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estupores

Ale Zigman, in memorian

16-4-2023-Logo Perfil
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Mi amigo Alejandro Zigman se ha ido. Fue el lunes pasado, mientras el avión que me traía de Italia hacía sus últimas piruetas para bajar en Ezeiza. Mientras aterrizaba, la larga enfermedad lo venció. Fue esa noche en la que hubo luna llena.

Mi amiga Andrea, que supo acompañarlo tan amorosamente en el final del camino, lo encontraba a menudo corrigiendo su última obra de teatro, dejando en orden todo lo escrito, preparando el mutis final, como si alguien supiera hacer eso.

Tal vez Ale lo supiera: era un actor singularísimo. Tal vez haya sabido siempre cosas muy extrañas, que los demás no podíamos ver con su pericia.

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Nos conocimos en la juventud y en los 90 compartimos las horas deliciosas del grupo Caraja-jí, ese dragón de ocho cabezas que pierde definitivamente una de sus fauces, ese caldero de apuro y de amistad donde se forjaron nuestras piezas fundadoras. Nuestra pena es infinita y sólo la apacigua el saber que ya estarás en paz y sin dolor.

Las obras de Zigman siempre consideraron al mundo como una masa muy absurda de deseos encontrados; morirse en ese mundo debe haber tenido algún sentido, uno innombrable. De hecho, cada escritor se muere siempre en el mundo que ha creado. Así que es bien posible que corregir esa obra, que arreglar esos papeles, que orientar una edición póstuma, sea siempre cuestión de vida o muerte. No lo olvidaré. O tal vez sí, porque la vida es muy tramposa, y te ofrece cosas hermosas todo el tiempo para esquivar el destino común que nos espera.

Alejandro está ligado a mi juventud. Esto acrecienta el estupor de su partida. Siempre seremos jóvenes en esas piezas que escribimos. Siempre estaremos un poco vivos, Ale querido.