Hay obras que brillan con el modesto fulgor de su intención modesta, así como personalidades que encuentran su lugar decoroso cuando reflejan, con su propia disminución de grado, el esplendor de una personalidad más fuerte. El misterio de ese rasgo de relativa opacidad es un asunto contable, en ambos sentidos de la expresión: el primero atiende a la regulación o administración de esas proporciones o grados de relativa opacidad –relativa en relación al esplendor de origen–, y entonces la pregunta que surge es: ¿cuánto se perdió de luz respecto de esa fuente? El segundo sentido refiere a la narrativa: ¿Es posible urdir una historia universal, no de la infamia o la excepcionalidad o el número o el crimen o el genio, sino de las vidas discretas, los talentos de segundo o tercer orden?
Reunir en una suma esas singularidades mínimas podría resultar una apuesta extraordinaria, aunque la repercusión no está garantizada porque el mundo tiende a apostar a la fealdad, a la injuria, la ofensa y el escándalo, a la más innoble de las estridencias. Además, el continente o límite de esa reunión resultaría provisorio: como la gente suele nacer y morir, no habría sino totalidades momentáneas.
Por lo tanto, convendría descartar la forma del libro y pensar más bien en catálogos o fascículos, que siempre pueden acomodarse expansivamente, engordar en la biblioteca.
Previamente habría que convenir el criterio de selección: ¿cuán modestos serán los convocados a esta historia universal o antología? ¿Lindantes con el reconocimiento último (el mejor, el póstumo), o cercanos a la justa desaparición? Y, una vez definido esto: ¿serán agrupados por cronología, empezando por el minúsculo tallador anónimo pero secundario de las cuevas de Altamira y hasta llegar a este triste siglo, este terrible año, este insoportable día? ¿O se elegirá el orden alfabético (desde Aarón Abraham hasta Zósimo Zsrulewicz), la lengua hablada o escrita (excluyendo el voynichés, que no reconoce practicantes), el sexo (en sus ocho vertientes de elección y sus cuarenta y ocho variables de agitada posición), los seis o siete continentes?
Desde luego, un trabajo semejante exige un tiempo de inicio pero no reconoce un momento de finalización, y reclama un número indeterminado y continuo de escribas, archivistas, selectores, necesariamente anónimos y carentes de cualquier rasgo destacable. Voluntarios, escribir a mi cuenta de correo.
Había pensado este catálogo para incluir en lugar no destacado a Albert Marquet (1875-1947). El detalle biográfico será objeto de la próxima columna.
