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reconciliaciones

Calesita electoral

Calesita 20231027
Calesita | Unsplash | Kira auf der Heide

Quizá justamente, quizá momentáneamente, la política ha sustituido al fútbol como tema de conversación o de pasión. El rasgo particular de la pasión es, en el fondo, su carácter esencialmente monótono. Ya van tres adverbios (palabras terminadas en mente) en dos renglones. En la alborada del estío, el estilo se pierde un poco. Pero este es un momento particularmente (cuatro) entusiasmante de la vida nacional y del columnismo político. Asombra ver los pases rápidos de bandería de algunos connotados gritones de la TV, los acomodamientos y zangoloteos de los miembros de la Corte en la presunción de nuevos vientos dentro de lo viejo, y sobre todo el febril correteo de los candidatos. Una delicia.

Amén de los ya muy trajinados argumentos surtidos por todos los medios de operación radial, escrita y televisiva para explicar lo ocurrido en el domingo eleccionario (perla de la tapa de La Nación: “sorpresa”), lo que se ve, o al menos lo que pude ver, es que algo del resultado –provisorio, desde ya–, se desprende de la posición de los sujetos ante el objeto que dicen pretender. Lo que se vio hasta ahora es que, del terceto de la semifinal, Massa era el único que parecía un político profesional, deseoso de ganar su Mundial, es decir, alcanzar la presidencia, después de un par de derrotas anteriores; Bullrich una señora trabada con su propia lengua y dispuesta a pelear contra un fantasma semiextinto, el kirchnerismo, y sin  la menor idea de lo que hará luego, y Milei solo parecía un arrepentido de su pecaminosa beligerancia reciente, y que tanto le cuesta dominar, y alertado ante las posibles consecuencias de su inesperada gesta, ya que su secreta voluntad no era la de alcanzar la presidencia de un país y el gobierno de un Estado (¿para qué querría un anarquista de derecha dirigir aquello que pretende suprimir?), sino alborotar, desafiar el sentido común, en definitiva, armar quilombo: un esteta de la violencia discursiva que no midió lo suficiente el alcance de sus palabras porque, al menos en Argentina, los modos de decir podrían anunciar modos de morir, como primera intención, del otro, el execrado.

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Mas luego, hoy, a horas del cierre de estas columnas, el paisaje cambió. Massa habla al futuro utilizando el programa discursivo que le valió la derrota a Larreta, quien debe estar preguntándose si entrará como jefe de Gabinete, ahora de Sergio Tomás, se tragará el sapo de ser partiquino de la carrera de autos locos de un eventual gobierno mileísta, o el puesto propuesto se lo quedará Schiaretti, excandidato a presidente de la República de Córdoba. A su vez, el nuevo ayuntamiento interespecies de Pato y el León, con memes incluidos, indica que las invectivas anteriores eran un gag escrito por la cosplay Lemoine. Tanta cristiana reconciliación luego de tanto pecado mutuo anticipa futuras convulsiones. Oremos, en latín o en hebreo.

Por último, y místicamente, la diseñadora de modas Lilita  encontró por fin a su Darth Vader: una luz celestial le dijo que a Macri lo ganó la fuerza oscura.