Jaime Duran Barba le advierte al PRO que nunca nadie ganó una elección prometiendo ajuste. Que los ejemplos electoralmente exitosos de Giorgia Meloni hoy en Italia o en su momento de Trump y Bolsonaro en Estados Unidos y Brasil nunca apelaron a una propuesta económica neoliberal sino a cambios relacionados con cuestiones de género, culturales, de inmigración o nacionalistas, todos ellos identitarios.
Que los dirigentes del PRO compiten sobre la velocidad e intensidad con la que declaman bajarán el gasto público además de producir una reforma laboral y previsional ya no en cien días (tres meses) sino en cien horas (cuatro días).
Que, sin darse cuenta, terminan “trabajando para Milei”, quien propone lo mismo en cien minutos, es decir, un oxímoron, porque total nadie espera que pueda implementarlo.
Que “lo mismo más rápido” rodea a quien lo pronuncia de los mismos funcionarios que compartieron el fracaso, y es una propuesta condenada a la derrota electoral. Concretamente, que “el PRO se puso viejo” y perdió la creatividad.
Que Mauricio Macri volvió a ser el de 2003 (pre Duran Barba y pre Marcos Peña), quien en alianza con López Murphy perdía el ballottage para jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires contra Aníbal Ibarra, y cuando se le pregunta a su entorno por qué Macri se expresa “sin filtro” y tan corrido a la derecha, la respuesta es que porque cree que Juntos por el Cambio ya ganó las elecciones del año próximo, que el Frente de Todos puede hasta quedar tercero, y entonces su tarea es disciplinar a las palomas del PRO y a los radicales.
Supongamos que Jaime Duran Barba estuviera equivocado y en el país actual, después de tanto deterioro, hubiera 51% de argentinos en un ballottage (o 45% con más de 10% de diferencia del segundo en primera vuelta) dispuestos a votar a favor de una economía neoliberal. ¿Cómo se podría después lograr implementar esas políticas con la otra mitad de la sociedad en contra?
De la misma forma que Milei tiene en el partido de ultraderecha español VOX (el que primero introdujo la palabra casta como insulto político) su simbólico “hermano mayor”, el PRO encuentra en el Partido Popular de España, la centroderecha, su gran referente y precursor. La cercanía se expresa de ida y vuelta al punto que la estrella ascendente del Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso, usa críticas al peronismo como una forma de crítica al Partido Socialista, que hoy gobierna España.
Ayuso, al igual que el PRO en la Ciudad de Buenos Aires, es la jefa de Gobierno de Madrid (presidenta de la Comunidad de Madrid), donde asumió el 17 de agosto pasado y, antes de que se cumplieran dos meses conduciendo los destinos de su comunidad, casi 700 mil personas salieron a protestar contra los recortes en gastos de la sanidad pública. La Comunidad de Madrid, la ciudad capital y los 176 municipios vecinos que la integran, tiene 6 millones de habitantes, un 40% de los 14,8 millones de habitantes del AMBA porteño. La convocatoria a la protesta contra Ayuso sería equivalente a casi 2 millones de personas llenando la avenida 9 de Julio desde Constitución hasta la Avenida del Libertador.
Si en España, con tres veces el Producto Bruto per cápita de Argentina (30 mil dólares contra 10 mil de nuestro país), simplificadamente, tres veces menos pobreza, un recorte de la salud pública producido por una líder que provoca con un discurso beligerante genera semejante rechazo, cuesta imaginar cuál sería la situación en Argentina frente a un recorte en todo el gasto público con reforma laboral incluida.
Si en diciembre de 2017, por un cambio de la fórmula de actualización de las jubilaciones, se generaron toneladas de piedras frente a Congreso, sería de esperar un verano muy caliente a comienzos de 2024 si un eventual nuevo gobierno de Juntos por el Cambio decidiera hacer un recorte general del gasto público.
Queda la posibilidad de que se trate del teorema de Baglini, aquel que sentenciaba: “Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven. A medida que un grupo se acerca al poder, va debilitando sus posiciones críticas al gobierno”.
Y que Macri o Patricia Bullrich sobreactúen para lograr cortar el crecimiento de los votos de Milei sabiendo que después tendrán que moderar su discurso, lo que para Duran Barba es jugar con fuego haciéndole el juego a Milei además de correr el riesgo de perder votantes propios.
Horacio Rodríguez Larreta también coquetea con el endurecimiento, fue él quien en una reunión con empresarios en Bariloche sobreactuó diciendo que “no serán cien días sino cien horas” durante las cuales se instrumentarán las reformas que piensan implementar. Pasaron siete meses de aquella reunión en e Llao-Llao y el Larreta actual, si bien sigue actuando un estilo más duro, recuperó públicamente el pragmatismo, por lo menos en un reportaje en Radio Perfil el jueves, cuando reconoció que las reformas a introducir se harían por etapas previo consenso con parte de la oposición.
Resta ver si los halcones piensan lo que dicen o compiten discursivamente con Milei porque observan una tendencia de parte de la sociedad en una dirección que puede serles redituable electoralmente. Aun si así fuera, el asesor que los llevó al poder, Duran Barba, les viene advirtiendo que no es una buena estrategia para ganar las elecciones de 2023. Y mucho menos para gobernar.