Una buena noticia del mundo editorial es que en unos días aparecerá la traducción de Inverting the Pyramid, el gran libro de Jonathan Wilson. El título hace pensar en una investigación sobre el antiguo Egipto o una serie de consejos para ganar dinero en Wall Street, pero el subtítulo aclara el tema: The History of Football Tactics. Dada la inflación universal de los estudios universitarios, no es sorprendente que haya una historia sobre cualquier cosa, ni fondos para publicarla. Pero el tono del libro es mucho menos académico que polémico y más cercano a las preocupaciones de los aficionados comunes. Entre las fotos que incluye hay una página en la que aparecen Juan Román Riquelme con la camiseta argentina y Luka Modric con la de Croacia. Los epígrafes dicen, respectivamente: “El último de los armadores de juego al viejo estilo...”, “... el primero de los nuevos”.
En el prólogo Wilson confiesa que, hincha al fin, su verdadero interés es terciar en una polémica muy británica sobre las razones por las cuales Inglaterra no gana un título internacional desde hace casi cincuenta años.
Pero allí también cuenta una anécdota (probablemente inventada) que atribuye el origen del libro a una pelea casi a los golpes entre colegas en un bar de Lisboa donde unos sostenían que no valía la pena escribir sobre táctica porque los jugadores eran los mismos y los otros respondían indignados que la táctica (“la combinación entre formación y estilo”) era lo único sobre lo que valía la pena escribir, ya que lo demás lo veía cualquiera.
Ecos de esta discusión han llegado a nuestras playas, pero me temo que, como caricatura, el populismo costumbrista de algunos periodistas y el cientificismo policial de otros remite a la pereza en el primer caso y al odio por los futbolistas en el segundo. Pero lo de la táctica da para más. Uno de los mejores discípulos de Wilson se llama Michael Cox y, además de trabajar para varios medios convencionales, tiene un blog llamado Zonal Marking que resulta la mejor ayuda para seguir este mundial. La presentación que hace Cox de los 32 equipos es fundamental para saber qué hay que mirar en formaciones que, de otro modo, se despedirán del torneo antes de que uno pueda entenderlas. Pero la lectura de Cox le agrega a la visión de los partidos el interés genuino que tienen las batallas tácticas, lo que permite disfrutarlos de un modo más satisfactorio que cuando simplemente miramos el televisor como zombis esperando que el marcador se altere.
Lo más interesante de prestarles atención a las tácticas y escribir sobre ellas es que introduce una componente intelectual en el periodismo deportivo que permite hablar de una verdadera crítica de fútbol.
No sé si existe una disciplina que se llame “crítica comparada”, pero al hacer al fútbol pasible de un análisis técnico y estético aparecen similitudes con la crítica de las prácticas artísticas. En el cine, por ejemplo, se discute entre el autor y el esfuerzo colectivo, entre la belleza y la espectacularidad, entre la improvisación y el ensayo, entre la emoción y el razonamiento. Ninguna de estas dicotomías es ajena al fútbol, como tampoco son ajenas al cine las efusiones sentimentales ni la adoración por los resultados. Lo que Wilson y Cox aportan es una ampliación de la mirada.