Mientras desarrollo este texto un canal de noticias de mucha audiencia tiene impreso en su pantalla: “Polarización, la clave en la recta final de la campaña”. No es que la señal informativa esté equivocada, da la sensación de que la elección va a definirse una vez más entre las coaliciones más populares y que en algunos casos ambas se nutren de la confrontación con la otra. Lo que me inquieta de la frase es el porqué. ¿Qué sucede para que esa lógica parezca inmodificable? ¿Es realmente una cuestión adherida a nuestra construcción política?
Bueno, en mi opinión y en la de mucha gente no es así. Un amigo me manda algo que leyó en las redes que dice: “Este año votar va a ser muy rápido. Al fin y al cabo, no hay que meter ninguna boleta en el sobre”. Eso podría ser una frase interesante de alguien desencantado si uno creyera que es un caso aislado. No lo es. Hay una decepción palpable y una necesidad de que se abandone la grieta como mecánica partidaria en muchísimas personas, que podría trasladarse a las urnas.
Una encuesta de Zuban Córdoba y Asociados consultó sobre el nivel de acuerdo con la afirmación: “Siento que en las campañas electorales no le hablan a personas como yo”. Casi el 74 por ciento respondió que estaba muy o algo de acuerdo. De hecho, casi la mitad de los encuestados se mostró en plena coincidencia con esa frase. Otro dato de la consultora para prestar atención es que más del 44 por ciento de las personas de 18 a 30 años no tiene definido el voto. Un número abrumador que grafica el estado de situación.
Mucha gente se siente poco interpelada. Es una cuestión de formas y de fondo, porque no se dan los debates que hay que dar y los que se llevan adelante se hacen de manera brutal. Venimos de días en los que al Presidente de la nación le pareció correcta la manera de discutir ideas entre una docente enfurecida y un alumno de escuela secundaria, o de escuchar a un candidato decir que iba a “aplastar” al Jefe de Gobierno porteño, al que le dedicó insultos que prefiero no repetir. Otra situación muy repetida es la de “descalificar” llamando zurdo o comunista a cualquier expresión que no sea de extrema derecha. Esto último tiene un tufillo a persecución que, curiosamente, iría contra cualquier pensamiento que tenga a la libertad como principio básico.
Dejemos por un momento las formas y vayamos al fondo. Hay temas que están en las preocupaciones cotidianas de la mayoría de los argentinos, que parecen no querer ser tratados como se merece: Economía, Seguridad, Educación y Salud aparecen arriba en las encuestas y los hogares. Según D´AlessioIrol&Berensztein el tema más inquietante es, por lejos, la inflación. No hay grieta en algo que nos desvela hace años. Entonces, la pregunta que cabe hacerse es por qué no se puede avanzar entre todos los sectores para tratar de combatirla. ¿Alguien cree seriamente que será el salvador sin alcanzar grandes acuerdos?
Hace unos días María Esperanza Casullo le dijo a Jorge Fontevecchia que “el votante medio en Argentina no quiere discutir cuestiones ideológicas. Desea que le hablen de economía, de cómo mejorará su situación económica, cómo se resolverá la pandemia, cómo estaremos dentro de un año. No me refiero a promesas vacías. Pero los temas cotidianos no son Venezuela o Cuba; tampoco la lucha contra la hegemonía norteamericana o la OEA. Los políticos argentinos deben perseguir esos votos”. Lo que expresa la politóloga va en línea con lo que se percibe en el día a día, pero algunos personajes de nuestra vida democrática aún no acusan recibo. O tal vez sí y no sepan cómo desandar el camino del choque dialéctico. Tal vez no quieran porque todavía les rinde escapar a los acuerdos. Para buena parte de la sociedad, es momento de abrirse al diálogo. Ojalá la escuchen.
*Director del Centro Cultural General San Martín.
Producción: Silvina Márquez.