CIENCIA
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¿Desapareció el día de las Américas?

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Como el lunes 14 volverá a cumplirse un aniversario del Día de las Américas, que ha sido prácticamente olvidado por el último gobierno e incluso por los medios,  y todavía repercute en mi memoria como algo que fue muy destacable por décadas hasta prácticamente desaparecer, quisiera recordar que dicho día se cumplirá un nuevo aniversario del funcionamiento del sistema interamericano creado el 14 de abril de 1890, casi al finalizar la Primera Conferencia Internacional Americana, en Washington, cuyos participantes deliberaron entre el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril del año siguiente. Dicho 14 de abril se decidió constituir la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, posteriormente denominada Unión Panamericana y hoy Organización de Estados Americanos, cuya Carta Orgánica fue firmada en Bogotá en 1948, en medio de una gran crisis local, y que rige desde febrero de 1970. Históricamente, se consideró que el sistema interamericano fue promovido por Estados Unidos para asegurarse la aceptación latinoamericana a su propia política nacional de restringir la influencia extracontinental en nuestra región. Y así lo entendieron también los delegados argentinos a la primera conferencia en Washington. Porque la limitación de tal influencia aseguraba a Estados Unidos la hegemonía sobre el continente americano, objetivo ya proclamado por la Doctrina Monroe en 1823, y hecho efectivo a fin de siglo mediante un panamericanismo que apelaba a la solidaridad hemisférica. Tal solidaridad aseguraba a las repúblicas latinoamericanas una especial vinculación que las separaba del resto del mundo, y específicamente de Europa. De ese modo, Estados Unidos y América Latina, se decía, compartían un sistema supuestamente superior al de Europa que podía verse amenazado por una extensión del sistema del Viejo Continente al Nuevo. Durante los primeros cincuenta años después de la Primera Conferencia de los Estados Americanos, Estados Unidos consolidó su posición de hegemonía en nuestra región, pero no logró convencer a los países latinoamericanos de que el sistema interamericano fuese realmente beneficioso para ellos. Por  otra parte, la Doctrina Monroe era permanentemente asociada a la repetida presencia militar de Estados Unidos en Centroamérica y en la zona del Caribe. Para los países de América Latina, la manera más positiva en que el sistema interamericano sirvió finalmente a sus intereses fue al establecer el principio de no intervención y de autodeterminación, imponiendo una cierta restricción al uso del poder de Estados Unidos como precio para la cooperación interamericana. Y también al reunirlos en esta forma de diplomacia multilateral, que era y es todavía la debilitada OEA, que les permitió, cuando se dio algún sentimiento profundo y generalizado, unir sus fuerzas  y equilibrar el tremendo peso del gran país del Norte, de una manera que no hubiera sido posible individualmente y mediante el uso de los canales diplomáticos ordinarios. No obstante, los países latinoamericanos siguen conduciendo la mayor parte de sus relaciones con Estados Unidos sobre una base bilateral, tratando de establecer muchas veces relaciones especiales con aquel país ante la falta de una verdadera y homogénea voluntad política continental, diluida durante  unas tres décadas por cierta generalizada inestabilidad institucional, y el permanente estado de subdesarrollo, todavía no dejado del todo atrás, que inhibe toda auténtica manifestación de autodeterminación nacional. Podría decirse entonces que los países latinoamericanos, al menos algunos, utilizaron con cierto éxito el sistema interamericano para limitar a Estados Unidos en el uso de su poder político y militar, pero no para inducirlo a concederles verdadera y genuina ayuda económica, a pesar de algunos intentos de modificación sustancial de la política estadounidense respecto de la cooperación interamericana económica y social, a partir de 1958, pero abandonada o frustrada después del asesinato del presidente John F. Kennedy. Era inevitable hacer este brevísimo repaso histórico, y al actualizarnos volver a señalar la desproporción del interés de Estados Unidos puesto en Africa, Asia, Medio Oriente, o Europa, comparado con el referido a América Latina, que cada administración norteamericana ha prometido de algún modo revisar, lo que nunca cumplió. Además, y lo más importante, habría sido tratar de que todos reconociesen que el rol político de OEA no podría sobrevivir, a menos que sus tareas en orden al desarrollo económico se cumpliesen de manera cabal. Como ello tampoco ha ocurrido, es indiscutible que tendrían que darse cambios muy considerables tanto en el norte como al sur del río Bravo, para que dicha organización pueda realmente coadyuvar a la conformación de un futuro americano connotado por el desarrollo, la paz, la justicia y la libertad.

*Periodista, escritor y diplomático.

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