El viaje del príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman a Estados Unidos hace un año estuvo repleto del tipo de eventos que la mayoría de los líderes mundiales luchan por obtener: una reunión en la casa de Bill Gates, un recorrido por la sede de Amazon.com y una visita privada al hangar de Virgin Galactic en el desierto de Mojave. El asesinato de Jamal Khashoggi destruyó todo eso, con lo que el heredero de 33 años al trono de Arabia Saudita ha sido rechazado, su gobierno no ha podido reparar los lazos con su socio extranjero más importante y la gran visión del desarrollo económico del príncipe heredero está cada vez más fuera de su alcance.
En lugar de desvanecerse, el enojo del Congreso por el papel de Arabia Saudita en el asesinato de Khashoggi, residente de EE.UU. y columnista del Washington Post, se ha solidificado, lo cual ayudó a impulsar la votación de este mes por parte del Senado controlado por los republicanos que rechazó el apoyo militar de EE.UU. para la guerra liderada por los saudíes en Yemen. El reino todavía cuenta con el apoyo crucial del presidente Donald Trump y sus principales asesores, que sostienen que su importancia como aliado estratégico contra Irán y como comprador de armamento estadounidense es mayor que la preocupación sobre si el príncipe Mohammed aprobó los planes para matar a Khashoggi. "Tal vez lo hizo, tal vez no", dijo Trump.
Pero los gobernantes saudíes se encuentran más aislados en EE.UU. que nunca desde los ataques del 11 de septiembre, cuando 15 de los 19 secuestradores eran de Arabia Saudita. Miembros del Congreso están pidiendo una investigación de las conversaciones entre EE.UU. y Arabia Saudita sobre cooperación nuclear, mientras amenazan con nuevas sanciones por el asesinato de Khashoggi dentro del consulado de Arabia Saudita en Estambul en octubre.
Una "brutalidad medieval"
"Una y otra vez, el régimen saudí ha demostrado brutalidad medieval", dijo el Representante Jim McGovern, un demócrata de Massachusetts, la semana pasada. "Este Congreso debe declarar clara e inequívocamente que la forma habitual de actuar ha terminado y que habrá consecuencias para el gobierno saudí".
Contrario a las pautas de la Casa Blanca para referirse a la alianza entre EE.UU. y Arabia Saudita, los miembros del Congreso de ambos partidos regularmente describen al príncipe Mohammed en términos generalmente reservados para los enemigos de EE.UU. El asesinato de Khashoggi fue "tan brutal, que se hubiera esperado de Saddam Hussein", dijo el Senador demócrata Patric Leahy el jueves.
El Senador republicano Marco Rubio describió al príncipe heredero como "todo un gángster", mientras que Leahy agregó que el liderazgo del reino se comporta como una "empresa criminal" y está "desperdiciando la riqueza petrolera del país, mientras aplica las políticas más represivas y las prácticas más crueles". Hace un año, las cosas eran muy diferentes.
"Pantera negra"
El príncipe aprovechaba una ola de entusiasmo internacional por sus promesas de reforma, incluyendo los movimientos para limitar la notoria policía religiosa del país, permitir que las mujeres manejaran y vender una participación en Saudi Arabian Oil Co. Una prohibición de 35 años en los cines públicos terminó con el debut de "Black Panther" en abril pasado. El cambio real parecía desencadenarse en un país mejor conocido por su adhesión a una versión puritana del Islam del siglo XVIII.
El asesinato de Khashoggi y la continua frustración por las violaciones de derechos humanos en la guerra de Yemen, incluido el atentado a un autobús escolar lleno de niños, cambiaron todo. Para empeorar las cosas, el New York Times informó esta semana que el príncipe autorizó una campaña para silenciar a los disidentes –que incluye el secuestro, la detención y la tortura– más de un año antes del asesinato de Khashoggi, según funcionarios estadounidenses no identificados que leyeron informes clasificados.
La continua hostilidad en el Congreso llega en un momento incómodo para un reino que necesita desesperadamente inversiones extranjeras si quiere alcanzar los objetivos económicos del príncipe Mohammed. La oferta pública inicial de Saudi Aramco se ha pospuesto, y la cumbre de inversionistas del príncipe heredero a fines del año pasado fracasó, con cancelaciones de decenas de líderes empresariales tras el asesinato de Khashoggi.
En los 12 meses previos al asesinato de Khashoggi, Arabia Saudita gastó al menos US$10,9 millones para influir en el gobierno y el público de EE.UU., según documentos presentados ante el Departamento de Justicia en virtud de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros.
Socio comercial
A pesar de las tensiones actuales, el reino sigue siendo un importante socio estadounidense. La primera visita al extranjero de Trump como presidente fue a Riad, lo que ayudó a sellar el papel del país como el mayor comprador de armas estadounidenses y alentó al reino a reforzar los esfuerzos para aislar a Irán. EE.UU. y Arabia Saudita tenían un comercio total de US$42.000 millones en 2018, según datos compilados por Bloomberg.
"Es difícil imaginar un esfuerzo exitoso de EE.UU. para socavar el extremismo sunita o mantener a Irán bajo control sin comprometerse y asociarse con el reino", dijo el candidato de Trump para embajador de EE.UU. en Arabia Saudita, el general retirado del ejército John Abizaid, en su audiencia de confirmación este mes.
Dichos mensajes pueden estar reforzando la opinión del príncipe heredero de que debería agacharse y esperar que pase la controversia, de acuerdo con Paul Pillar, exfuncionario de la CIA que ahora es profesor de la Universidad de Georgetown. "La política de EE.UU. había llevado al príncipe a creer que podía salirse con la suya", dice Pillar. "Las políticas y los pronunciamientos de Trump desde el asesinato de Khashoggi no le han dado muchas razones para cambiar de opinión".
Los funcionarios saudíes han tratado de recuperar el apoyo perdido de EE.UU.: se comprometieron a procesar a los responsables del asesinato de Khashoggi y nombraron a la primera mujer para servir como embajadora del país en Washington. La princesa Reema bint Bandar bin Sultan, que pasó gran parte de su juventud en Washington como hija del exembajador Bandar bin Sultan, aún tiene que ocupar su nuevo cargo.
Esos pasos no serán suficientes, según James M. Dorsey, académico especializado en Oriente Medio en la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur. "Para revertir la marea, tendrían que ser totalmente transparentes en múltiples temas, incluida una versión creíble de los eventos, la responsabilidad y lo que sucedió exactamente", con Khashoggi, asegura Dorsey. Menos de eso, dice, y estarán "luchando una batalla cuesta arriba".