Este viernes a la mañana, el ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, hacía la cola en migraciones en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza para ingresar al país luego de un viaje. Nadie lo reconocía. Había tenido su pico de popularidad (?) o éxito en la gestión entre la segunda mitad del 2016 y el primer tramo del 2017, cuando la inflación bajó fuerte después de la primera devaluación y era el padre de los créditos UVA en plena expansión. Eran los días donde alternaba Davos con Basilea y hablaba en foros de cómo las Lebacs eran gilada porque también subía el activo, y de cómo la inflación núcleo iba a bajar.
Hace diez días, en la primera semifinal de la Copa Libertadores entre River y Gremio en el Monumental, en uno de los palcos, también pasó desapercibido Luis Caputo, que fue eyectado del BCRA en puja con el Fondo Monetario Internacional a mediados de septiembre, apenas tres meses después de asumir. Atrás había quedado su julio de pax, con el dólar calmo, el "mirá cómo vuelven los dólares" cuando el fondo Templeton puso guita en las Letes, su plan para desarmar Lebacs y todo un clima que hasta le habilitó un descanso en las playas de Ipanema. Todo antes de la espiralización de la corrida y el fallido mensaje del Presidente sobre el "vamos, pero no vamos" al FMI, y la pelea con los burócratas de Washington para ver si intervenía o no cuando el dólar coqueteaba con los $ 40.
Con cinco semanas en su cargo, Guido Sandleris, el hoy presidente del Banco Central, está atravesando "su" momento de microéxito. El peso tuvo su mayor apreciación desde la salida de la convertibilidad y en las redes sociales otros economistas hasta lo llaman “el Facha”.
En la Argentina no hay comportamiento más viril o sexy, parece, que hacer bajar el dólar. Te convierte en rubio, alto, musculoso y de ojos celestes, y si encima se combina con el primer intento de bajar cinco puntos las tasas de interés, sos Messi. En las mesas de dinero que apostaban a un dólar escalando rápidamente a $ 44 en el debut de las tasas, ya panquequearon: donde veían solo academia inexperta, ahora ven la audacia y la calle. Resultadismo y carry trade.
Aprendiendo la lección de los éxitos efímeros de sus antecesores, hay que decir que la mayor virtud de esta gestión es que ninguno de los que toman las decisiones pareciera creérsela: “¿Y si no pegamos una?”, le han escuchado decir al número dos de Sandleris, Gustavo Cañonero, que en mangas de camisa se muestra como el dueño del mensaje es-lo-que-hay del ente monetario. Sin embargo, mientras se preparan para salir a comprar dólares y mostrar que tienen la corrida abajo de la suela, un grupo de analistas y brokers agoreros necesarios enumera los riesgos de este plan:
- Cada semana que se extienden las súpertasas, cruje más la cadena de pagos.
- El éxito del freno del dólar es inversamente proporcional a la profundidad del frenazo de la actividad, algo que el FMI advirtió al citar otros planes similares con caídas de hasta el 21% del PBI.
- Hay un riesgo creciente con la flamante bola de Leliqs, las letras de liquidez que juegan como letras de corto plazo para el mercado cambiario.
- La renovada bicicleta financiera que sostiene la inversión de fondos externos en pesos se está aceitando a través del sistema bancario. Y hay quienes dicen “con los bancos no”, porque creen que si hay una estampida de fondos en el mediano plazo, una salida de depósitos en pesos no podría ser descartada.
- Nadie sabe cómo va a impactar el escenario electoral en los activos financieros, el dólar o los depósitos, y los que creen saberlo, hacen proyecciones extrañas. En el acuerdo con el FMI algunos leen que el organismo hizo los cálculos suponiendo que el año que viene solo se venderán dólares para atesoramiento, por US$ 9 mil millones, menos de la mitad del primer semestre de este año.