Finalmente ocurrió: por primera vez en la historia, una mujer quedó al frente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA por sus siglas en inglés), sociedad que Sigmund Freud y un puñado de colegas fundaron en 1910. Su flamante presidenta es argentina: la médica psicoanalista Virginia Ungar. La experta en niñez y adolescencia asumió su mandato esta semana durante la realización del 50° Congreso de la IPA, que culminó ayer en Buenos Aires, y que convocó a 1.800 profesionales “psi” de todo el mundo.
El lema y tema central del evento giró sobre uno de los conceptos culturales que está sufriendo un gran cambio en la actualidad: la intimidad. “La posibilidad de establecer una relación íntima es algo absolutamente necesario para todos los seres humanos. Y es fundamental también porque es un espacio de creatividad”, le dijo a PERFIL Ungar, tras asumir como presidenta.
“La noción de intimidad con la que nos manejamos no es un concepto psicoanalítico estricto. El tratamiento psicoanalítico genera un espacio de intimidad, en la cual dos personas, dos mentes, interactúan en un lugar cerrado. Y allí hay un espacio de reflexión y de receptividad. Esto es clave porque para algunos se pierde intimidad en la sociedad”, reflexionó.
Para la experta, sí se pierde lo que tradicionalmente se conoce como intimidad: un espacio cerrado, pero hay que verla más bien como un estado mental, y como una inclinación a establecer un vínculo de escucha, de respeto y de reflexión común.
“Es clave reivindicar la intimidad. En las últimas décadas, el avance de la tecnología, la informática y los cambios culturales hacen que el espacio de intercambio de los vínculos humanos no sea solamente el lugar físico que conocemos desde siempre sino que se ha extendido al campo de la realidad virtual y las redes. Y eso nos hace perder algunas cosas, como cierto tipo de intimidad, sobre todo si lo que mueve a la gente a participar en las redes es una tendencia a la exhibición. La compulsión a la exhibición y a figurar y a tener una noción de que “sos” más cuantos más likes tenés y fans te siguen”.
—¿Tanta exposición en las redes tiene algún costo?
—Sí lo tiene, en el sentido de que, ahora, la intimidad se comparte. Y eso hace que sea difícil definirla en términos de códigos contemporáneos. Por una parte la intimidad está ligada a la creatividad, y por eso tenemos que cuidar esos espacios. Pero, por otra, tampoco me parece bien caer en la tecnofobia.
—¿Por qué?
—Doy un ejemplo: hoy muchos padres consultan por un hijo adolescente que pasa buena parte de su día encerrado en su habitación, jugando con la PC y posteando en redes. Si no tiene otro espacio de intercambio con pares, entonces es posible que haya un aislamiento y que eso sea una señal de alarma que tenemos que atender porque sabemos que algunas formas graves de la enfermedad mental, como la esquizofrenia, aparecen durante la adolescencia. Pero de ahí a clasificarlos como enfermos hay una distancia. Hoy muchísimos adolescentes pasan parte de su día en las redes, pero haciendo multitasking, estudiando, escuchando música y comunicándose con amigos. Si además hace deporte, música o sale, no podemos pensar en un joven aislado. O sea, antes de decir que es algo patológico tenemos que analizarlo para ver si hay uso o abuso del espacio virtual y analizarlo en su contexto.
—¿Qué ofrecen las redes sociales?
—Pensemos que un adolescente está atravesando un fuerte cambio personal y corporal. Para ellos la mirada y la aprobación de sus pares son muy importantes. Además, las redes les permiten generar un espacio de pruebas y de ensayos mientras salen del mundo de los niños y de su familia, y recorren su camino para convertirse en adultos. No nos olvidemos de que la cultura a lo largo de la historia generó numerosos ritos de iniciación para los adolescentes que hoy parecen, al menos en parte, estar en extinción. Pero, igualmente, ellos se las ingenian para seguir creando nuevos. Y muchos jóvenes sufren porque no pueden, ni se animan, a participar de esos ritos. Entonces, las redes pueden ayudar a pasar esta etapa, facilitándoles inventarse una edad, un género o una identidad. Las redes sociales son una realidad y no ganamos nada viéndolas como un apocalipsis.
—¿Qué piensa del debate sobre el Polaquito y su aparición en la TV?
—Me parece que ese episodio le dice a la sociedad algo importante sobre nuestra propia necesidad de exhibición. Y que, si no podemos exhibirnos nosotros, pareciera que tenemos que exhibir a nuestros hijos.
Los chicos y los límites
Una de las consultas más habituales de los padres en el consultorio es cómo poner límites a los hijos. Para Ungar, es una cuestión compleja porque debe surgir de algo interno de los padres, no por lo que le diga un terapeuta. “En estos tiempos la función parental ha cambiado mucho. Todo esto está asociado a una nueva situación de empoderamiento de los chicos y los jóvenes que antes no existía. Pero lo importante es que los padres puedan tener sus propios límites. Y entender la relación de quienes hoy son padres con sus propios padres”, explicó.
La especialista en niñez y adolescencia, recomiena a los padres que piensen por sí mismos, sin esperar recibir reglas desde afuera. El “no” debe salir desde adentro de ellos. Y debe ser genuino. Es importante que hablen entre ellos antes de hablar con los chicos, para establecer una pauta común frente a los menores. Y tratar de no entrar en contradicciones O sea, ser claros y no dar mensajes confusos. Incluso no es necesario hablar demasiado. Un “no” es “no”, sin ofrecer tantas explicaciones.