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Italia no puede aislar a sus 'malvados' banqueros

La administración populista de Italia cerró el 2018 con un impresionante giro de 180 grados en su presupuesto inicial.

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El Consejo de Gobierno del BCE nombra al presidente. | AFP.

La administración populista de Italia cerró el 2018 con un impresionante giro de 180 grados en su presupuesto inicial. El nuevo año presentó otra extraña situación a los partidos políticos gobernantes -la Liga y 5 Estrellas, pero esta vez con referencia a la banca.

El miércoles, el Banco Central Europeo (BCE) dedicó un equipo administrativo para Banca Carige SpA, un prestamista de tamaño intermedio, cuando sus accionistas rechazaron el plan de aumento de capital, lo que llevó a varios miembros de la junta a renunciar. Es posible que el banco gane algo de tiempo con esta decisión pero es poco probable que solucione sus problemas más graves. Su gran cantidad de préstamos tóxicos y el panorama mediocre que lo adornan se unen a una economía nacional titubeante.

Lo primero que hará la administración será impulsar el pésimo recaudo de fondos para apaciguar a los supervisores. El banco no puede recaudar capital fresco del mercado, pero puede apoyarse en 320 millones de euros (US$366 millones) de préstamos subordinados de un fondo industrial especial que se puede convertir en capital.

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Aún así, existe un riesgo real que el banco queme rápidamente cualquier dinero nuevo, como ha hecho gran parte del tiempo durante los últimos cuatro años. Esto imposibilitaría que Carige continuara por su cuenta; aquí es donde inician realmente los problemas para el gobierno, en particular para 5 Estrellas.

La campaña de los populistas se ha enfocado durante años en dos promesas opuestas. Primero prometieron que dejarían de entregar dinero a los bancos, afirmando que en vez apoyarían a las empresas más pequeñas y a los ciudadanos más pobres. Segundo prometieron proteger a tenedores de bonos y accionistas de eventuales pérdidas, en caso de una quiebra bancaria. El controvertido presupuesto de 2019 incluye un fondo de 1.500 millones de euros para reembolsar a las personas que perdieron dinero durante los recientes colapsos bancarios.

Estos dos objetivos son sencillamente incompatibles. Una norma imperativa de la banca es que si no existe una solución en el sector privado, la única opción es abandonar a los inversores (o al menos una parte de ellos) o hacer que asuman pérdidas. El movimiento 5 Estrellas quiso esconder esta verdad evidente al hacer la distinción entre bancos “malvados”, que deberían ser castigados, e inversores “pobres”, a quienes se les debe salvar. Sin embargo, cualquiera que sea la decisión del gobierno frente a Carige, tendrá que escoger entre dejar que el prestamista se desmorone o inyectar dinero en el aborrecido sector bancario.

Siendo realista, el gobierno tiene tres opciones. La primera es avanzar con alguna especie de nacionalización a través de una “recapitalización preventiva”, como lo hizo el gobierno anterior con Monte di Paschi di Siena. Para esto se necesita el apoyo del BCE y del Mecanismo Único de Resolución (la unidad que se encarga de la recuperación bancaria), el cual podría argumentar que el banco es muy pequeño para clasificar. La parte más importante es que esta opción obligaría al gobierno a inyectar capital y a aplicar pérdidas para los accionistas y para algunos tenedores de bonos. Ambas son malas ideas frente a las promesas previamente mencionadas del gobierno populista.

La segunda opción es que el BCE declare que Carige está “en bancarrota o próximo a estarlo”, y dejar que entre en liquidación. Esta solución sería coherente con la promesa de no salvar más a los bancos. Pero por otro lado significaría pérdidas no solo para accionistas y tenedores de bonos sino también para los depósitos sin protección mayores a 100.000 euros. Los depósitos más pequeños recibirían una compensación a través de un fondo bancario, lo que representaría una carga para el resto del sistema bancario italiano.

Quedamos con una tercera opción, la más realista de todas. Se trata del reflejo de la liquidación de los dos bancos venecianos, Banca Popolare di Vicenza SpA y Veneto Banca SpA, en junio 2017. En estos casos, el gobierno tuvo que pagar un subsidio considerable a Intesa Sanpaolo SpA para garantizar que comprara los activos buenos de los dos prestamistas. El Estado se encargó de los préstamos tóxicos y protegió a Intesa de cualquier riesgo legal y pérdidas futuras de la cartera adquirida.

Cualquier banco que piense en ayudar a Carige recordará este precedente. El gobierno tendrá que darse mañas para convencerlos de un rescate y simultáneamente persuadir a Bruselas que vale la pena repetir el precedente veneciano. A la final, 5 Estrellas y la Liga tendrán que imponer algunas pérdidas, al menos inicialmente, rompiendo así su promesa de protección de los pequeños inversores.

La caída de Carige podría dejar al gobierno sin una opción feliz. Los populistas se darán cuenta lo difícil que es estar a la altura de sus extravagantes promesas.