La inflación anual de Brasil se desaceleró mucho más de lo esperado en mayo, alcanzando el nivel más bajo en dos años y medio y agregando presión sobre el banco central para que relaje la política monetaria.
Los datos oficiales publicados el miércoles mostraron que los precios al consumidor aumentaron un 3,94% con respecto a un año antes, por debajo de todas las proyecciones de los analistas encuestados por Bloomberg, que apuntaba a una estimación mediana de 4,04%. La inflación mensual se situó en un 0,23%.
La economía brasileña comenzó el año con una sorprendente fortaleza frente a las altas tasas de interés. Pero el presidente Luiz Inácio Lula da Silva está exigiendo que los banqueros centrales comiencen a reducir los costos de endeudamiento para ayudar en sus esfuerzos por estimular el crecimiento y mejorar el nivel de vida de los trabajadores brasileños.
En mayo, Petrobras, el gigante petrolero controlado por el Estado, modificó su política de fijación de precios del combustible, lo que provocó fuertes caídas en el costo de la gasolina y el diésel. Lula, de 77 años, quien inició su tercer mandato como presidente en enero, ha defendido durante mucho tiempo un mayor papel del Gobierno en la economía para proteger al país de las crisis de precios y las condiciones adversas.
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¿Qué pasará con las tasas?
Sin embargo, el banco central es independiente del Poder Ejecutivo y ha ignorado en gran medida los llamados del líder izquierdista a una política monetaria más laxa.
Pese a que la inflación se ha desacelerado durante 11 meses consecutivos —cerca de los objetivos del banco de 3,25% para 2023 y 3% para 2024—, los encargados de política monetaria sostienen que es demasiado pronto para reducir la tasa de referencia Selic, que se encuentra en un 13,75%, su nivel más alto en seis años.
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Temerosos de que se avecine otra racha de aumentos de precios, los miembros de la junta piden paciencia mientras intentan desacelerar aún más la economía y alcanzar las metas de inflación a largo plazo.