No sé por qué el presidente Donald Trump decidió matar al general iraní Qassem Soleimani. Quizás fue idea del secretario de Estado, Mike Pompeo, y otros; o quizás fue simplemente impulsivo. Pero puedo decir que, si Trump está buscando un enfrentamiento que le ayude a ganar la reelección, con seguridad está cometiendo un gran error.
En la primavera boreal, estudié todo esto detenidamente, y Michael Tesler, de The Monkey Cage, está analizando lo mismo. Nuestra opinión es más o menos el consenso entre los cientistas políticos, contrario, como él señala, a los supuestos que dicen que "la cola es la que mueve al perro" en la cultura popular sobre la popularidad de la guerra.
¿El argumento básico?
A corto plazo, no todos los enfrentamientos extranjeros producen un efecto de repunte (un alza en los índices de aprobación del presidente). La variable clave resulta ser si las élites externas apoyan o se oponen a las medidas del presidente. Hasta ahora, los demócratas, al condenar a Soleimani como autor intelectual terrorista responsable de la muerte de miles de estadounidenses en Irak y en otros lugares, no han aplaudido las medidas de Trump.
Y Trump no ha buscado su apoyo; no solo se abstuvo de notificar al Congreso por adelantado, sino que el viernes, a pocas horas del ataque con drones que provocó la muerte de Soleimani en Bagdad, ya lo estaba usando para distinguir a los republicanos de los demócratas, llegando incluso a retuitear a un activista republicano que se burló del líder de la minoría demócrata del Senado, Chuck Schumer. En otras palabras, si bien nunca podemos estar seguros del resultado, Trump está haciendo exactamente lo contrario de lo que se necesitaría para obtener un gran apoyo a corto plazo.
De todos modos, los efectos del repunte son de corto plazo, al igual que las mejoras en la opinión pública si la política anda bien, porque los votantes tienen muy mala memoria. El ejemplo clásico es la suerte del presidente George H.W. Bush después de la primera Guerra del Golfo. El conflicto fue percibido como una tremenda victoria con bajos costos, pero los votantes se olvidaron de él en cuanto dejaron de inundar las noticias.
Solo dos años después de que la guerra terminó y la popularidad de Bush se elevó, el entonces presidente perdió las elecciones de 1992. Una victoria más recatada ahora —por ejemplo, si la amenaza de represalias de Irán disminuye y la muerte de Soleimani realmente reduce la temeridad política iraní—casi con certeza no provocaría grandes mejoras en la opinión pública, ya que no dominarían las noticias. (A decir verdad, los contratiempos silenciosos, incluso los importantes, probablemente no dañarían la popularidad de Trump porque, una vez más, la mayoría de las personas no los notarían).
Sin embargo, si el resultado de las medidas de Trump es un conflicto militar más prolongado, entonces el presidente realmente está en problemas. Las dos cosas que han perjudicado los índices de aprobación de Trump y, por lo tanto, las posibilidades de reelección, son las malas noticias económicas y el aumento de las bajas estadounidenses en un conflicto extranjero. Y Trump está poniendo ambas en riesgo.
¿Podría este análisis estar equivocado? Por supuesto. Distintas cosas podrían haber cambiado, por lo que es posible que conclusiones anteriores de cientistas políticos ya no sean aplicables. O tal vez algo sobre Trump, o sobre esta crisis internacional en particular, sea diferente de alguna manera atinente. Eso siempre es posible, pero la polarización partidista presumiblemente haría que sea menos probable, no más probable, lograr importantes efectos en la opinión pública derivados de eventos de cualquier tipo.
Nada de esto tiene relación con que las acciones de Trump sean buenas o malas políticas. Los fracasos políticos (como la toma de rehenes por parte de Irán en 1979) pueden tener un efecto de repunte para un presidente; los éxitos políticos, como los que George H.W. Bush tuvo durante su presidencia, pueden no tener ningún efecto en absoluto o solo provocar cambios a corto plazo. Y a la larga, los éxitos políticos pueden ser útiles para los presidentes en términos de política, incluso si no tienen un efecto directo en la opinión pública. Sin mencionar que el éxito en política es positivo para el país.
¿Pero, y si todo lo que le interesa a Trump es mejorar las posibilidades de su propia reelección? Entonces este enfrentamiento con Irán es, completamente, un riesgo a la baja, con pocas posibilidades de obtener alguna recompensa.