El miedo al cambio climático es justificado. Sin embargo, no es una razón para no tener hijos. Eso es porque esos hijos probablemente serán parte de la solución, no del problema.
Esta visión me pone en desacuerdo con millones de estadounidenses jóvenes: una encuesta reciente indica que 38 por ciento de los estadounidenses entre 18 y 29 años considera que el cambio climático debería ser un factor en la decisión de tener hijos. Tal vez, la cara más prominente de esta cohorte es la Representante a la Cámara de EE.UU. Alexandria Ocasio-Cortez, quien recientemente sugirió en Instagram que el cambio climático dificultará tanto las vidas que el cuestionamiento sobre tener hijos será una "pregunta legítima". Incluso hay un grupo de Facebook llamado BirthStrike para personas que han decidido no tener hijos por el cambio climático.
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Para dejar de preocuparse por eso, hágase una pregunta: ¿de dónde es más probable que venga el remedio al cambio climático, si existe, de Estados Unidos o de Nueva Zelanda? Evidentemente, EE.UU., mayor en riqueza y población, es una fuente más probable de innovación tecnológica, aunque también es una fuente más significativa de gases de efecto invernadero. Entonces, si consideramos que el progreso en esta lucha es posible en absoluto, debemos apostarle a los países más poblados. Al tener más hijos, estamos poblando nuestro país, con lo que incrementamos sus posibilidades de resolver el problema.
Incluso si sus hijos no se convierten en líderes científicos o defensores del medio ambiente, aún pueden tener un impacto real. De acuerdo con el economista ganador del premio Nobel Paul Romer, más personas crean mayores mercados para las innovaciones. Existen más medicinas para las enfermedades comunes que para las raras, precisamente porque el mercado es más grande. Al tener más hijos, estamos incrementando la demanda de remedios para el cambio climático. Por ejemplo, existen significativos costos fijos para la creación de automóviles eléctricos de mayor calidad o mejores paneles solares. Los inversionistas ponen dinero en estas áreas porque esperan vender muchas unidades. Sus hijos ayudarán a fortalecer la demanda.
Los peligros de subestimar los riesgos del cambio climático
Además, si le preocupa tanto el cambio climático como para influenciar sus decisión de tener hijos, existe una alta probabilidad de que sus hijos compartan preocupaciones similares; las ideas políticas son hereditarias hasta cierto punto. Eso aumenta las probabilidades de que sus hijos quieran aliviar el problema.
En otras palabras, si es posible progresar en absoluto en cuanto al cambio climático, alguien tiene que contribuir. ¿No es muy probable que sus futuros hijos quieran hacerlo? Por lo menos, tienen una alta probabilidad de votar a favor de las soluciones políticas al problema, debido a su educación y su crianza.
Por otra parte, es probable que piense que el cambio climático es un problema tan grande que incluso las mejoras pequeñas son improbables, mucho más una solución amplia. De ser así, simplemente debe hacer lo que quiere hacer y olvidarse del todo de las consideraciones futuras: sea lo que sea que decida, no va a importar.
Por supuesto, este es un escenario más bien tonto y nihilista, pero la lógica lleva al mismo resultado: si quiere tener hijos, debe hacerlo; pero por favor, motívelos para que sean vegetarianos y ciclistas.
Ahora consideremos el asunto, no en el contexto de sus propias decisiones familiares sino en términos globales, específicamente, las emisiones de carbono per cápita. En EE.UU. han estado cayendo por un tiempo, debido en parte por el cambio del carbón al gas natural. Los carros eléctricos y los paneles solares, o tal vez la fusión nuclear, podrían ayudar aun más al progreso. El tamaño futuro del problema del carbono será determinado en Asia y África –y depende en parte de la rapidez con la que se industrialicen estos países, crezcan y coman más carne–. Entonces, sería ideal que le enseñe a sus hijos a realizar buenas obras, desde la perspectiva ambiental, en esas partes del mundo.
Luego está el asunto de la perspectiva histórica. Los padres tenían hijos en la época medieval, o antes de los antibióticos o las vacunas. De todos los niños que han existido, la gran mayoría ha nacido en condiciones muy difíciles. Es parte de la condición humana, aun cuando luchamos por mejorar. No nos demos por vencidos dejando de tener hijos.
Una aldea "sitiada" por osos polares agresivos que huyen del cambio climático
Finalmente, dejemos de lado lo inverosímil de estos argumentos y consideremos sus premisas. Lo que encontraremos es pensamiento de suma cero, juicios negativos sobre las familias grandes y la intención de usar la culpa y la vergüenza para promover políticas ambientales y sociales. Sospecho que esta es la razón por la que estos argumentos han encontrado seguidores, no porque sean el resultado de cuidadosos cálculos de costo beneficio.
Entonces, si le preocupa el cambio climático y está considerando empezar una familia, le digo: deje de lado el desorden emocional que algunos participantes en este debate quieren avivar. En cambio, enfóquese en la forma en que su decisión puede promover la innovación en el futuro. Como bono, puede darse cuenta de que uno de los mejores enfoques hacia el cambio climático es de hecho muy divertido.