Nayib Bukele, el impetuoso y joven presidente de El Salvador insiste en que su Gobierno no incumplirá el pago de su bono por US$604 millones que vence el próximo mes. Después de todo, hay mucho dinero en efectivo en las arcas del país y no tiene mucho sentido provocar más a Wall Street antes de un ciclo electoral de suma importancia.
Y, sin embargo, quedan dudas. El bono se cotiza alrededor de 96 centavos por dólar. Con solo 33 días antes del vencimiento, eso es un gran descuento. Si el Gobierno de Bukele sigue adelante y realiza el pago, quienes se queden con los bonos obtendrán una ganancia rápida que equivale, cuando se calcula sobre una base anual, a un retorno de más del 60%.
La angustia entre los acreedores es fácil de entender. Se han visto perjudicados durante el mandato errático del líder de 41 años, desde el simbólico despido de varios jueces importantes, las apuestas arriesgadas por el bitcóin, el desaire al Fondo Monetario Internacional hasta, finalmente, las recompras consecutivas de deuda con un descuento que efectivamente dio indicios de que es posible un default el próximo mes.
“Si hubiera un riesgo cercano a cero, los bonos se negociarían a valor par”, dijo Siobhan Morden, analista de Wall Street que ha seguido la deuda soberana durante las últimas tres décadas.
También hay mucho en juego para Bukele. Un default aumentaría aún más la presión sobre la economía de El Salvador justo cuando se prepara para una controversial reelección en 2024. Los operadores apuestan a que incluso si el Gobierno de Bukele hace este pago de enero, tendrá dificultades para hacer los siguientes. Los swaps de incumplimiento crediticio muestran que prevén una probabilidad del 88% de default para 2027.
El Salvador tiene aproximadamente US$7.000 millones en deuda soberana pendiente, con alrededor de US$1.000 millones con vencimiento principal para fines de 2025. Ese es un riesgo para una economía dolarizada efectivamente bloqueada en los mercados financieros globales y que se ha visto obligada a recurrir al Banco Centroamericano de Integración Económica y a la Corporación Andina de Fomento.
“El Gobierno está contando cada centavo”, dijo el economista de Barclays Capital Inc. Alejandro Arreaza. “El objetivo parece ser llegar al 2024 a toda costa y luego decidir qué hacer”.
Aun así, una clase creciente de analistas de Wall Street, incluidos Arreaza y Morden, quien lidera la estrategia de renta fija latinoamericana en Santander Investment Securities, espera que se realice un pago en enero. Morgan Stanley y Oxford Economics concuerdan con esa opinión y estiman que hay un mayor riesgo de default en 2025, después de las próximas elecciones.
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“Para Bukele, si El Salvador entra en default es una cuestión de orgullo”, dijo Zulfi Ali, administrador de dinero en PGIM Fixed Income en Newark. “La forma en que se interpreta realmente depende de su personalidad y de su carácter”.
La mayor parte de la deuda de la nación se cotiza cerca de 40 centavos por dólar y la prima de riesgo de los bonos está por encima del umbral de riesgo.
Los asesores de crédito también tienen poca fe en el país. Moody’s Investors Service y S&P Global Ratings tienen una perspectiva negativa sobre la deuda con calificación de grado especulativo, y Fitch Ratings clasifica a El Salvador solo dos escalones por encima del default.
“No está claro de dónde vendrán los fondos para hacer frente a los pagos de la deuda externa hasta 2023”, escribió el economista de BancTrust & Co. Juan Sola en una nota. “El panorama después de las elecciones de 2024 es aún más incierto”.