Nos preguntamos adónde va el dólar, pensando en Argentina. Veamos lo que pasa en el mundo: la FED de Estados Unidos –equivalente a nuestro Banco Central– tuvo una política muy laxa durante casi diez años. La intención era generar algo de inflación. O, al menos, evitar la deflación incipiente por la crisis de 2008 y la gran baja del valor de los activos reales, arrastrados por la caída en los activos financieros. En Europa y Japón se siguió una política similar, y varios países tuvieron tasas de interés ¡negativas! Esa tasa de interés tan baja hizo más atractivos los activos en otros países, que pudieron atraer capitales y crecieron aprovechando capitales baratos, pero el tamaño de sus economías es aún pequeño y sus instituciones no siempre son fuertes. Desde entonces la economía de EE.UU. se fortaleció y su nivel de desempleo es bajísimo dada su gran flexibilidad, por lo que hace unos dos años la FED comenzó a revertir esta política. Con esta suba de tasa en EE.UU. ya no es tan atractiva la diferencia de rendimientos. EE.UU. se convierte así en una aspiradora de fondos del resto del mundo y el dólar se fortaleció frente a casi todas las monedas.
Este previsible movimiento implicaba que el peso se devaluara también, pero como tenemos un engendro de políticas monetaria y fiscal, reacomodamiento de precios relativos, shocks en las exportaciones (inundación y sequía dos años seguidos), suba en precio del petróleo y un largo etcétera, los cambios son más abruptos.
Con este panorama es difícil saber si la inflación alcanzará al dólar. Hay efectos contradictorios. Los insumos en dólares son más caros y las empresas no tenían rentabilidad para absorber ese mayor costo. Es absurdo creer que los comerciantes pueden subir el precio todo lo que quieran, porque se quedarían sin clientes. Por lo tanto, el traslado de este aumento a precios domésticos tendrá muy distintos efectos por sector y tipo de producto. Las empresas enfrentarán una mezcla de mayores precios y menores ventas.
Las importaciones serán más caras y disminuirán las que compitan con alguna producción local. Las exportaciones serán más rentables si no aumentan los costos. Se tarda mucho en lograr nuevos clientes y sobre todo para exportaciones agropecuarias hay que esperar a la próxima cosecha o que el ganado engorde. Mientras, los costos ya subieron.
El impacto en el déficit fiscal será notable desde el punto de vista de los intereses que deben pagarse en dólares, y es difícil calcular la recaudación de impuestos aduaneros sobre importaciones que caen pero exportaciones que ¡ojalá! crezcan. Quienes dicen que una devaluación favorece al Gobierno son osados. Es muy difícil saberlo.
Los activos, fundamentalmente los inmobiliarios, verán sus precios afectados en parte por la actividad económica y en parte por la tasa de referencia o interés que se utilice. Como es difícil que la tasa de interés en dólares argentina y americana bajen en el corto plazo, son buenas noticias para el comprador, y malas para el vendedor. Si mi análisis es correcto, no solo es difícil prever el efecto de la devaluación sobre precios sino también sobre la actividad económica.
Todos tenemos una idea de lo que debe hacer el Gobierno. Y en el sector privado, ¿qué debe hacer? Concentrarse en trabajar en redes y cooperar con los que ahora son nuestros competidores. Focalizarse en inversiones de capital y no tanto de consumo, mejorar la amortización del capital y crecer en capital humano para hacer mejor nuestro trabajo.
*Economista.