Como todo el mundo, los neoyorquinos entienden la necesidad urgente de una carne en conserva con pan de centeno, una botella de tequila o incluso un paquete de seis calcetines. Hoy en día, prácticamente cualquier cosa que pueda desear un habitante de la ciudad llega a su puerta rápidamente. Incluyendo un Jaguar F-Type azul real usado.
A partir del jueves, Carvana cubre esa necesidad. El mercado online creado hace cinco años comenzó a vender y entregar automóviles en la Gran Manzana, la 78ª ciudad estadounidense donde incursiona este concesionario digital. Los primeros vehículos que despache se cargarán en camiones con camilla dentro de enormes bolsas, una medida de marketing genial (simplemente imagínese todas las latas de albóndigas que podrían caber en una de ellas).
"Presentamos una nueva forma de hacer algo: la segunda compra más grande en la vida de una persona", dijo el cofundador de Carvana, Ryan Keeton. "Es como Amazon: la mejor experiencia, el mejor producto y el mejor precio".
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La expansión a Nueva York no afectará el mundo de los compradores de automóviles de Manhattan, ni siquiera a los inversores de Carvana, pero representa un punto de inflexión en el negocio de compra y venta de automóviles en Estados Unidos, que mueve US$1 billón. Armados con análisis de internet y datos de precios, los consumidores finalmente optan en masa por negociar y comprar sus vehículos online, sin siquiera patear un neumático o dar un paseo de prueba.
Rápida expansión
Carvana, que salió a bolsa en mayo de 2017, afirma ser el concesionario de automóviles de más rápido crecimiento en el país. En el segundo trimestre de este año vendió cerca de 250 vehículos por día y tuvo una ganancia de casi US$2.200 por cada uno. Anuncia alrededor de 11.000 coches en su plataforma y aproximadamente 1 de cada 5 clientes inician y cierran la compra de su automóvil por smartphone.
La startup ofrece prácticamente lo mismo que un concesionario de automóviles tradicional, lo cual incluye financiación y garantías, además de un período de devolución de siete días. Ese momento es, en esencia, el “test drive” de la empresa. Según Keeton, la proporción de compradores que devuelve un vehículo durante ese período es de 4 a 6 por ciento, y aproximadamente la mitad de estos termina comprando otro auto en Carvana.
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Carvana dijo que su clara ventaja de costos sobre los concesionarios tradicionales es que no necesita salas de exposición relucientes ni personal de ventas hábil. Su operación en Nueva York consiste en dos depósitos donde se pueden reparar, lavar y fotografiar automóviles, más algunas personas preparadas y camiones con camilla para transportar los vehículos a los compradores a pedido, como un flujo constante de pizzas de 2 toneladas.
"Nuestra tecnología se amplía infinitamente", dijo Keeton. "Y nuestra capacidad para crecer y abrir estos mercados no exige demasiado capital".
Por el momento, tanto Carvana como Shift Technologies –un concesionario de autos digital enfocado en Los Ángeles, San Francisco y el cercano Silicon Valley– son relativamente pequeños. En su corta vida como empresa cotizada, Carvana aun no ha dado ganancias. Sin embargo, los inversores han quedado impresionados por su crecimiento y sus perspectivas: las acciones se han cuadruplicado con respecto a su precio de salida a bolsa.