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Amigos para no morir

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Hablando con una persona de mi nicho etario (no sé por qué me es imposible usar la fórmula “mi generación”) con la que parecíamos coincidir en todo lo importante, tuve un trago amargo al oír “Yo no tengo amigos que me lleven quince o veinte o más años, es ridículo”. Para mí es una persona inteligente, pero lo que dijo me parece de una ignorancia fenomenal. Aunque podría haber discutido, no lo hice. Tal vez por falta de carácter, tal vez porque soy voluble o lo son mis principios, nada dije de mis amigos mayores que yo, ni de los que tienen muchos años menos, pero todos ellos se hicieron presentes con justificada cara de reproche en mi mapa mental.  Un tiempo antes, otra persona me había generado una sensación parecida al asegurar que los “amigos verdaderos” solo se hacen antes de los 25 años, que el resto de las amistades jamás alcanza la misma intensidad, ni el mismo nivel de mutua confianza. Tampoco pude replicar contando mi experiencia, ni decir “es mentira” o, al menos, un tibio “no corre para todo el mundo”.  

Quizás por la sensación de culpa derivada de no haber hablado cuando correspondía, inicié una estadística casera en la que invertí tiempo y energía, aun sabiendo que no alcanzaría para probar nada a nadie que no fuera yo. Hablé con gente diferente sobre las posibilidades de entablar una amistad que no le preste atención al tiempo. Arranqué cada intercambio diciendo que varios de mis amigos más queridos son de hace un par de años como mucho, mientras que otros están desde la primaria, y, del otro lado, casi siempre hubo gestos de recelo acompañados de un seco “no es lo mismo”. Hubo, también, varias respuestas coincidentes en que eso de hacer amigos de grande o andar con gente con la que media más de una década de distancia para arriba o para abajo es raro. Y hubo caras de sospecha cuando dije que mis amigos de 60 son más divertidos que los de 35 y que con mis amigos de veintipocos la paso bien, aunque no hayan nacido mucho antes que mi hijo. A lo largo de todo el proceso de consulta escuché: “Hacer amigos nuevos es una cosa de pibes”, “Hay algo generacional”, “La verdadera amistad es compartir recuerdos de toda la vida”, “Estuvo en las buenas y en las malas”, “El tiempo compartido te hace cómplice” y “Hay algo generacional” de nuevo.  Alguien fue más lejos acusándome de inmadura por “creer que existe amistad con uno que apareció hace dos minutos”. 

Un dicho sufí dice “Dios es el tiempo”, en el sentido del tiempo como algo sobre lo que no podemos intervenir pues simplemente cursa, está, estuvo y estará ahí, independiente de nosotros. Tal vez, más allá de nuestra pretendida madurez o inmadurez, los que tenemos amistades que se desentienden del tiempo (ya sea del transcurrido en forma de años de amistad, como del acumulado en forma de años de edad) buscamos conjurar su paso o avivar la ilusión de esquivar la muerte.

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