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ULTIMA VUELTA

CFK polariza para no diluirse

Al igual que la oposición, el Gobierno vio en la crisis una oportunidad de relanzamiento. Estrategia electoral que puede volverse en contra.

Cristina Fernández.
| Dibujo: Pablo Temes

No sólo entre los opositores más entusiastas, también en el kirchnerismo duro se cree que la crisis desatada por la denuncia y la sospechosa muerte de Nisman puede volverse una oportunidad. En esencia, en lo que a él interesa, retemplar el proyecto oficial, movilizarlo y llevarlo tal vez por última vez al combate.

Esa es la lógica que gobierna la polarización oficialista en curso: como el proyecto consiste cada vez en menos cosas concretas, no es ya salarios y consumo crecientes, ni siquiera estables, ni desendeudamiento o autarquía internacional, ni derechos humanos, ni alianza con los actores del país productivo, ni superávits gemelos, debe seguir siendo y debe ser más que nunca nosotros contra ellos, Cristina y La Cámpora o el antipueblo.

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El mayor temor de la Presidenta en estos días, y seguramente por los próximos tiempos, es que ella o alguien de su familia terminen presos. Pero le sigue de bastante cerca otro miedo, que no está desconectado del primero: a que a la sombra de Nisman el peronismo reabsorba y deseche el kirchnerismo, como hizo con el menemismo, y se escriba una historia poco heroica de su paso por el poder.

Ella sabe que hay varios agentes bien dispuestos y vías alternativas por las que puede avanzar esa operación: las que ofrecen compitiendo entre sí Daniel Scioli y Sergio Massa, para empezar. Combatirlas es por ello su obsesión. Y para hacerlo cuenta con un aliado involuntario, Mauricio Macri, quien podría arrebatarle la Presidencia al peronismo y evitar entonces que se produzca en el seno de ese partido una sucesión del liderazgo que deje al kirchnerismo fuera de juego.

La guerra declarada al Partido Judicial puede servir para reducir las chances de Scioli y Massa, y forzar a la gente a elegir entre Cristina, cualquiera sea su candidato, o Macri. Y mientras tanto justificará que se sigan poblando áreas críticas del Estado con fanáticos camporistas. Así que lo más probable es que ella avance. Aunque Daniel Rafecas haya hecho su contribución para “desactivar el golpe judicial”.

Ahora la Presidenta podrá decir que “las mentiras de Nisman quedaron al desnudo” y también que es el momento oportuno para que truene el escarmiento, y así como se removió a los desleales de la Secretaría de Inteligencia se siga adelante en la limpieza de la Justicia, contra los jueces y fiscales “corporativos” que amenazan a su gobierno. Nuevos lances de Gils Carbó para colocar a sus adeptos en fiscalías sensibles, mayor control de subrogantes militantes sobre el proceso electoral, más lodo sobre los jueces que llevan causas por corrupción, renovada presión sobre la Corte Suprema serán probablemente los próximos pasos.

Hay de todos modos algunos problemas serios que el kirchnerismo no podrá resolver por esta vía. En primer lugar, uno que parece indicar que no ha aprendido realmente nada de la experiencia menemista ni de anteriores sucesiones del liderazgo peronista. Por lo que mientras trata de escapar al destino que le tocó finalmente asumir al riojano, puede estar forjándose uno bastante peor.

En algún momento Menem debió aceptar que no regresaría al poder, y cuando lo hizo descubrió, aunque algo tarde, la ventaja que podía sacar de ello. Si sus ataques contra los adversarios que enfrentaba en la interna peronista en vez de debilitar a sus oponentes los fortalecían y lo debilitaban a él mismo, había llegado la hora de optar entre sostener una batalla ya inútil por retomar el poder o desactivar toda sospecha de ser un problema para que los demás construyeran el suyo, y que lo dejaran tranquilo, en particular en las muchas causas judiciales acumuladas en su contra. Y ahí tenemos hoy a Menem, disfrutando de su ancianidad, y de su dinero, sin ningún barniz de gloria, pero sin tener que lidiar con esos problemas.

Cristina cree que sus méritos y el poder remanentes de sus fieles le van a evitar tener que seguir el ejemplo de Menem. Pero si ella sobrevive sólo para ser una molesta presencia para los demás peronistas tal vez le vaya aún peor y termine como Isabel Perón, o como los “mariscales de la derrota” de 1983, sin suficiente aval ni legitimidad.

El segundo problema que enfrentará es que al polarizar puede imponer un techo bajo al caudal electoral de todos los candidatos del peronismo oficial, incluido Scioli. Y eso más la indisposición a compartir las listas tal vez aliente la fuga de apoyos hacia Macri y/o Massa.

Claro que CFK puede igual festejar que Scioli termine siendo el principal afectado por el caso Nisman, y no ella. Podrá creer que así se salió con la suya y convirtió una vez más una crisis en oportunidad para reforzar su proyecto y dar cohesión a sus apoyos.

A ello parece además estar contribuyendo el propio Scioli, decidido a renunciar a sus últimas diferencias y no sólo avalar la idea de que hay un golpe en marcha y lo encabezan los jueces y fiscales que investigan las matufias presidenciales y de su entorno, sino también aceptar que todas las listas las arme Olivos.

También dan señales los caciques peronistas, que nutrirán disciplinadamente la manifestación con que CFK se dará el que tal vez sea su último baño de masas. Todo lo cual por unos días sostendrá la idea de que todavía existe un proyecto kirchnerista, que ordena estrategias y que no da su brazo a torcer.

Mientras tanto más dirigentes peronistas contarán los porotos, a sabiendas que la escenografía de cartón que acompaña hoy a Cristina tiene por fecha de vencimiento no el 10 de diciembre de este año, ni siquiera octubre próximo, sino el mucho más cercano mes de abril, como mucho mayo. Porque cuando la campaña se inicie, primero en Ciudad de Buenos Aires y luego en varios distritos del interior, las presidenciales serán el único tema realmente importante en discusión, y todos los peronistas se acomodarán a la realidad del nuevo tiempo, uno en que Scioli tiene cada vez menos chance de incidir y entonces habrá que elegir entre Massa o Macri.

¿Si es Macri el favorecido el FR se desbandará y eso volverá a poner en carrera al sciolismo, aunque sea para perder dignamente? El propio jefe del PRO parece creerlo así. De allí que su interés en aliarse con el radicalismo haya decaído y esté de vuelta atento a enfocar la competencia en el voto peronista, de la mano de Reutemann. Son incógnitas de una competencia que se presenta incierta y muy intensa, pero que en verdad no se demorará mucho en definirse, porque lo más probable es que en las PASO de agosto, aunque ningún cambio institucional se efectivice, todo lo importante quede resuelto.