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INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Burbuja algorítmica y los mundos posibles

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Me gusta. Somos víctima de esa tendencia de sentirse aceptado. | Shutterstock

Si la “musa” está aprendiendo a leer y escribir, ¿puede  también continuar cantando? Al parecer esta nueva técnica estigmatizada desde el tiempo antes del tiempo abre una ventana  en la que la colisión y la contradicción resultan esenciales. La preferencia de la palabra escrita tal vez recorra la vena del misticismo y, sin embargo, su naturaleza unitaria no garantiza la ecuación simple del acto lingüístico. ¿Cuál es entonces su papel dentro de nuestra cultura tecnológica creadora de encuentros y desencuentros?

Quizás la respuesta está en nosotros mismos, allí donde existe un vestigio, o el reconocimiento de la imagen modalizada al margen de aquello que nos es familiar. ¿Somos ese Robinson Crusoe mediatizado por las redes sociales viviendo en una “burbuja algorítmica”, escribiendo un relato fragmentado de nuestra propia historia?

La musa transmutada se desliza en el entretejido del lenguaje creando un universo de información único para cada uno de nosotros que altera la forma y, a veces el fondo, el significado de la sustancia que se empaqueta, se almacena, donde la palabra cesa de ser eco y se transforma en artefacto. Y, sin embargo, no podemos afirmar que la musa sea la única responsable de la cápsula  o la “burbuja de filtros” como la define Eli Pariser, ese estado de asilamiento intelectual resultado de la selección de la información “personalizada”, donde los datos globales se pierden, así como la visión democratizante de los diferentes puntos de vista, creando una idea distorsionada de los mundos posibles. Pensemos que somos víctimas de los deseos más banales del “self” transaccional, esa tendencia humana de sentirse aceptado por la comunidad virtual, llámese subreddits, Tumblr fandoms, grupo de Facebook o Google+ circles, cuyas reglas y convenciones creamos. Claramente, esto conlleva a que la burbuja amplifique con cierto dramatismo el sesgo de confirmación consumiendo aquella información que se ajusta a una visión de mundo simplista, parcial y acotada a lo que nos causa placer evitando aquello que es frustrante y complejo.

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El fenómeno de la burbuja originariamente descripto por Weisberg como “marco ideológico” o la “cámara del eco”  en términos de Gorenfeld en Moon the Messian and the Media Echo Chamber nos revela cómo estar encapsulados en un constructo donde los algoritmos invisibles a la percepción humana que  editan la realidad de la web limitan la visión del mundo en detrimento de la sociedad en general, erosionando nuestro discurso, haciéndonos más vulnerables.

Desde la perspectiva psicológica o en sociología la burbuja podría considerarse como una experiencia grupal donde se pierde la habilidad de pensar de manera racional, realista o incluso moral. De modo que los miembros del grupo expuestos al mismo tipo de información filtrada pueden reaccionar sintomáticamente parándose en dos polos opuestos, siendo o excesivamente optimistas buscando el consenso o extremadamente alarmistas censurando ideas y ejerciendo presión en el resto de sus integrantes. Sea cual sea la variante, la burbuja no es más que la interacción de una colección de mundos posibles: los Tres mundos de Popper, el Paraíso perdido de Milton o los Principia de Newton. Desde el ser como individualidad frente a esta realidad distorsionada, el “click” valida nuestras nociones preexistentes acerca de un entorno imaginario por encima del contenido en la crisálida algorítmica dejándonos librados al acecho de lo desconocido.

*Lingüista.