El estentóreo estreno internacional junto al Papa de Fabiola Yáñez, flamante primera dama, casi coincide con la despedida triunfal y glamorosa de su antecesora, Juliana Awada, desde la tapa de la versión argentina de una revista española ensimismada con la realeza.
No sorprende, claro, el medio elegido por Awada, ya que en estos últimos cuatro años se erigió en una suerte de house organ de sus actividades, con fotos y reportajes exclusivos. Está en su derecho.
A tono con tooooodas esas coberturas periodísticas, la publicación le otorga su tapa y diez páginas interiores para decir adiós (o hasta pronto, según los deseos macristas) a “La primera dama que convirtió la Quinta Presidencial en un hogar” (sic).
Con una cuidada y hermosa producción de imágenes especiales en la residencia de Olivos y otras recientes e inéditas de archivo, se detallan vivencias de la esposa del ya ex presidente y su familia.
Se puede entender el panegírico de la revista, teniendo en cuenta el tipo de audiencia al que se dirige. Lo que no se entiende es el tono de Awada, que luce en las antípodas del recato que debería tener alguien que, si bien no es responsable de la muy mala gestión económica de su marido, desde su lugar podría pensar en el tendido de puentes de empatía hacia los millones de habitantes que la pasan pésimo por los errores del gobierno saliente.
Pensándolo bien, es coherente con la misma falta de empatía social de su esposo.
