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Cara es la ignorancia

Universidad Temes
La universidad pública atraviesa su peor momento desde el regreso de la democracia. | Pablo Temes

La decisión del Poder Ejecutivo de prorrogar el presupuesto 2023 coloca a las universidades nacionales frente a una situación crítica. Si bien es cierto que en las últimas horas, el Gobierno aseguró haber llegado a un posible acuerdo, al disponer de un aumento del 140% por gastos de funcionamiento y de los hospitales que dependen de esas casas de estudios, lo cierto es que desde el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que nuclea a los rectores de todas las universidades públicas del país, se advirtió que la medida no fue aceptada ya que representa tan solo un cuarto del gasto y que la oferta esconde la estrategia de impedir la marcha convocada para este martes en defensa de la educación superior.

Frente a este escenario, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) realizó esta semana un análisis muy detallado del presupuesto universitario desde el año 1997 hasta el primer trimestre del 2024. Los principales hallazgos son realmente preocupantes para el futuro de la educación superior pública:

-Sin una ampliación presupuestaria, este sería el nivel más bajo de financiación universitaria desde 1997.

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-Para 2024, el presupuesto asignado al Programa Desarrollo de la Educación Superior, el principal programa universitario, es un 72% más bajo en comparación con el año anterior.

-La ejecución presupuestaria del primer trimestre de 2024 refleja una reducción del 34% frente al mismo período del año pasado.

-La caída interanual en la ejecución presupuestaria universitaria fue incluso más pronunciada que el promedio del gasto público nacional.

En Argentina, el presupuesto destinado al sistema educativo superior está compuesto por distintas partidas, pero la principal es Desarrollo de la Educación Superior, que explica más del 90% del gasto total y la decisión de Javier Milei de prorrogar el presupuesto del año anterior implica una reducción récord en esta área, por lo que este año se podría obtener el presupuesto universitario más bajo desde 1997, año a partir del cual se cuenta con datos analizados por ACIJ.

Por otro lado, los programas de infraestructura universitaria prácticamente no tuvieron ejecución. Esta reducción resultó en una disminución de la inversión universitaria dentro del total del sector público. Mientras que para el primer trimestre de 2023, el gasto en políticas de educación superior representaba el 3,7% del presupuesto total, para el mismo período en 2024, esta proporción cayó al 3,5%.

A contramano de esta feroz reducción presupuestaria, la cantidad de alumnos se expande geométricamente. Desde el 2000, los estudiantes de pregrado y grado en el sector de gestión estatal superior ha experimentado un aumento constante, pasando de 1.138.503 a 2.065.115 en 2021. Si se considera que esta cifra se ha mantenido constante en los últimos años, se puede observar que en el año actual, el presupuesto disponible por estudiante es el más bajo de toda la serie. Se estima que este año se destinarán aproximadamente 690 mil pesos por persona, lo que representa una reducción del 82% frente a 2013, cuando se alcanzó el máximo nivel de gasto por estudiante.

Este año puede ser el nivel más bajo de financiación universitaria desde 1997.

La principal universidad pública argentina es la Universidad de Buenos Aires (UBA), que nació el 12 de agosto de 1821, en tiempos de gestas revolucionarias e independentistas. La UBA fue protagonista de todos los momentos trascendentales de la historia argentina y es uno de los pilares de la educación pública del país. Hace tres años conmemoró su bicentenario de su creación y se consagró como una de las universidades más prestigiosas del mundo.

Esta semana se dio a conocer el resultado del estudio realizado por la consultora británica Quacquarelli Symonds, en el que participan más de 1.500 universidades de todo el planeta. El Ranking QS es uno de los más respetados para la educación superior y determinó que la UBA se ubica este año en el top 50 a nivel internacional. El Ranking QS también destacó las carreras y áreas de investigación de la UBA en las que más posiciones escaló: Antropología (24), Derecho (26), Ingeniería del Petróleo (26), Sociología (40) y Diseño (46).

La institución cuenta actualmente con más de 420 mil alumnos, 6 colegios preuniversitarios, 13 facultades donde se dictan más de 100 carreras de grado y más de 500 de posgrado y 20 sedes del Ciclo Básico Común (CBC). La comunidad UBA se compone además por 30 mil docentes y 13 mil miembros de la comunidad educativa. La universidad cuenta también con 1800 grupos de investigación que trabajan en los departamentos e institutos de las facultades, mientras que 1.500 de esos grupos son financiados por la institución. Estos equipos están integrados por más de 5.300 investigadoras e investigadores formados y 11.400 en etapa de formación.

La UBA apuesta a la investigación científica y tecnológica y el resultado explica la vinculación que esta universidad tiene con los cinco Premios Nobel que obtuvo Argentina en toda su historia. Iniciando ese camino de reconocimientos, Carlos Saavedra Lamas, graduado, docente y rector de la UBA, fue el primer latinoamericano en ganar un Premio Nobel en 1936 por su mediación en la guerra del Chaco. Organizó y presidió el Comité Internacional de Mediación que contribuyó a la firma del armisticio del conflicto limítrofe entre Bolivia y Paraguay.  Aquel pacto fue firmado por 21 naciones y se convirtió en un instrumento jurídico internacional.

Luego fue el turno de Bernardo Houssay, que obtuvo el primer Premio Nobel científico para América Latina en 1947. Houssay estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, perteneciente a la UBA y luego en la Facultad de Medicina de esta universidad, donde dirigió el Instituto de Fisiología y realizó estudios que le valieron el reconocimiento por contribuir de manera fundamental a la lucha contra la diabetes.

A su turno, Luis Federico Leloir formó parte de la escuela de Houssay, de quien fue discípulo y amigo, y su trayectoria fue tan importante como la de su maestro. Recibido de médico en la UBA, Leloir se interesó por la tarea de laboratorio y se especializó en el metabolismo de los hidratos de carbono. Fue docente en la Facultad de Medicina e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet), cuyo primer presidente había sido Houssay. En 1970 obtuvo el Premio Nobel en Química.

Mientras que César Milstein, egresado y docente de la carrera de Ciencias Químicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, recibió en 1984 igual distinción que Bernardo Houssay, el Premio Nobel en Fisiología y Medicina. Sus descubrimientos produjeron un avance muy importante para la investigación biológica, para el diagnóstico clínico y, probablemente, para el tratamiento de muchas enfermedades, entre las que se encuentran algunos tipos de cáncer.

Cuatro años antes, en 1980, Adolfo Pérez Esquivel obtuvo el Premio Nobel de la Paz por su defensa de los Derechos Humanos que habían sido arrasados durante la última dictadura militar argentina. Pérez Esquivel dirige desde el regreso de la democracia una cátedra sobre Derechos Humanos en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. La cátedra de Pérez Esquivel ha sido distinguida por y premiada por distintos organismos y universidades internacionales en todo el mundo, como las Naciones Unidas y la Unesco.

Los cinco Premio Nobel que ganó la Argentina tienen un vínculo con la UBA.

Horas antes de que el Gobierno anunciara una supuesta propuesta para mejorar las cuentas saneadas de las universidades nacionales, se supo que la Facultad de Medicina de la UBA se vio obligada a cortar el servicio eléctrico y dejar el uso del ascensor solo a personas con discapacidad, por no poder hacer frente a los gastos que implica el fuerte incremento de las tarifas de los servicios y frente al recorte del presupuesto que envía el Ministerio de Economía. En ese contexto, los investigadores, docentes y estudiantes de la Facultad de Medicina tuvieron que subir siete pisos a pie. En las mismas aulas en las que se formaron tres Premios Nobel y miles de médicos de prestigio mundial, nadie puede asegurar en estas condiciones el funcionamiento de los laboratorios sin energía eléctrica ni de gas.

Hace varias décadas, le preguntaron a Houssay qué debía hacer un país en desarrollo para administrar sus recursos pensando en el fomento a la ciencia y la tecnología. Es importante reparar en aquellas sabias palabras, porque son ahora mucho más valiosas que entonces: “Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico. Los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”. Ojalá que el mensaje de Houssay haya sido tan contundente, como debería serlo la manifestación del martes 23 en defensa de la educación universitaria, pública y de calidad en la Argentina.