Mientras la crisis en Venezuela entra en su tercera semana, muchos observadores bien intencionados buscan un camino intermedio. Para evitar la guerra civil, dicen, la oposición y el dictador deben comprometerse.
México y Uruguay se han ofrecido para mediar en el conflicto entre el hombre fuerte Nicolás Maduro y Juan Guaidó, a quien la mayoría del Hemisferio Occidental considera el presidente de Venezuela. Grecia también ha dicho que apoya las negociaciones. Dos respetados economistas identificados como "expertos en América Latina" recomiendan un gobierno interino que incluya a los leales y la oposición. Incluso el propio Maduro ha señalado que se sentaría a conversar con Guaidó y aceptaría nuevas elecciones para la Asamblea Nacional.
Un buen ejemplo de este argumento de estar dispuesto a comprometerse se puede encontrar en un reciente artículo de opinión del senador Chris Murphy y Ben Rhodes, quien fue asesor adjunto de Seguridad Nacional durante el gobierno de Barack Obama. Les preocupa que la declaración de "golpecitos en el pecho" del presidente Donald Trump que reconoce a Guaidó como presidente interino deteriore la credibilidad de Estados Unidos si Maduro no deja el poder pronto. Un enfoque mejor, dicen, sería continuar sancionando a Maduro y a su círculo íntimo, mientras "se trabaja con socios internacionales" para apoyar las negociaciones para un gobierno interino y nuevas elecciones. Incluidos en estas negociaciones, escriben Murphy y Rhodes, deberían estar Cuba y China, que pueden influir en Maduro.
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Por supuesto, este enfoque es distinto de las promesas de solidaridad más perniciosas para Maduro por parte de Rusia, Cuba y varios otros cómplices en Occidente. Los que piden el diálogo en Venezuela hoy reconocen, indirectamente, si no explícitamente, la ilegitimidad de Maduro. No están inventando ninguna excusa para su mal gobierno.
No obstante, esta manifestación de conciliadores está minando la democracia venezolana y corre el riesgo de prolongar el mismo conflicto que buscan resolver. Vale la pena explicar cómo y por qué.
La internacionalización del conflicto interno de Venezuela ignora las fuertes razones constitucionales por las que Maduro es ilegítimo. La Corte Suprema del país en el exilio ha guiado a Guaidó desde el 9 de enero, cuando el primer mandato de Maduro como presidente expiró y dejó la presidencia vacante. Guaidó invocó la cláusula de la Constitución de Venezuela que establece el papel que debe desempeñar la legislatura cuando la presidencia está vacante. El punto clave es que la elección simulada de Maduro, que prohibió a la mayoría de la oposición y fue ampliamente deplorada como ilegítima por la mayor parte del hemisferio, no lo hizo presidente. En este punto no puede haber negociación.
Más allá de eso, cualquier "diálogo nacional" solo favorecería a Maduro. Esta no es la primera vez que finge estar dispuesto a comprometerse cuando se enfrenta a una protesta generalizada. Eso fue lo que sucedió en la primavera de 2017, después de que la Corte Suprema, cuidadosamente seleccionada por Maduro, disolviera efectivamente la Asamblea Nacional y asumiera sus poderes. Maduro consiguió que el tribunal revisara su fallo, y así fue, pero él conservó el poder de anular la Asamblea Nacional.
"El diálogo es una forma de que Maduro calme las calles", dice Vanessa Neumann, escritora nacida en Venezuela y fundadora de Asymmetrica, firma de consultoría de riesgos.
En el pasado, Maduro ha prometido liberar a los presos políticos y permitir que los observadores internacionales vigilen las elecciones, solo para luego renunciar a su promesa.
Finalmente, un proceso de paz internacional para Venezuela en este momento socavaría el impulso que se desarrolla contra Maduro. El lunes, varios países europeos se unieron a EE.UU., Canadá y la mayor parte de América Latina para reconocer a Guaidó como presidente encargado. Esto fue después de que Maduro no aceptara nuevas elecciones para el domingo, una fecha límite que la Unión Europea le había impuesto el mes pasado.
La cascada de democracias occidentales que reconoce a Guaidó también envía un mensaje fuerte a los militares venezolanos. Es revelador que Maduro no diera la orden el fin de semana pasado para dispersar a las masas de manifestantes con violencia. Eso indica que él sabe que la mayoría de su ejército no lo seguiría.
"La transición en Venezuela ha comenzado", señala David Smolansky, miembro del partido de oposición de Guaidó y exalcalde de El Hatillo. Dijo que esperaba más deserciones militares en los próximos días. Los miembros de las fuerzas armadas, señala, están enfrentando los mismos problemas que otros venezolanos.
Esta es la razón por la cual el enfoque de Trump, para seguir el liderazgo de Guaidó y la Asamblea Nacional, es lo mejor. En este punto, el único tema para discutir con Maduro es cómo y cuándo dejará el cargo.