“Aspiramos a que nunca más un liberal con un libro de autoayuda quiera convencer al pueblo que todo lo que logró es ventaja, que todo lo que logró (el pueblo) no es prolijo. ¡A la mierda los prolijitos!, nos están llevando a la ruina, están hipotecando al país” dijo Graciela Camaño, presidenta de la bancada de diputados del Frente Renovador de Sergio Massa, oradora de la apertura del acto del 17 de octubre en Tucumán en busca de la unidad de “todo” el peronismo. La vehemencia de Camaño en ciertas oportunidades, como cuando abofeteó a Carlos Kunkel en el Congreso, contrasta con la sintaxis refinada que exhibe en los medios como si hubiera dos personas en ella: quien pudo recibirse de abogada en solo dos años y la compañera del más silvestre Luis Barrionuevo, salvando las distancias, como en la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
Curioso acto el 17 de octubre en Tucumán donde el massismo pareció reivindicar al kirchnerismo
“Los prolijitos” daría para una discusión en el campo de lo que regula el Inadi sobre si solo es peyorativo decirle a un colectivo “negros” y no “rubios” dependiendo del contexto y la intención. En el discurso de Camaño el pueblo son los no prolijitos y “los prolijitos” son quienes llevan el pueblo a la ruina hipotecando al país. Más allá del tono sectario, ¿será así? ¿El desendeudamiento en dólares de Néstor Kirchner engrandeció la Argentina y el endeudamiento de Macri la hipotecó?
Con razón se dice que al final de este mandato Macri dejará al país con igual o más inflación, con igual o más pobreza, con igual o menor producto bruto, pero con 100 mil millones más de deuda externa, la hipoteca a la que se refirió Camaño. Pero, ¿la única deuda es la que se mide en dólares? ¿No hipoteca al país aún sin endeudarse quien consume sus activos sin reponerlos? ¿No puede haber más deuda y más activos, o sea: haber aumentado la riqueza aun descontando una mayor deuda?
Néstor Kirchner no tomó deuda externa, pero tomó deuda interna aumentando a moneda constante el circulante, al pasar de 6 a 20% la inflación en tres años, al quedarse con el ahorro acumulado de las jubilaciones privadas y licuarlo en pesos con la inflación. Cuando se dice que es mejor que el Estado tenga deuda en pesos que en dólares, lo cual es cierto, es mejor porque se la puede licuar con inflación que es lo que se hizo siempre, apropiándose del ahorro de los jubilados y todo lo que invirtieron en pesos. Otra falacia contradictoria es que entonces las Lebacs serían lo contrario a una “bomba” porque era deuda en pesos a cambio de tener en el Banco Central dólares. Otro ejemplo: si Macri hubiera logrado bajar la inflación a un dígito y dejara una deuda externa del Estado de 100 mil millones de dólares adicionales con una tasa de interés del 5% anual, hubiera sido una buena transacción para los habitantes porque por el impuesto inflacionario pagamos cuatro veces más que esos intereses.
El economista Thomas Piketty, autor del libro de economía más notorio de los últimos años: El Capital del Siglo XXI (parafraseando al libro de Karl Marx El Capital que escribió en el siglo XIX), explicó que el producto bruto interno no refleja la realidad del progreso de un país porque no amortiza los bienes de capital, o sea el consumo neto de recursos naturales y el desgaste de la infraestructura. Piketty, a quien nadie podría considerar un neoliberal (ni que su formación intelectual se limite a un libro de autoayuda) porque prescribe un altísimo impuesto a la herencia para corregir la tendencia regresiva en la distribución de la renta a partir de la caída del comunismo, propone sustituir el producto “bruto” interno por el producto “neto” interno, descontando estos consumos de capital. Durante un reportaje que le realicé en enero de 2015 explicó que al crecimiento del producto bruto durante la presidencia de Néstor Kirchner había que descontarle la falta de reposición del capital consumido –deuda al futuro de los argentinos– que no estaba medida en el producto bruto.
O sea Kirchner aumentó el producto bruto y el consumo, pero no necesariamente la riqueza por habitante y la total de la Argentina. Las Naciones Unidas desarrollaron el programa United Nations Environment Programme (UNEP) donde se mide la riqueza por habitante –y no del producto bruto per cápita– para evaluar el progreso de un país. Para UNEP la riqueza de una nación se compone de tres fuentes de capital: capital humano, capital natural y capital de producción o manufacturado (máquinas, equipos e infraestructura). En un artículo titulado “The real wealth of nations” publicado por la revista The Economist se explica que: “Es posible que el producto bruto interno crezca, al sumar el consumo de una economía y su inversión (bruta) en capital manufacturado y humano, resultando engañoso porque la riqueza total disminuye al no reconocer que los activos de capital se deprecien. Por ejemplo: si se consumen activos de capital natural agotando yacimientos sin invertir cantidades adecuadas de producción en la acumulación de otras formas de capital. La riqueza por habitante (y no el producto bruto per cápita) refleja la capacidad de una economía para sostener el bienestar humano hoy y en el futuro. Solo a un aumento en la riqueza por persona le corresponde una mejora en el bienestar promedio de las generaciones presentes y futuras siendo la clave para el progreso económico y su desarrollo sostenido.”
En lugar de un nuevo peronismo orientado a trabajadores de los servicios resucitó a los descamisados
No hay soluciones simples a problemas complejos, entender quién hipotecó menos o más al país o cómo hipotecarse bien porque se crea más capital futuro o mal, porque se pagará más de intereses, no se resuelve apelando a la estética. “Los prolijitos” de Camaño reivindicando la desprolijidad como significante popular contrastaba con el senador Pichetto, único de saco en ese escenario. Difícil crear un nuevo peronismo con gorilismo inverso.
Continúa mañana con: "En qué Macri fue exitoso en economía".