En el apogeo del kirchnerismo, hace varios años, durante uno de los reportajes largos de PERFIL, Carlos Corach (después de ser ministro de Menem, profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de Oxford en Inglaterra y últimamente asesor de Scioli) dijo: “Si Perón reviviese, se sorprendería de la duración que tuvo su partido”. Y José Pampuro (ex mano derecha de Duhalde y presidente del Senado con Néstor Kirchner), quizá sin entender aquello de “nada es para siempre” y con una mirada más silvestre, escandalizado por el triunfo de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, dijo: “Si Perón se despertara, en dos minutos nos mata a todos”.
Es un tema generacional: Pampuro tiene 66 años, Corach tiene 70 años, y Torcuato Di Tella (fundador del mítico Instituto Di Tella, primer secretario de Cultura de Néstor Kirchner y embajador en Italia de Cristina), con sus 86 años, contó en su último libro, Coaliciones políticas, que al iniciar sus estudios de Sociología en la Universidad de Columbia de Nueva York en 1952 le dijo a su tutor de tesis que lo que buscaba era poder entender el peronismo. Más de seis décadas después, quizá ya comience a no ser necesario entender esa peculiaridad única del sistema político argentino llamada peronismo.
Di Tella, en su libro, escrito cuando nadie imaginaba el tsunami macrista, pronosticaba que “la consolidación de una derecha electoral fuerte exige la incorporación de la mayoría de la clase media a sus filas (y) es probable que en nuestro país amplios sectores de la clase media se vayan derechizando, como ha ocurrido en muchas partes del mundo (...) La superposición del desarrollo económico, social y cultural de la Argentina generará una bipolaridad derecha-izquierda, que se transformará en el principal frente de lucha política en la Argentina”.
El triunfo arrasador en la provincia de Buenos Aires de Cambiemos, incluso en el conurbano bonaerense, bastión histórico del peronismo, pone en riesgo la existencia del PJ como partido unificado si además Macri resulta electo presidente.
Las tribus. Massa es uno de quienes aspiran a conducir el peronismo, pero su prioridad pasará por recuperar la provincia de Buenos Aires en 2017 ganando las elecciones legislativas de ese año, siendo él mismo el candidato a senador del peronismo bonaerense. Córdoba, con De la Sota y Schiaretti, será otra de las tribus en las que se desmembraría el PJ. Al igual que San Luis, donde los hermanos Rodríguez Saá han venido compitiendo durante todos estos años de manera autónoma. Queda la tribu kirchnerista con el bloque de legisladores que le terminen siendo fieles y recluidos en la gobernación de la provincia de Santa Cruz. Y la de Juan Manuel Urtubey como otro líder con futuro disputando espacios generacionales con Randazzo, a quien le costará borrar la carga simbólica de haber sido el candidato de Cristina Kirchner.
Sin la provincia de Buenos Aires y sin varias de las intendencias del conurbano bonaerense, que por población y caja tienen el tamaño de varias provincias, al peronismo clásico tampoco le queda plenamente el abrigo de los sindicatos como en la época de proscripción del peronismo. Porque la edad de los líderes sindicales es un síntoma de la fragilidad de esos liderazgos, que ya están amenazado por disputas generacionales desde dentro, e ideológicas desde partidos de izquierda empoderados con los fallos de la Justicia que redujeron exclusividades a los sindicatos oficiales.
El sindicalismo y el macrismo, de triunfar en el ballottage, tendrán su primera prueba de fuerza con la paritaria docente en la provincia de Buenos Aires, donde sus representantes sindicales ya anticiparon que pedirán 35% de aumento para el año 2016. Será imposible poner en marcha un plan antiinflacionario con paritarias ascendentes en lugar de descendentes. Pero será difícil para cualquier gobierno contener a un sindicato que sólo en una provincia tiene más de 300 mil afiliados con estabilidad laboral garantizada por ley y 5 millones de chicos esperando que comiencen las clases.
En el citado libro, Di Tella especula con que “el autoritarismo popular sería una etapa histórica necesaria para llegar luego a una versión de la socialdemocracia (...) pero esto implica otro nivel de maduración histórica, que exige más tiempo y más desarrollo, así como la consolidación en el tiempo de la experiencia democrática nacional y de los controles constitucionales y judiciales que ello implica”.
Esa organización internamente más democrática del peronismo es la que pasarían a intentar conducir Massa, De la Sota, Urtubey y Randazzo después de las elecciones presidenciales si Scioli no resultara electo. ¿Esto hará que los líderes peronistas prefieran que Scioli pierda el ballottage así aceleran el proceso renovador? Massa y De la Sota ya lo adelantaron en su propio Frente Renovador. Randazzo salió a reafirmar su rechazo a Scioli al cuestionar a Cristina por haberlo elegido y ser la responsable de la derrota del peronismo (aunque quizá si Randazzo hubiera sido candidato a gobernador bonaerense en lugar de Aníbal Fernández, la situación electoral actual sería otra). Y Urtubey parece ser quien más prefiere que Scioli gane y presida el PJ para no correr el riesgo de que pueda terminar liderándolo la propia Cristina.
El año 2002 destruyó al radicalismo mientras el PJ logró esquivar aquel “que se vayan todos”. Pero quizá su hora le llegue este 2015 y ahora tenga que sufrir las mismas consecuencias de implosión y reinvención pero con pérdida definitiva de su centralidad política.