Mientras la Unión Europea se prepara para las elecciones legislativas de 2019, la batalla entre los partidarios y los adversarios de la UE se vislumbra como muy similar a muchas de las contiendas del Mundial de Fútbol de este verano boreal: zigzagueante, apasionada y a definirse en el último minuto.
La elección del presidente francés Emmanuel Macron el año pasado y la victoria de la canciller alemana Angela Merkel en obtener un cuarto mandato pusieron freno a la tendencia hostil a la UE ejemplificada por el brexit. Pero justo cuando el barco de la UE comenzaba a estabilizarse, Italia actuó como un cachetazo al elegir a un gobierno populista integrado por partidos alejados de la corriente central europea.
Todo está en juego, entonces, en las elecciones de mayo para el Parlamento Europeo.
“Pasarán muchas cosas en lo que hace a los partidos más antieuropeos, y creo que obtendrán un porcentaje bastante alto en general”, dijo Guntram Wolff, director del centro de investigaciones Bruegel de Bruselas. “La pregunta es la siguiente: ¿estos se organizarán y unificarán en un solo grupo de partidos? De ser así, podrían convertirse en el segundo mayor grupo del parlamento”.
Las elecciones legislativas serán un barómetro de las fuerzas opuestas al establishment que actúan en el mundo desarrollado. Esas fuerzas ya generaron dos acontecimientos que fueron divisorias de aguas en 2016, cuando los británicos votaron a favor de dejar el bloque después de cuatro décadas de pertenencia y los estadounidenses llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca con una agenda de “Estados Unidos primero” que pone en tela de juicio una historia aún más larga de compromiso internacional estadounidense.
Teatro político
Más allá del teatro político, los comicios tienen implicancias para la forma en que se gobierna la UE. Además de sancionar leyes junto con los gobiernos nacionales de la UE, el parlamento de 28 países aprueba la conducción de la Comisión Europea, la rama ejecutiva del bloque. La comisión propone legislación europea sobre todo tipo de cosas, desde límites hasta la contaminación de los autos y las tarifas del roaming de la telefonía celular. Actúa como autoridad antimonopólica del bloque, administra un presupuesto anual de 140.000 millones de euros (US$160.000 millones), negocia acuerdos comerciales y gestiona un servicio exterior.
Una fuerte presencia de fuerzas populistas en el parlamento, donde ninguna facción tiene mayoría absoluta, podría permitirles complicar o incluso bloquear la formación de una nueva comisión. Los partidos europeos presentan candidatos a presidente de la comisión y las capitales nacionales proponen candidatos para el resto del equipo de conducción, cuyos miembros son examinados por el parlamento antes de que este vote por toda la formación.
Si bien las elecciones del parlamento de la UE, que se celebran dos veces por década, tradicionalmente han revelado más sobre la dirección de la política nacional que sobre la de las políticas europeas, la votación del año que viene podría acabar siendo un veredicto sobre el bloque en sí. Ello se debe a que, después de una década de apagar los incendios de la crisis de deuda y una batalla de tres años para frenar las olas de refugiados provenientes de Oriente Medio y África, el papel de la UE en la vida nacional ha pasado a ser una parte fundamental de los debates políticos internos.
“Europa podría estar al borde de una forma de democracia más transnacional, que esté polarizada en torno a posturas pro y antieuropeas muy básicas”, escribió Alberto Alemanno, profesor de Derecho Europeo en París, en un trabajo de junio para Carnegie Europe en el que evaluaba las próximas elecciones legislativas europeas. El título del trabajo era “Europe Up for Grabs” (Europa para quien la quiera).