La vergüenza está haciendo que las empresas británicas reconozcan sus vínculos con la trata de esclavos y muestren que se toman en serio la lucha contra la desigualdad racial. Imagínese cuánto más grandes podrían ser estos esfuerzos si hubiera una presión sistemática sobre el sector corporativo para que reconozca su historia y haga que la sociedad sea más justa.
Esta semana, el grupo británico de cadenas de pubs Greene King dijo que era imperdonable que uno de sus fundadores haya lucrado con la esclavitud. Prometió una “importante inversión” para beneficiar a las comunidades negras, asiáticas y minoritarias, tanto a través de sus negocios como mediante trabajos con socios de beneficencia. La medida se produjo después de que el periódico Daily Telegraph diera a conocer la participación de varios fundadores y exdirectores de compañías del Reino Unido en hechos relacionados con la esclavitud, utilizando datos del Centro para el Estudio de los Legados de los esclavos británicos del University College London.
Lloyd’s of London, una de las instituciones que fue mencionada, dijo que lamentaba el papel que desempeñó en la trata de esclavos de los siglos XVIII y XIX: “un período horrible y vergonzoso de la historia inglesa, y de la nuestra”. También prometió apoyo financiero para organizaciones benéficas y entidades que promueven oportunidades para personas negras y otros grupos minoritarios, aunque no especificó ningún monto. El Banco de Inglaterra dijo que, si bien nunca estuvo directamente involucrado en el comercio de esclavos en sí, se disculpaba por “algunas conexiones inexcusables que involucraron a exgobernadores y exdirectores”.
Está surgiendo un patrón. Cuando se ven obligadas, empresas e instituciones revelan una versión mucho más compleja de sí mismas que la que generalmente se presenta en sus campañas de marketing. ¿Cómo se libraron de eso durante tanto tiempo?
Fue necesaria la indignación mundial por el asesinato de George Floyd para poner estos temas en primer plano.
Si se descubriera que una empresa no ha informado de forma correcta sus resultados financieros, se enfrentaría a sanciones de inversionistas y reguladores. Aquí hay un argumento para obligar formalmente a las empresas a que reexaminen su pasado, compartan los resultados y utilicen las conclusiones para informar medidas actuales contra el racismo y en favor de la igualdad y la equidad.
Una medida simple sería hacer que sea un requisito regulatorio que las empresas detallen en sus presentaciones anuales su enfoque de equidad e igualdad en general, y la inclusión racial específicamente, junto con las divulgaciones de gobernanza existentes en torno al pago, entre otras cosas. Esto podría incluir datos sobre la representación minoritaria en varios niveles de una empresa, y una explicación descriptiva de las contribuciones de una empresa para crear un mejor lugar de trabajo y sociedad. También sería el lugar para el contexto histórico sin rodeos.
Los accionistas podrían tener el llamado voto consultivo sobre estas divulgaciones (como lo hacen en el Reino Unido sobre aspectos de la remuneración), un simple respaldo público o censura si la información es demasiado insuficiente. El riesgo reputacional involucrado sería un incentivo para tomar en serio esta parte del informe financiero.
No se puede permitir que las empresas solo actualicen sus sitios web, hagan una donación única a una organización benéfica y piensen que el trabajo está hecho. Esto requiere de medidas que se mantengan en el tiempo. Implica invertir en mejorar la experiencia tanto del personal como de los clientes de la empresa pertenecientes a minorías. Por ejemplo, ¿podría destinarse más dinero a hacer obligatoria la capacitación sobre sesgo inconsciente para todos? Dicha inversión podría ayudar a identificar y eliminar las microagresiones: comentarios o acciones que perjudican a los grupos minoritarios y que la mayoría a menudo no nota. Sea testigo de la promesa del BOE de retirar las imágenes de exgobernadores y exdirectores que estuvieron involucrados en el comercio de esclavos.
Sí, algunas compañías parecen estar avanzando en esta línea. Pero muchas quedan en vergüenza al ser señaladas individualmente. Seguramente se necesita una iniciativa más amplia. Los inversionistas y los reguladores tienen la facultad de exigir cuentas a los jefes año tras año para generar cambios.