Un mes antes de dimitir como comisario de Comercio de la Unión Europea por una polémica relacionada con la pandemia, el irlandés Phil Hogan hizo un anuncio laboral mucho menos publicitado: nombró a la primera persona que supervisaría la gran cantidad de acuerdos comerciales del bloque con el resto del mundo.
La selección de finales de julio del veterano miembro de la UE Denis Redonnet como director de aplicación comercial coincide con los continuos preparativos del bloque de 27 naciones para votar sobre su muy reñido —y controvertido— borrador de acuerdo con el grupo Mercosur que abarca a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Dado que el acuerdo del Mercosur provoca murmullos en toda Europa, a corto plazo el trabajo de Redonnet podría inclinarse más hacia los objetivos políticos internos de la UE que hacia los objetivos comerciales externos al ayudar a convencer a los escépticos.
Los obstáculos políticos están aumentando. El 21 de agosto, Alemania citó “serias dudas sobre la posibilidad de implementación del espíritu del acuerdo” como resultado de la deforestación en la región amazónica.
Seis días después, el vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao, expresó su preocupación de que el acuerdo UE-Mercosur estuviera en peligro y mencionó “problemas de comunicación” con Europa.
Está en juego la campaña continua de Europa para abrir mercados en todo el mundo y contrarrestar el proteccionismo estadounidense bajo el presidente Donald Trump tras los importantes acuerdos de libre comercio de la UE con Canadá y Japón.
Alcanzado a mediados de 2019 después de 20 años de deliberaciones, UE-Mercosur es el acuerdo más grande que el bloque haya negociado en términos de reducciones arancelarias. Los aranceles sobre poco más de 90% del comercio bidireccional, que tuvo un valor de 77.000 millones de euros (US$91.000 millones) el año pasado, se eliminarían principalmente durante una década.
El acuerdo también establece estándares de protección ambiental justo cuando la destrucción del bosque tropical brasileño ha surgido como un imán para los críticos del acuerdo con la UE, a quienes les preocupa que se perjudique la credibilidad del bloque sobre el cambio climático.
Para que el acuerdo Mercosur-UE surta efecto necesita el respaldo de los Gobiernos de la UE y del Parlamento Europeo.
En medidas ampliamente simbólicas que, no obstante, actuaron como un barómetro político, los parlamentos de Países Bajos y Austria han expresado su oposición al pacto del Mercosur. Agricultores de la UE que se oponen a una mayor competencia extranjera presentan otra línea de resistencia.
Para que el acuerdo surta efecto, necesita el respaldo de los Gobiernos de la UE (que deciden colectivamente) y del Parlamento Europeo. Su escrutinio iniciaría el próximo año, una vez que el texto del borrador del acuerdo haya pasado por los abogados.
Es aquí donde Redonnet, economista capacitado y experto en derecho comercial de origen francés, podría ser un activo político para los partidarios del pacto del Mercosur, quienes resaltan la influencia que el acuerdo le da a la UE para garantizar que Brasil respete el Acuerdo internacional de París para luchar contra el calentamiento global.
Entre las principales tareas de Redonnet está garantizar que los socios comerciales de la UE cumplan sus compromisos en materia de desarrollo sostenible, sobre todo en el aspecto climático.
Hogan argumentó repetidamente que la alianza UE-Mercosur ayudaría a prevenir un retroceso climático por parte de Brasil. Si bien estará ausente del resto del debate sobre la ratificación de la UE, es de esperar que otros partidarios retomen su argumento y que la posición de Redonnet gane prominencia.