapar a los ministros en la mansión del siglo XIV, donde se sostenía la reunión.
Cuando el gabinete de Sánchez se reunió para aprobar decisiones que incluyen aumentos en el salario mínimo y la inversión en las carreteras catalanas, manifestantes encapuchados arrojaron vallas en sus altercados con la policía.
Algunos manifestantes arrojaron pintura amarilla y roja a las fuerzas de seguridad, entusiastas mientras los policías eran golpeados y manchados con los colores de la bandera nacionalista.
Si bien la televisión estatal TVE informó 12 arrestos y 51 personas heridas, las escenas no tuvieron punto de comparación con las presenciadas durante el intento anterior del Gobierno catalán de celebrar un referéndum sobre la independencia ilegal en octubre del año pasado.
Lo que queda por determinar es el impacto que tendrán las escenas de los eventos del día en la apuesta de Sánchez de que la distensión con los líderes separatistas, o el apaciguamiento a los ojos de sus oponentes políticos, ayudará a calmar la lucha en una de las regiones económicas más ricas y productivas de España.