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A prueba de balas

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Hace unos años, entre nosotros, para decir que una cosa nos parecía bien, que la aprobábamos o que nos entusiasmaba, se empleaba esta expresión: “mató” o, más específicamente, “mató mil” (la cifra introducía un concepto, más que una mera cantidad). En la jerga rockera, por ejemplo, se acostumbraba su utilización. 

Más adelante se desarrolló una variante algo distinta, que consistía en declarar “me mató” cuando algo nos gustaba o nos impresionaba. Laura Ramos aprovechó admirablemente sus resonancias en las columnas de “Buenos Aires me mata”. 

Para indicar un cansancio extremo, para indicar un agotamiento físico, se estilaba un “estoy fusilado”, y a menudo un “estoy reventado”, donde hoy prevalece en cambio la opción por un estar “hecho concha”. Para decir que se la pasaba bien, se apelaba a un “pasarlo bomba”; en tanto que ser “una bomba” (sin la disminución explicativa aportada por la designación de “bomba sexual”) significaba belleza, poder de atracción.

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Puede ser que algunos de estos giros perduren, pero entiendo que han mermado. Mermaron o decantaron o se transformaron: de la bomba quedó la idea de lo que se “tira” para provocar escándalo (en la televisión se la pasan tirando bombas y ya nadie se mosquea); el matar se desplazó a una invitación dirigida a quien queremos que se calle o que se vaya, que inexista en cierto modo (como en el Matate, amor de la novela de Ariana Harwicz); el estar reventado perdió terreno respecto del serlo (sobre el juego entre serlo o estarlo escribió en su momento Jorge Asís).

Llama la atención, en este sentido, que en este tiempo haya surgido una fórmula específica para designar a las personas necias, las obtusas, las que no entienden o no admiten argumentos, las que lucen enteramente inmunes a cualquier razonamiento, las que consiguen que nada en el mundo les importe o las afecte. Se dice de ellas: “No le entran balas”. Se emplea como reproche y es lógico que se la emplee así.

Ocurre a veces que una expresión figurada, cualquiera sea, se acerca a la literalidad o traspasa directamente a ella. ¿En qué estoy pensando? Estoy pensando en un par de políticos argentinos que, sin necesidad objetiva alguna, decidieron darse a ver embutidos en un chaleco antibalas

¿Lo hicieron en sentido literal? En sentido literal, sí. Pero también, a la vez, en sentido figurado. Porque las palabras en general no les hacen mella. Y los hechos, mayormente, tampoco.